Coge un cerebro, píntalo con colorines y úsalo para justificar cualquier desmán pedagógico. Esta es la técnica de los trileros de la neuroeducación. De aquellos que buscan, mediante brujería y una gama cromática muy poco inclusiva, justificar sus despropósitos. O, como es el caso, justificar el sacar pasta vendiendo no se sabe qué.

En el día de ayer me pasaron la siguiente imagen acerca de algo que, por lo visto lo está petando en las cuentas corrientes de algunos. Sí, me estoy refiriendo al DUA. No a Dua Lippa. Al DUA como concepto inclusivo.

Fuente: Twitter

Me he puesto a buscar bibliografía científica o evidencias que sustenten la existencia de tres redes neuronales para el aprendizaje. Me hiede tanto a inteligencias múltiples o a cerebro triuno que, sinceramente, la búsqueda ha sido más larga de lo que me planteaba en un inicio. Y, ¿sabéis qué? Ni una sola evidencia. Bueno, varias hablando del despropósito que es pintar el cerebro para usos que no sean exclusivos, con todas sus limitaciones, de cuestiones médicas.

Es que el bulo del uso de cerebros para justificarlo todo es muy fácilmente desmontable. Imaginaos alguien que tiene una lesión cerebral. Dicha lesión, si afectara al córtex prefrontal, implicaría que el paciente deja de tener posibilidad de diseño de estrategias. Pues va a ser que, científicamente, esto no es así. Hay lesiones que pueden afectar al habla pero, por favor, no hay ni una sola prueba de la existencia de redes afectivas. Hay, en cambio, personas que tienen poca empatía o problemas de socialización. Algo que, salvo patologías muy estudiadas (con un gran campo de estudio aún por delante) dista mucho de ser algo relacionado con unas supuestas redes afectivas.

Yo puedo entender que los defensores del DUA, a falta de evidencias, deban buscar imágenes y colorearlas para defender lo indefendible. Entiendo que algunos escriban libros sobre neuroeducación porque, al final, poniendo cuatro palabras técnicas mezcladas con mucha charlatanería hace que algunos docentes, por desgracia, acaben creyéndose ciertas cosas. Es lo que tiene el mercado. Y el DUA, al igual que todas las justificaciones pedagógicas y metodológicas realizadas a base de burradas acientíficas, debe justificarse. No vaya a ser que alguien lo cuestione. Cómo podemos cuestionar un cerebro. Es que es un cerebro te dirán algunos. Un cerebro, además, con zonas verdes, moradas y azules. No puedes cuestionar tan magna información.

Cuando oigáis la palabra “cerebro” para justificar ciertas cosas en educación, que emanan curiosamente por personas sin conocimientos de neurología (tener una licenciatura en Medicina, con especialización en el tema, requiere más que un cursillo de treinta horas o un postgrado impartido por maestros, pedagogos y psicólogos), dudad. Bueno, no dudéis. Os la están intentando colar porque, al final, todo esto que está apareciendo con el prefijo neuro -no solo en educación- es un gran tinglado que permite a algunos sacarse una pasta.

Dibujar un cerebro, pintarlo de colorines, hablar de redes neuronales e intentar dotar de validez científica a algo que no tiene ninguna es, simplemente, ser un aprovechado.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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