La pandemia no solo no ha acentuado lo bueno de nosotros para convertirnos en seres de luz. Más bien al contrario. Nos ha convertido en seres aún más oscuros, malvados y perversos. No salimos mejores de la pandemia. Salimos infinitamente peores. Y si a esa salida, con numerosos trastornos psicológicos que hemos ido adquiriendo, mezcla de miedos aterradores y latigazos de culpabilidad permanentes por parte de los políticos, los medios y todos nuestros vecinos, le sumamos la enfermedad que, desde hace unos años se ha instalado en nuestra sociedad, de una nueva moral, tenemos un problema.
Hoy hemos conocido que se ha cesado al responsable de ceremonia de la apertura de los Juegos Olímpicos de Tokio, debido a unos segundos de humor, realizados hace 23 años con su compañía de comediantes, acerca del Holocausto (fuente). Se nos ha ido completamente la pinza. Lo de ir rebuscando qué dijo o hizo uno hace veinte años para echárselo en cara -o cesarlo, como en este caso- es pasarse de frenada. Lo políticamente correcto puede ser políticamente incorrecto dentro de un tiempo. Las tornas, de tanto presionar en un sentido, hace que acabe girándose la tortilla. Y, al final, de tanto ir el cántaro a la fuente, al final se acabará rompiendo. Lo estamos viendo con las medidas políticas que están tomando en Francia obligando a sus ciudadanos a vacunarse. Todo, claro está, avalado por un «bien común».
No se puede hacer chistes de negros, chinos, mulatos o blancos. Tampoco de religiones o sectas. Siempre ofenderemos a alguien que se sentirá ofendido. No pueden hacerse chistes acerca de la orientación sexual de uno. No puede hacerse humor con coches voladores. No puede discutirse leyes que invisibilizan a las mujeres. No puede, por lo visto, cuestionarse nada en la actualidad que no esté avalado por lo que desde arriba se impone como pensamiento único. Incluso ahora se va a dar, dentro del currículo, memoria histórica en un solo sentido. Joder, que todos sabemos que la dictadura fue muy poco democrática pero, al final, que te digan los políticos como debes contar la historia y no lo hagan los profesionales, indica que tenemos un problema. Un problema de higiene. Un problema de falsa moral.
Da la sensación que nos debamos posicionar con los «buenos». Los del «pensamiento único». Los que saben «que es bueno y que es malo». Los que «te guían en lo que debes y cómo debes pensar». Lo mismo que los del NODO pero en sentido contrario. Una sociedad enferma necesitada de referentes únicos, de sociedades homogéneas y de pensamientos dirigidos en el mismo sentido. Y eso, a los que tanto les gusta revisar hemerotecas, deberían saber a qué acaba llevando. Ojalá no sea así. Nos jugamos mucho.
Tenemos una sociedad enferma. Una sociedad donde se rebusca en el pasado de todo el mundo. Una sociedad en la que no se permite a nadie cambiar de opinión. Una sociedad que juzga por ser hijo de y no por lo que uno hace o dice. Una sociedad empeñada en que le señalen a sus enemigos para poder tener enemigos. Una sociedad en la que, al final, con tanta inclusión forzada, lo único que hace es excluirse a gran parte de la misma.
La individualidad jamás debe ir asociada a planteamientos vitales únicos. No hay un lado bueno. Hay lados mejores que otros. Eso sí, tenemos que ser capaces de poder vadear entre ambos y quedarnos con lo bueno porque, como he dicho antes, el futuro depende de eso.
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Hola Jordi, me ha gustado mucho tu artículo… como tantos otros. Es un problema real el que comentas. Creo que tras la decadencia del cristianismo como referencia principal en nuestra cultura occidental, otras «religiones» están ocupando su puesto con fuerza… la religión de los «-ismos».
Desde mi opinión podemos entrar en una nueva Edad Media, igual de oscura y con su Santa Inquisición… No sé, no me gusta…
Creo que, por desgracia, estamos en otra edad oscura. Y lo que me preocupa es que cada vez que vemos la luz, nos alejan el candil. Un saludo.