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Las redes sociales NO SON fuentes fiables

Yo puedo coger alguna cuenta en mis redes sociales y publicar, por ejemplo, que a partir de noviembre todos los docentes, de más de cincuenta años, van a ser gaseados o sometidos a un pelotón de fusilamiento. Seguro que, en este caso, pocos caeréis en la trampa, pero… ¿os imagináis que dijera que, a partir del curso que viene, se va a obligar a acreditarse en el uso de determinadas herramientas formativas o, simplemente, dijera que la formación para los docentes va a ser obligatoria? Entonces, a lo mejor más de uno, caeríais en creeros la mentira.

Las redes sociales son perversas porque lo mismo que las dota de valor (su horizontalidad), es lo mismo que las dota de precariedad informativa. Poder contraponer la opinión de un gurú, experto en inteligencias múltiples y validado por la Tanned Ball University, al mismo nivel que la de un experto en neurociencia, con un currículum académico espectacular en las mejores Universidades del mundo, es algo que puede generar disfunción informativa. Especialmente cuando el primero sabe venderse mejor y cuenta con un nutrido grupo de palmeros.

Hay datos y opiniones. Hay opiniones basadas en datos y opiniones basadas en creencias. Creer no es relevante. Lo relevante es saber de qué se habla y poder aportar, en caso de que se pidan, pruebas. No vale decir que lo que dices es mentira o lo interpretas sesgadamente. Lo importante es poder coger un documento oficial o varias investigaciones y decir que lo que dices es mentira. El problema, el de siempre. La incapacidad de algunos de saber discernir realidad y fantasía. O, simplemente, la necesidad de tener fe porque no pueden soportar la realidad. O, yendo aún más lejos, la imposibilidad de bajarse del burro porque… con lo que les ha costado subirse a él.

Hay sentencias judiciales que afectan a la profesión docente que dicen lo que dicen. Hay convocatorias de concursos de méritos (léase procesos de estabilización) que dicen lo que dicen. Hay documentos, en negro sobre blanco, que indican qué debemos impartir. Sí, hay normativa que afecta a cualquier profesión. Incluida a la docente. Nosotros profesionalmente nos debemos a lo que nos indican los articulados legislativos. Y si dicen A, nosotros no podemos inventarnos que están diciendo B. Si se valora en un proceso selectivo el tener un caniche, no se puede decir que en el proceso selectivo van a valorar el tener un bulldog. Es que es de cajón. O debería serlo.

Uno puede afirmar que las inteligencias múltiples existen. Que César Bona es el mejor docente del mundo mundial. Que la neuroeducación dice que lo mejor para aprender es hacerlo mientras se hace el pino puente. Que para aprender inglés lo mejor es dar biología en inglés. Sí, se puede decir cualquier cosa en educación. Además, seguramente, si quien lo dice viene avalado por alguna organización o tiene tropocientos seguidores en las redes sociales, va a tener su grupo de adeptos. El problema es que por mucho que se vocifere en las redes sociales, haciendo miles de hilos, publicaciones en Facebook, vídeos en Instagram o TikTok, la realidad se empecina en ser la que es. Eso sí, nada mejor que tener un nutrido grupo de “creyentes” o, mejor dicho “crédulos”, sin ganas de buscar las fuentes, para creer en extinciones de dinosaurios provocadas por extraterrestres. Es lo que tiene la viralidad. Es lo que tiene vivir pegado a un móvil con, por desgracia, cada vez menos ganas de contrastar.

Las redes sociales amplifican noticias que, en ocasiones, distan mucho de ser reales. De lo que nos llega por las redes sociales, al igual que deberíamos hacer con las conversaciones de café, copa y puro, tocaría ponerlo un poco en barbecho. Al menos un poco. No sea que nos cuelen, como sucede en más de una ocasión, ciertas cosas. Y sí, a veces a mí también me han colado ciertas cosas. Por cierto, seguro que, en un futuro, me colarán otras. Eso sí, ahora vigilo un poco más y procuro informarme al margen de lo que diga “el que más lo peta” en las redes sociales.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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