Tengo mucha suerte. Estos días, a pocos kilómetros de donde estoy, se ha producido un desastre humano y material sin precedentes. Trombas de agua por doquier. Casas arrasadas. Vehículos destrozados. Y, lo que realmente es más importante, muchos fallecidos.
Compañeras que lo han perdido todo. Compañeras que están sin poder comunicarse con nadie y, ni tan solo poder salir a comprar comida. Neveras vacías. Gente que está durmiendo donde puede. Colaboración infinita de personas que, como siempre sucede, sacan lo mejor de ellas mismas. Sí. En estos momentos se ve lo mejor y lo peor de las personas pero, como he dicho antes, lo mejor gana por goleada.
Nervios. Tristeza. Rabia contra todo y todos. Las reacciones lógicas ante una devastación de tamaña magnitud como la que hemos vivido en mi tierra de adopción. E insisto, como he dicho antes, una tierra que se está volcando en ofrecer su mejor versión a todos los niveles para ayudar a aquellas miles de personas que lo están pasando muy mal.
No he parado de recibir mensajes de mi familia, amigos y conocidos preguntándome acerca de cómo estaba. Estoy bien. Ya lo he dicho al principio. Tengo muchísima suerte y, tan solo que hubiera vivido treinta kilómetros más al sur, hubiera vivido el horror de primera mano. Un horror imposible de describir y que, por lo que me dicen, las imágenes que salen en los medios solo permite vislumbrar a medias. A veces, ni tan solo eso.
En la vida hay cuestiones importantes. La primera es que lo importante es poder vivir. La segunda es vivir en condiciones. Por eso, en días como hoy, después de la devastación, de la cual vamos a salir, porque estamos acostumbrados, como seres humanos, a poder superar estas situaciones, es importante tener lo anterior en cuenta. Saldremos de esta y toda esa gente que lo está pasando mal, seguramente podrá salir a flote. Será complicado en algunos casos ya que lo han perdido todo, pero siguen ahí y, en la mayoría de casos, tendrán un montón de manos para ayudarles. O unas pocas, pero de mucha calidad.
Me apetecía escribir sobre esto. Me ha tocado esta vez muy de cerca. Sé que siempre hay quienes dicen que no damos importancia a lo que sucede lejos. Yo también se la doy, pero conocer a personas que trabajan codo con codo contigo o con las que compartes momentos personales, a las que aprecias, tanto profesional como personalmente, que lo están pasando muy mal, es algo que hace que las sensaciones de impotencia, tristeza y dolor aumenten.
Un abrazo a los que lo estáis pasando mal. Sé que es mucho más fácil publicar esto que ir a retirar lodo, sacar agua con pozales de las viviendas o los garajes o, simplemente, ponerse a elaborar bocadillos para los que no tienen que comer. Puede ser más fácil pero, al menos en este momento, es lo máximo que podemos hacer algunos. Dar un abrazo muy fuerte a esas personas y, desde donde estamos, poder decir de corazón, si podemos echar una mano desde nuestras posibilidades actuales.
El horror es esto.
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Lo viví de primera mano en 1983. Queda lejos ya, pero es imposible de olvidar.
Un solidario abrazo (virtual) para las personas afectadas y también para ti, Jordi.