Ah, agosto. Ese mes en el que la mayoría de los mortales se toma un merecido descanso, se desconecta del trabajo y disfruta de unas vacaciones relajantes. Pero no todos. Hay una especie particular de profesionales que, en lugar de relajarse, aprovechan cada momento para demostrar en las redes sociales al mundo lo increíblemente productivos y dedicados que son.
Mientras la mayoría de nosotros estamos tumbados en la playa, explorando nuevas ciudades o, simplemente vegetando, estos superhéroes de la productividad están ocupados publicando en X, Instagram o TikTok acerca de todas las actividades formativas que están realizando y artículos/libros relacionados con su profesión que están leyendo. “Aquí estoy, en mi retiro de DUA”, “acabo de terminar un curso intensivo de liderazgo”, “preparando materiales didácticos para el próximo curso”, “aquí tenéis la agenda molona que vais a tener disponible en septiembre”, “estoy realizando una reunión pedagógica”, etc. ¡Qué dedicación! ¡Qué compromiso!
No solo eso, sino que también nos deleitan con fotos de sus escritorios perfectamente organizados, con libros de autoayuda y desarrollo profesional apilados meticulosamente con cientos de post-its de colores pululando por ahí. Porque, claro, ¿qué mejor manera de pasar las vacaciones que leyendo sobre cómo ser más eficiente en el trabajo? ¡Qué inspirador! ¡Qué motivador! ¡Qué ganas de hacer que los demás se sientan culpables por no estar haciendo lo mismo!
No importa dónde estén, siempre encuentran una oportunidad para crear situaciones de aprendizaje. ¿En la piscina? Perfecto para diseñar una clase de ahogamiento con logaritmos neperianos. ¿En una excursión por la montaña? Ideal para hablar acerca de los tiros parabólicos. ¿En un restaurante? Momento perfecto para una reflexión sobre la importancia de la nutrición y de sostenibilidad. ¡Qué creatividad! ¡Qué ingenio! ¡Qué ganas de llamar la atención! Atención que llaman informando de todo lo anterior en las redes sociales. Y no olvidemos las fotos de sus hijos participando en actividades educativas. “Aquí está mi pequeño aprendiendo sobre la biodiversidad en el parque”, “hoy hemos hecho un experimento científico en la cocina”. Porque, por supuesto, sus hijos también deben ser pequeños genios en formación. ¡Qué ejemplo a seguir! ¡Qué familia tan perfecta! ¡Qué ganas de hacer que los demás se sientan inferiores!
Agosto es el mes de la formación intensiva para estos profesionales. Mientras otros disfrutan de un merecido descanso, ellos están inmersos en webinars, talleres y cursos online. “Nunca dejo de aprender”, dicen con orgullo. “Siempre hay algo nuevo que descubrir”. Claro, porque no hay mejor momento para formarse que cuando todos los demás están desconectados. Y no solo se forman, sino que también nos lo hacen saber a cada momento. “Acabo de terminar un curso sobre inteligencia emocional”, “participando en un webinar sobre cómo enseñar matemáticas al alumnado”. Porque, evidentemente, su valor como profesionales depende de cuántos certificados o veces que dicen que se forman en el menor tiempo posible. ¡Qué impresionante! ¡Qué admirable!
Y no podemos olvidar sus valiosos consejos en TikTok. “Cómo prepararte para el nuevo curso en 5 pasos”, “las mejores técnicas de organización para ser más productivo”, “cómo mantener la motivación del alumnado”. Consejos que, por supuesto, nadie pidió, pero que ellos están encantados de compartir. ¡Qué generosidad! ¡Qué altruismo! ¡Qué ganas de ser el centro de atención! Y lo mejor de todo es que estos consejos suelen ser tan obvios como inútiles. “Levántate temprano”, “haz una lista de tareas”, “tómate descansos regulares”. ¡Vaya revelación! ¡Qué sabiduría! ¡Qué ganas de hacer que los demás se sientan tontos por no haberlo pensado antes!
Pero, al igual que el matrimonio de Morata, todo esto es una fachada. Una imagen cuidadosamente construida para impresionar a los demás. Porque, seamos sinceros, nadie es tan productivo, tan creativo, ni tan dedicado como aparentan ser en las redes sociales. Es todo más falso que un euro de chocolate. Una ilusión, una fantasía, una mentira. Detrás de esas publicaciones perfectas, hay personas que también se sienten abrumadas, cansadas (o no) y, a veces, inseguras. Pero en lugar de mostrar su vulnerabilidad, prefieren proyectar una imagen de perfección inalcanzable. Porque, al final del día, lo que realmente importa es cuántos “me gusta” y comentarios positivos reciben. ¡Qué triste! ¡Qué superficial! ¡Qué ganas de vivir en una burbuja de autoengaño!
Las redes sociales nos han convertido en actores de nuestra propia vida, siempre buscando la aprobación y la admiración de los demás. Nos hemos vuelto adictos a los “me gusta”, a los comentarios positivos, a la validación externa. Y estos profesionales del alarde no son la excepción. Han caído en la trampa de las redes sociales, creyendo que su valor como profesionales depende de cuántos seguidores tienen o de cuántas veces se comparten sus publicaciones. Y lo peor de todo es que esta obsesión por la apariencia no solo afecta a su vida personal, sino también a su vida profesional. En lugar de centrarse en mejorar realmente sus habilidades y conocimientos, se preocupan más por cómo son percibidos por los demás. ¡Qué ganas de vivir en un mundo de apariencias!
Así que, la próxima vez que veas a uno de estos maravillosos profesionales alardeando de lo productivos y dedicados que son durante sus vacaciones, recuerda que no todo es lo que parece. Detrás de esa fachada de perfección y trabajo, a lo mejor hay una tipología de vago extremo necesitado de casito. Y quizás, solo quizás, lo que realmente necesitan es un descanso de las redes sociales y un poco de autenticidad. Porque, al final del día, lo que realmente importa no es cuántos “me gusta” recibes, sino cuán genuino y auténtico eres. Y eso, queridos profesionales de las redes sociales, es algo que no se puede fingir.
Disculpad la reflexión pero, sinceramente, a mí me da la sensación de que muchos no deben haber trabajado mucho a lo largo del año para estar tan implicados profesionalmente en agosto. Además, curiosamente, siempre que he conocido profesionalmente a alguien que dice lo mucho que trabaja en las redes sociales siempre ha sido de los que peor desempeño tenían en su profesión. Nada. Será casualidad.
Yo voy a por el primer café del día. Y os prometo que, en caso (que no confirmo ni desmiento) de estar haciendo cosas relacionadas con mi trabajo estos pocos días de vacaciones que estoy teniendo este año, lo que menos me apetece es compartirlas con nadie porque… ¡suficiente pena tengo en caso de estar haciéndolas!
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