Necesitamos con urgencia empezar a contrastar informaciones. No podemos pretender usar una única fuente, ni que sea la Enciclopedia Británica, para validar una información o ratificar un dato concreto. Por cierto, la Enciclopedia Británica, según un artículo que se publicó en Nature, Internet encyclopaedias go head to head, puede ser tan o tan poco fiable como la Wikipedia. Pero ahí ya estamos haciendo algo erróneo: considerar ese artículo de Nature como única fuente de información sin contrastar. Y ahí tenemos el problema.
La Wikipedia y las redes sociales democratizan la información. Algo que da como resultado poner al mismo nivel la posibilidad de que alguien que sepa de un ámbito se ponga al mismo nivel de alguien que sabe menos e, incluso, de algunos que no supieran nada de ese tema. Y no siempre el número de personas que dan por válida una información están dando por válida la información correcta ya que, en demasiadas ocasiones, se da por válida la información o el relato que más conviene al receptor de la misma. No solo influye la ideología, también influye el valor que se dé a determinadas afirmaciones según quien las diga.
Hemos tenido hace nada en Twitter un debate acerca de la continuidad de la f/x)=1/x en la que ha habido dos posturas totalmente enfrentadas. Las de aquellos que, al igual que yo, teníamos como conocimiento básico que una función era continua “si no se obligaba a levantar el lápiz de la hoja mientras se trazaba”, dotando a esa frase de una mayor o menor profundidad, los que no querían ningún tipo de debate sobre el tema porque disponían de la verdad absoluta y la de aquellos que, sabiendo de lo que hablaban, explicaban por qué esa continuidad existía.
Y, además, como ya sabemos, este tipo de debates, al final acaban convirtiéndose en demasiadas ocasiones en un ejercicio de debate chusco en el que, por usar mayúsculas o gritar más, algunos se creen con más razón.
Por tanto, lo anterior es un ejemplo claro de la necesidad de contrastar información. A mí me pueden gustar o no los vídeos de Matemáticas del autor del tuit “faltón” (¡ojo!, que algo se exprese de forma más o menos vehemente, incluyendo más o menos exabruptos, no lo hace más o menos válido, ya que lo que lo valida es la información que se da) y, seguramente, pueden servir a mucho alumnado para mecanizar las respuestas y aprobar o sacar buena nota en los exámenes, pero lo anterior no hace más válido su argumento erróneo acerca de la discontinuidad de la función. Un argumento falso que muchos han comprado. Incluso hay licenciados en Matemáticas, normalmente dando clase en el sistema educativo en etapas inferiores a la Universidad, que lo han comprado. Y eso es algo bastante más preocupante aunque, debo confesar que, al final dar clase en etapas obligatorias o postobligatorias (léase Bachillerato o FP) hace que, en ocasiones, también nos creamos ciertas cosas que explicamos al alumnado. A mí me pasa habitualmente con el sentido de la corriente eléctrica en circuitos de corriente continua, la reducción de ciertos aspectos en circuitos neumáticos o hablar, desde una perspectiva muy poco elaborada, de los procedimientos de fabricación usando determinados materiales. Sí, explicar que el hormigón armado es un hormigón al que se le ponen unas barras de acero es reducir mucho qué es realmente el hormigón armado.
Un detalle, en el caso concreto que ilustra este post, nunca deberíamos poner al mismo nivel el de un matemático con el de alguien que no lo sea. Tampoco se deberían haber puesto al mismo nivel las declaraciones de un cuñado tuitero que las de un ingeniero agrónomo para hablar de macrogranjas (un inciso, primero no nos deberíamos haber quedado con la información sesgada, recortada y manipulada, como hice yo e hicieron otros muchos, del Ministro). O, como dije el otro día, el de uno que pague la cuota de Greenpeace o a Greta Thunberg, al mismo nivel que un experto en biotecnología o ciencias ambientales. Pero ya sabéis a quién se da más líneas en los medios escritos y horas en la televisión. Ya no digamos si vemos los perfiles que tienen más seguidores en las redes sociales.
La democratización del conocimiento es algo muy valioso. Poner al mismo nivel lo que dicen determinadas personas no lo es. Quedarse con un solo discurso, nos guste más o menos, no tiene nada que ver con la veracidad de la información que se está diciendo. Eso sí, es mucho más fácil quedarse con lo que dice la Wikipedia, con el primer resultado de Google, con el artículo que publican en nuestro medio ideológicamente afín que dice lo que quiero oír e, incluso, rebuscar la única excepción que dice alguien para refutar un argumento científico avalado por cientos de investigadores expertos en ese campo.
Contrastar, contrastar y contrastar. No quedarnos con una sola fuente de información, averiguar quién está tras la misma, ver si ha habido algún cambio en los últimos tiempos de lo que se decía en el momento en que se publicó algo (la ciencia evoluciona y algo que era válido hace unos años, ahora puede dejar de serlo) y, especialmente, ser muy crítico con lo que nos llegue aunque sea de nuestro mejor amigo con el que hemos compartido gran parte de nuestra vida.
Debemos ir más allá de la Wikipedia, de la enciclopedia de turno, del tuit o de la publicación en otras redes sociales, o de aquellos artículos escritos por alguien que, como mucho, sabe del tema después de haber plagiado la primera entrada que le da Google. Y repito… todos tenemos un sesgo y podemos confundirnos, dando por válida cierta información. El problema es que, en ocasiones, la información rectificada llega menos (se ha compartido más la información errónea) o, en ocasiones, ni tan solo queremos admitir que nos hemos equivocado para no bajarnos de nuestro burro particular.
No me gustaría finalizar este artículo sin recordaros que, al igual que todo el mundo, puedo equivocarme. La única que no se equivoca jamás es mi suegra cuando hace las paellas. Siempre le salen espectaculares. 😉
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