Hoy me apetece, al ser domingo, hacer un refrito eclesiástico de tres cuestiones que, para los docentes de diferentes partes de la geografía española, tienen una cierta importancia. Especialmente porque afectan a sus condiciones laborales. Y todo lo que tenga afecciones laborales, salvo que uno sea uno de esos vocacionales a los que les da igual que les flagelen por el bien común, tiene una gran importancia para el desarrollo profesional y para el funcionamiento de los centros educativos.
Voy a empezar por la convocatoria de cátedras que se está realizando en la Comunidad Valenciana. Un catedrático, según la RAE, es el profesor que tiene la categoría más alta en la enseñanza media o universitaria.
Lo anterior es algo que, como todos los que conocemos los últimos procedimientos de concesión de este nuevo escalafón profesional, que aumenta los emolumentos cerca de 200 euros a cada uno de los agraciados (sube el nivel y además, por ley, puede elegir la jefatura de su Departamento), está pensado no para los mejores docentes y sí para los que hayan hecho más cosas fuera de su profesión.
Está pensado para aquellos docentes que publiquen mucho, sean ponentes sin mesura (cuenta igual dar la ponencia de las estrategias didácticas para dar clase de Geografía e Historia que ser ponente de un curso de bonsáis o mindfulness), hayan reducido su horario lectivo -en parte o totalmente- con alumnado (equipos directivos, asesores de los centros de formación del profesorado, asesores en Conselleria, inspectores, etc.), etc.
Es que resulta curioso, observando las listas del último proceso, la cantidad de perfiles que jamás ves en un aula que aprobaron la última convocatoria. Seguro son casualidades. Recordemos que para ser ponente de los CEFIRE en la Comunidad Valenciana debes ser amigo, o bien de los que mandan o bien de los propios asesores. Y ya no entro en que te evalúe la práctica docente un inspector que, curiosamente, en muchos casos ha dado clase menos años que tú y en otras especialidades. Sí, eso son 2,5 puntos del proceso para poder ser catedrático. Surrealista no. Lo siguiente.
Sigo, si me permitís, con el concurso de méritos que va a permitir a todos los docentes que lleven más de una década dando clase en fraude de ley (como interinos) ser funcionarios. La verdad es que siempre he defendido que el estatus de interino, en la función pública, debe ser algo muy excepcional. Lamentablemente, en docencia, eso «excepcional» rozaba el 30% de sus trabajadores.
Un concurso de méritos que premia la antigüedad y que, sin ningún tipo de prueba, va a hacer aparecer los nombres de miles de interinos en el diario oficial de su Comunidad y en el BOE dentro de un año como funcionarios de carrera. Además, según la última sentencia reconocida por el Supremo, estos nuevos funcionarios van a poder elegir plaza antes que los funcionarios que aprobaron por un proceso de oposición ya que les va a contar los años de interinaje como si hubieran sido funcionarios.
A mí que un proceso de estabilización permita desestabilizar a funcionarios que han pasado por unas oposiciones me parece muy injusto. ¿Os imagináis alguien que lleva diez años estudiando unas oposiciones y, con mucho esfuerzo, se las sacó hace cinco años, le dicen que ahora, que todavía no tiene plaza, le van a adelantar en la selección de esa plaza que desea personas que entran sin oposición? Lo siento. No lo veo justo. Al igual que digo que es de justicia reducir plazas de interinaje, digo que es injusto que esa consolidación perjudique a profesionales que han entrado en un proceso libre de oposiciones. Es que es muy duro decirle a alguien que todo su esfuerzo, dedicado a aprobar las oposiciones, se va a ir por la borda porque todos los que jamás aprobaron «con plaza» en un proceso de oposición van a entrar como funcionarios y van a poder elegir plaza antes que esa persona. Muy duro.
Y, finalmente, el tema de la reducción horaria en Cataluña. El Departament d’Educació ha dicho que se van a recuperar las 18 horas lectivas en Secundaria a partir de enero. Algo que implica que los equipos directivos deberán cambiar los horarios y reducir una hora lectiva el horario de sus compañeros. Imposible de hacer. Además, imaginaos que al profesor que imparte Cultura Clásica se le quita una hora, ¿quién la va a hacer? No se puede nombrar un profesor para impartir una hora.
Un ejemplo: un centro educativo de Secundaria con 80 profesores. Si reducimos esa hora lectiva, implica que hay 80 horas para enviar profesorado. La administración debe enviar cuatro profesores a jornada completa y uno a jornada partida. Entonces, ¿de qué especialidad lo envía? Si lo envía de Matemáticas, a lo mejor solo tienen 4 horas para cubrir de esa asignatura. Bueno, ya sabemos que los profesores sirven para todo (véase lo de los ámbitos en la Comunidad Valenciana) pero, al menos a mí, sigue chirriándome que un profesor de Educación Física pueda acabar impartiendo Tecnología o Cultura Clásica. O que, el de Inglés, acabé dando Educación Física y Dibujo. Soy así de raro.
Lo de siempre. Las administraciones jodiendo a sus trabajadores y haciendo las cosas tan mal como siempre. Bueno, peor porque, los que ya llevamos décadas en esta profesión, cuando pensábamos que no podían hacerse las cosas peor, siempre vemos que se toman decisiones que perjudican, tanto al profesorado como a la calidad de la educación que se ofrece en los centros educativos.
Todo mi apoyo, tanto a los que os presentáis a cátedras y no tenéis «amiguetes», a los que os presentáis al concurso de méritos y también a los que aprobasteis una oposición libre y ahora os van a quitar las plazas y, cómo no, a los equipos directivos y al profesorado de Cataluña. Y a toda la comunidad educativa en su conjunto porque, mucho me temo, que este curso va a haber más noticias que van a degradar, todavía más, la calidad de la educación que se ofrece en los centros educativos.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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