Estamos en una situación muy complicada a nivel sanitario. El contexto hace que, por desgracia cada día nos despertemos con un mayor número de contagios, más personas ocupando camas en los hospitales y, lamentablemente, con una cifra de fallecidos que no deja de aumentar en los últimos tiempos. No funcionan las medidas de contención. No se ha diseñado bien un plan para mejorar la atención sanitaria y, sinceramente, las vacunas en los países donde llevan mucho más adelanto (en porcentaje de ciudadanos vacunados) no tienen la eficacia que, supuestamente tenían. Hoy, por desgracia, se ha comentado que en Israel, la efectividad de la primera dosis de la vacuna de Pfizer es del 30%, en lugar del 70% que pronosticaba la farmacéutica. Y esos no son datos para tranquilizarnos.

Lo anterior lleva a que algunos pidan el confinamiento total y/o el cierre de los centros educativos, ya que argumentan que en los últimos tiempos (después de la vuelta de las vacaciones de Navidad), ha aumentado el número de positivos entre alumnado y docentes. Ello, añadido a las bajas temperaturas y a la obligación de mantener las aulas ventiladas, con la aparición de numerosas fotos en las redes sociales de alumnado y profesorado, enfundados en ropas lo más parecidas a las que lleva un esquimal o un explorador en la Antártida, hace que la gente esté muy preocupada por la situación. Especialmente los que la sufren que, son en este caso directamente, los docentes, alumnos y todo el personal que trabaja en esos centros educativos haciendo tareas de apoyo (incluyo a los servicios de comedor y limpieza) o como personal de administración y servicios.

Mi opinión es que los centros educativos no deberían cerrar. No es solo mi opinión como padre (este curso no estoy de docente en activo y, además por cuestiones de mi enfermedad crónica, operación reciente y problemas pulmonares importantes, estoy teletrabajando). Es la opinión de mi hija y de toda la familia que se dedica a la docencia. Tengo mujer, hermana y cuñados que están al pie del cañón. Sé que es complicada la situación que están viviendo, pero la mayoría creen que no deberían cerrar los centros. Los amigos de mi hija tampoco quieren cerrarlo. Y los padres de sus compañeros de pupitre, tampoco. Bueno, de un pupitre cada vez más aislado del resto para mantener la distancia de seguridad.

Los centros educativos no son lugares de contagio. El aumento en el porcentaje de casos ha sido debido a las reuniones familiares producidas en Navidad. No hay, según los datos, mucho riesgo en el aula. No es de los lugares en los que haya focos de contagio. Otro tema es que en los mismos se den positivos. Los positivos, como he dicho antes y según dicen todos los estudios científicos, vienen mayoritariamente de fuera. Ojo, tengo claro que si hay más positivos en las aulas, va a haber más contagios. Y que ahora los contagios se dan más que al principio de la pandemia entre menores de 18. Eso sí, no hay ingresos masivos de alumnos ni de docentes. Ni de personal que trabaja en los centros educativos. Seguro que ahora alguno me saca la excepción de un docente que ha fallecido por COVID, pero me gustaría recordar que no es lo mismo morir por COVID que morir de COVID. Por complicaciones derivadas de neumonía siempre ha habido fallecidos. No es de ahora. Yo me ciño a lo que dicen los datos. Que conste que cualquier vida me parece maravillosa y que solo por una vida vale la pena tomar una decisión pero, sinceramente, creo que no es el caso.

No creo que ningún político que gestiona esto tenga ganas de salir en los medios por fallecimientos de alumnos y/o docentes. Tengo claro que, en caso que vieran riesgo en la situación, cerrarían los centros educativos pero, también tengo claro que el coste de cerrar los centros educativos (y no hablo, como hacen algunos a nivel de salarios que van a ganar o no en un futuro los chavales) es demasiado grande. Especialmente para los hijos de familias de nivel socioeconómico más bajo. El modelo de formación online no funciona en etapas obligatorias pero, aún menos en determinado tipo de alumnado. Alumnado que, precisamente, debería ser el más protegido porque, el coste a nivel social y de oportunidades para ellos del cierre de esos centros es inasumible. Salvo, claro está, que empezara a haber una letalidad extrema entre el personal y el alumnado que trabajan/estudian en los centros educativos.

Una vez dicho lo anterior tengo claro que, por mucho que defienda que los centros educativos deben estar abiertos, también debe de dotarse de más recursos a los mismos. Que se deben habilitar herramientas para mejorar la calidad del aire del interior de los centros, se debe dotar a sus trabajadores y alumnos de equipos de protección, se debe facilitar el uso de espacios (que, incluso que no sean dentro de los centros, sean de propiedad municipal), se pueda adaptar los horarios y, en caso del alumnado confinado, dotarles de recursos para que la situación socioeconómica no lastre su aprendizaje.

No sé cuándo acabará la pandemia. No sé cuándo podremos empezar a hacer vida de forma normal. Sé que cuando acabe esto todos (incluyendo docentes, alumnado y sus familias) tendremos efectos secundarios y trastornos psicológicos que ahora no podemos ni llegar a atisbar. Incrementar la dureza de la pandemia cerrando los centros educativos no debería ser una opción. Debería ser la última opción porque nos jugamos mucho. Muchísimo.

Un abrazo a todos los que estáis en un centro educativo en estos momentos. A ver si todo acaba de una puñetera vez. Hay muchas ganas de volver a VIVIR.


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