Reconozco que, como en tantas otras cosas, soy de los que he caído, y además de forma recurrente, en la comparativa “impuesta mediáticamente” entre el alumnado de ahora y el alumnado de antes. También he jugado a los bandos tradicionales e innovadores, a la ficción educativa de las redes sociales y, como no podía ser de otra manera, a acudir al mantra de “con Franco esto era así o asá”, sin haber vivido ni conocido esa época más allá de por los sesgos que me llegan por unos o por otros.

Estos días, de nuevo debate acerca de si con la EGB se aprendía más o menos. Si los libros eran más o menos extensos. Si el alumnado estaba más o menos interesado en aprender. Si… (pongamos aquí lo que se quiera). Lo de vivir del relato lo condensa muy bien en el siguiente tuit Ramón.

Fuente: https://twitter.com/monparaiso/status/1498733224226398211

Quizás si no habláramos de la EGB no tendríamos nada de que hablar. Quizás si no estuviéramos empecinados en realizar comparaciones, siempre sesgadas y manipuladas por el paso de los años y cómo nos enfrentamos con determinadas situaciones, podríamos empezar a hablar del presente y de lo que necesita nuestro alumnado. Porque, como bien se dice en el tuit, nuestro alumnado se gradúa con graves carencias a todos los niveles (lectura, escritura, comprensión, etc.). Sí, lo de usar datos de abandono escolar como resultados de aprendizaje tiene mucho de infumable. Es como si midiéramos el estado de salud de un país por el número de medallistas olímpicos que tenga. Y esto no funciona así.

Creo que ha llegado el momento de abandonar el discurso de lo que pasaba en EGB y centrarnos en qué podemos hacer para mejorar la educación en 2022. Tenemos un contexto determinado y, más allá de la necesidad de actuar sobre el mismo, toca dilucidar cómo podemos hacer para mejorar el sistema educativo. Un sistema educativo que incluye a toda la comunidad educativa. Sí, esa tribu de la que tanto hablan algunos pero, repito… nos debería preocupar más el presente de esta tribu que lo que se vivió hace más de veinte años. Bueno, algunos más porque haciendo una búsqueda rápida en Google (sí, yo también busco en ocasiones por internet), el último curso en el que existío la EGB fue el curso 1996-97. Así que ya veis la cantidad de cosas que han pasado desde entonces.

Sé que algunos no tienen más argumentos que acudir a la EGB para hilvanar sus discursos, cuestionando o aplaudiendo lo que sucedía en esa época. Es algo ya muy cansino. Especialmente cuando tenemos alumnado -y no poco- que llega a cuarto de ESO sin saber comprender un texto de más de dos líneas. Esta es la realidad que algunos se empeñan en no querer ver o en disculpar bajo disculpas muy surrealistas. Es que quizás a alguno, más allá de Twitter se le acaba el discurso. Sí, hay algunos docentes que solo tienen discurso en Twitter o las cuatro frases en un PowerPoint para palmeros.

Estamos, como dijo ayer alguien en Twitter (que me perdone si no puedo citarle porque, mientras estoy escribiendo me da pereza abrir la red del pajarito porque, lo de la multitarea es otro timo que nos han vendido), estafando al alumnado. Pues va a ser que sí. Estamos estafando al alumnado porque les estamos dando papeles que no sirven, justificando dar esos papeles por compararlo con contextos muy caducos y acudiendo, como siempre, al relato para dejar de trabajar en la mejora del presente.

Cuando leáis a alguien que saca el comodín de la EGB (para pontificarla o despotricar de ella) pensad que, salvo que sean los que se han montado un buen negocio hablando de ella, es porque no tienen más argumentos. Eso sí, la EGB mola. Al igual que mola lo de sacar siempre a los mismos de los mausoleos. Recordar siempre pero si no nos ponemos a lidiar con el presente poco vamos a conseguir.

Yo fui a EGB. Tengo unos determinados recuerdos de esa etapa. Eso sí, lo que tengo claro es que hablar de la EGB no va a solucionar las graves carencias de mi alumnado. Carencias que, salvo que alguien sea muy ciego o esté interesado en no ver, es imposible no reconocer. ¿Existían antes esas carencias? Pues, sinceramente, no me importa. A mí me importa, como debería importarnos a todos, es qué hacer ahora para solucionar las que hay.

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