No me preguntéis cómo llegué ahí, pero ayer encontré una de las series mítica de mi infancia en una de esas plataformas a las que estoy suscrito. Me estoy refiriendo a «El gran héroe americano». La historia de un profesor al que unos extraterrestres le entregan un traje que le confiere poderes y que cuenta (o recuerdo que contaba porque no he podido pasar del primer capítulo) determinadas historias de alguien muy desastre, con pelos a lo coliflor, llevando capa.

Y ello me lleva a pensar en todas esas series, tales como «El trueno azul», «Galáctica» o la mítica «V» que han evolucionado bastante mal. Unas series cuyos recuerdos podían haber sido unos y que, por desgracia, al volver a revisionarlas (total o parcialmente) hace que dejen un mal sabor de boca en ese recuerdo. Además, no lo olvidemos, es muy diferente ver ciertas cosas con casi cincuenta años que verlas con diez. Por cierto, aparte de no olvidar la premisa anterior, también es importante analizar los cambios que se han producido, a nivel técnico o social, acerca de cuestiones filmográficas.

Si los recuerdos son tan fácilmente manipulables de forma propia, imaginaos qué facilidad puede existir para que terceros, con un determinado poder mediático, puedan vender que pasó lo que no pasó o, simplemente convertir una inundación en una temporada de sequía. Lo sé. Las hemerotecas cada vez se consultan menos. Y los recuerdos, insisto, se van retorciendo conforme van pasando los años.

No hay que quedarse en los recuerdos del pasado. Se ha de vivir el presente y pensar en el futuro. Y, en caso de acudir al pasado, el sentido común debería exigir acudir a los datos objetivos del mismo porque, al final, ¿qué sentido tiene hablar de un pasado que jamás ha existido y que, en nuestra mente, se ha manipulado hasta que esté acorde con los recuerdos que nos gustaría que hubieran existido? O, simplemente, hemos creado unos recuerdos que jamás han existido porque, de esta forma, podemos justificar nuestra manera de ser y de actuar en el presente.

Creo que si me mirara con los ojos de aquel que tenía veinte años al espejo quizás no me reconocería. Creo que nadie se reconocería en ese reflejo. Otra cuestión es que todo lo que hemos vivido, experimentado o las personas que han compartido nuestro viaje vital en diferentes momentos de nuestra vida, hayan hecho que esa persona de veinte años sea ahora, con casi cincuenta, la que es.

Nuestros recuerdos no son fotografías estáticas; son más bien como pinturas que se retocan cada vez que las recordamos. Los recuerdos son maleables y pueden ser influenciados por nuestras experiencias y emociones actuales. Esto significa que lo que recordamos (no solo) de una serie de televisión que vimos hace décadas puede no ser una representación precisa de lo que realmente experimentamos en ese momento.

Ya os he dicho en múltiples ocasiones que, al final, esto no es nada más que una bitácora personal para reflexionar acerca de ciertas cosas. Hoy de series, recuerdos y cambios. Mañana, ¿quién sabe? A estas horas no tengo claro qué voy a comer hoy para pensar acerca de qué escribir mañana… O simplemente, para saber si voy a escribir algo.


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.