Estoy aprovechando mi retiro espiritual, aislado como un “apestoso” del resto de mi familia, para intentar responder a aquellos correos electrónicos que tenía atragantados en mi bandeja de entrada por semanas e incluso meses. Ya os he dicho en más de una ocasión que, por desgracia, llevo muy mal lo de gestionar el correo electrónico. Y eso que, al menos a nivel laboral, intento, con mucho esfuerzo, llevarlo al día. Bueno, simplemente, llevarlo. Otro tema es el correo personal, muy relacionado con aquellos que me escribís para preguntarme cosas relacionadas con lo que publico en este blog.

Pues bien, a uno de los correos que me apetece responder en abierto es al de una compañera que me preguntó a principios de julio (sí, lo siento, ese es el retraso que llevo) si me salía a cuenta seguir escribiendo y manteniendo este blog. Ella me decía en el correo que quería empezar a difundir cosas relacionadas con la educación pero que, por mucho que me leyera a diario, ella quería un medio “más fresco”, “inmediato” y con el que “pudiera llegar a más gente”.

Lo sé. Algunos miran el aspecto más mediático del asunto. Algunos, especialmente en los últimos tiempos, intentan conseguir cientos o miles de interacciones, amén de muchos seguidores, en muy poco tiempo. Por ello fuerzan la maquinaria y publican en determinadas redes, especialmente en Instagram y TikTok, todo lo que pueda interesar a las personas que están detrás de la pantalla. Y eso, al menos para mí, es una perversión del asunto. Uno debe publicar cosas y en determinados sitios porque le apetezca. No por la interacción que genere. Salvo, claro está, que uno tenga ganas de medrar y conseguir, o bien dinero o tenga un ego de caballo.

Después del rollo os voy a dar la respuesta que le he dado a la compañera. Le he dicho que a mí me salía a cuenta seguir manteniendo este blog y escribiendo en él. Que, a diferencia de las redes sociales, a mí me gusta gestionar técnicamente mi bitácora personal y que, por suerte, al único que le importa lo que escribo es a mí. Es mi diario personal. Es un diario que tengo abierto a todo el mundo pero me sirve a mí. Y soy yo el que disfruto escribiendo.

Con lo anterior no estoy diciendo que no me gusta que no se me lea. Me gusta que se me lea pero, especialmente porque lo anterior me permite incorporar nuevos puntos de vista en ciertas cosas. O, simplemente, también para aprender. No se trata de venderme ni aumentar mi ego sabiendo que cada artículo que escriba, seguramente, vaya a tener unos miles de visualizaciones. Lo que me importa es el proceso mientras lo escribo. Y el poder buscar, de forma fácil, dentro de unos años qué dije en su momento y cómo he evolucionado, tanto personal como profesionalmente.

Escribo casi a diario porque me gusta. Escribo en este blog porque me gusta escribir en mi casa, con mis reglas y sin preocuparme de que nadie me lea o no. Si tuviera muchos menos lectores de los que tengo, seguiría escribiendo en el blog. Empecé con este blog hace catorce años y, sinceramente, no tengo previsto prescindir de que sea una parte más de mí. Una parte que, quizás en un futuro, cuando esté fuera de mi profesión, la dediqué a hablar primordialmente de otra cosa. Imaginaos que me empiece a gustar la jardinería, la petanca o el diseño de las vallas de protección de las obras… Yo me lo imagino en ocasiones.

¿Me sale a cuenta gastarme unos cientos de euros anuales, amén de las horas que le dedico (cada artículo lo escribo en menos de quince minutos, pero los cambios técnicos que hago en ocasiones sí que implican un poco más de tiempo), en este blog? Pues, para mí, la respuesta es un rotundo sí. Si no fuera así no seguiría escribiendo aquí.

Eso sí, tal y como siempre digo, permitidme deciros que, a diferencia de algunos puristas del blog, yo siempre he dicho que cada uno debe escribir acerca de lo que quiere donde le apetezca. Eso se denomina libertad. Y es algo que, por desgracia, cada vez es más complicado de tener en otros ámbitos. Por eso es tan importante tenerla, como mínimo, para escribir (o no hacerlo) donde a uno le apetezca. Más allá de mi opinión o la opinión de nadie.

Un abrazo a todos los que os pasáis por aquí. Esta casa, aunque yo haya puesto al arquitecto y a los albañiles, es para todos vosotros. Yo, simplemente, soy aquel que disfruto escribiendo acerca de ciertas cosas. Cosas que comparto con los que entráis en mi casa. Una casa sin puertas a las que todos estáis libres para entrar y mirar sus habitaciones. Y dar, como no podría ser de otra manera, vuestra opinión acerca de las cortinas que acabo de poner en el comedor.


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