Voy a aprovechar que esta es una hora en la que espero que haya poca gente tras las pantallas para publicar algo que, por desgracia, algunos no se van a tomar demasiado bien. Especialmente los que encumbran a determinados personajes. Y que, curiosamente, en muchos casos da la sensación que no se hayan leído nada de la obra de los que están encumbrando porque, sinceramente, no entiendo tanta apología de Paulo Freire como sanctasanctórum de la educación.
Me he leído solo dos libros de Freire, la Pedagogía del Oprimido y las Cartas a quién pretende enseñar. Eso sí, también he leído varios de sus escritos y, cómo no podía ser de otra manera, a autores que cuestionan todo lo que subyace tras las líneas pedagógicas que planteaba. Y, reflexionando sobre el tema, no puedo estar en desacuerdo con aquellos que cuestionan el planteamiento de Freire. Eso sí, antes de lapidarme los que tenéis «figuras intocables», permitidme explicaros por qué tengo dudas ante sus opciones educativas.
Ups, no os lo he preguntado aún pero, ¿conocéis a Freire? Si habéis estudiado Magisterio o habéis pasado por el impuesto revolucionario del Máster del Profesorado, seguro que os suena. O seguro que habréis visto alguna de esas infografías acerca de su pedagogía crítica y de la esperanza. Sus ideas se han vendido muy bien y, por varios motivos, se han convertido en una especie de biblia para algunos docentes que dicen que están comprometidos con el cambio social.
Pero, ¿qué tiene de bueno Freire? ¿Son sus propuestas válidas para mejorar la educación y, por extensión, la sociedad en su conjunto? Pues vamos a verlo. Siempre, claro está, desde mi óptica y con mis argumentaciones.
La educación bancaria
Freire critica la educación tradicional, a la que llama «educación bancaria». Según Freire, la educación bancaria consiste en que el profesor deposita conocimientos en la mente de los alumnos, que los reciben de forma pasiva y acrítica. Dice que esta educación es opresora, porque reproduce las desigualdades sociales y no permite el desarrollo de la conciencia crítica de los estudiantes. Propone, en cambio, una educación liberadora, basada en el diálogo entre docente y alumno, en la que ambos se reconocen como sujetos de conocimiento y se cuestionan la realidad.
Pero, ¿qué tiene de malo la educación tradicional? ¿No es acaso el método más eficaz para transmitir los saberes acumulados por la humanidad? ¿No es el docente el que tiene el conocimiento y la responsabilidad de enseñar a los alumnos lo que deben saber? ¿No es el alumno el que debe respetar al docente, y demostrar que ha aprendido lo que se le ha enseñado? ¿No es la educación bancaria la que garantiza la calidad y la excelencia educativa? ¿No es la educación bancaria la que prepara al alumnado para la competencia global y el perfeccionamiento de sus habilidades?
La pedagogía del oprimido
En la Pedagogía del oprimido, Freire plantea una educación orientada a la liberación de los oprimidos, es decir, de los sectores más pobres y marginados de la sociedad. Dice que los oprimidos son los que sufren la violencia de la opresión, y que por eso tienen el derecho y el deber de luchar por su emancipación. Además, afirma que la educación debe ser un instrumento para el empoderamiento de los oprimidos, para que desarrollen su conciencia crítica y se organicen para transformar la sociedad.
Pero, ¿qué tiene de bueno la pedagogía del oprimido? ¿No es una pedagogía que fomenta el victimismo y el resentimiento de los oprimidos, en lugar de su superación y su integración? ¿No es una pedagogía que desprecia los valores de la cultura dominante, como el mérito y el progreso? ¿No es una pedagogía que pone en peligro la estabilidad y la armonía social? ¿No es una pedagogía que atenta contra la democracia y el estado de derecho? Es que lo que debe desaparecer es el concepto de oprimido y conseguir que todo el alumnado aprenda. Y, el aprendizaje es el que permite conseguir romper techos de cristal. Algo que repercute en los oprimidos en su situación social.
La conciencia crítica
Otro de los conceptos centrales de la pedagogía de Freire es el de la conciencia crítica, que se refiere a la capacidad de analizar y cuestionar la realidad social y política en la que se vive. Freire dice que la conciencia crítica es el resultado de un proceso de educación que parte de la problematización de la propia experiencia del alumnado, y que busca generar un conocimiento que les permita actuar sobre el mundo. Freire dice que la conciencia crítica es la condición para la liberación y la transformación social.
Pero, ¿qué tiene de bueno la conciencia crítica? ¿No es acaso una actitud negativa, que solo ve los problemas y las injusticias, y que no reconoce los logros y las virtudes de la sociedad? ¿No es una actitud peligrosa, que cuestiona la autoridad y la legitimidad de las instituciones y las normas, y que propone alternativas utópicas e inviables? ¿No es una actitud elitista, que se cree superior y más ilustrada que el resto de la población, y que pretende imponer su visión del mundo? ¿No es una actitud inútil, que no aporta soluciones prácticas y concretas a los problemas reales?
Es que, puedo entender que haya que comprar en bloque, por parte de algunos, todo el pack pedagógico pero, por desgracia, en ocasiones ese pack pedagógico presenta muchos flecos y errores en su concepción. No pasa nada por cuestionar a Freire y varias de sus ideas. El problema es que, en educación, parece que hay cosas, especialmente si las han dicho o las dicen determinados personajes, que no puedan ser cuestionadas. Y todo, por suerte, es cuestionable en mayor o menor medida.
Me parece muy interesante y recomendable leer a determinados autores. Eso sí, mucho más importante es (in)formarse en cosas que puedan ser de utilidad real en el aula y beneficie el aprendizaje del alumnado. Llamadme raro.
Ahora voy a leer un rato o, en función de la disponibilidad del mando, ponerme a ver alguna serie. Aprovechad para criticar lo que acabo de escribir. Eso sí, por favor, intentadlo argumentar un poco. Pensad que yo he hecho el esfuerzo de hacerlo.
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Nadie compraría el modelo aristocrático de Platón como manual político, y eso no impide que lo consideremos un punto de vista aprovechable para limpiar la absolutización de la representación democrática como un valor bueno en sí mismo… por mucho que haya quien piense que una votación suple cualquier pensamiento o permite romper los marcos de garantía legal.
Está claro que si enseñamos estereotipos opresores (por ejemplo, «te toca ser un siervo porque tu padre es siervo»), estamos perpetuando la injusticia. Otra cosa muy distinta es, como dices muy bien, cuestionar el teorema de Pitágoras porque viene de la Grecia esclavista.
Llevas toda la razón. Mi crítica al modelo pedagógico no es una crítica al modelo intelectual. Y, como bien dices y es importante remarcarlo, «no se deben cuestionar las cosas por el personaje o contexto histórico, deben analizarse en función de lo que aportan o no». Un saludo y gracias por tu comentario.
Muy de acuerdo en lo que dices. Infortunadamente Freire se queda en el principio de distinción antes que en el de pensamiento social libre de sesgos de clase, que solo genera resentimiento y lucha contra el prójimo.
Priorizar criterios ideológicos frente a criterios técnicos o pedagógicos es lo que tiene. Induce a errores de concepción y diseño importantes. Un saludo.