¿Está el enemigo? ¡Que se ponga!

Seguramente más de uno de los que os pasáis por aquí recordaréis el célebre gag, con todas sus variaciones, de Miguel Gila. Un gag en el que disfrazado de militar y como única arma un teléfono hablaba “con el enemigo”. Y en esa charla comentaba cuestiones acerca del desarrollo de la guerra, la existencia de cañones sin agujeros o, simplemente planificaba una tregua para así poder recuperar balas porque, debido a la huelga, no podían suministrárselas durante un tiempo. Y ello me lleva a pensar en las guerras y en los enemigos reales de las mismas. Unos enemigos que lo son, en su mayor parte, por obedecer órdenes o por creer en la propaganda que unos y otros están dejando caer sobre ellos para generar el ardor guerrero. Los soldados siempre han sido los grandes perdedores de todas las guerras.

Si lo trasladamos al ámbito educativo vemos a los docentes buscando enemigos entre sus compañeros. Todo incentivado por unos intereses políticos de algunos que jamás van a acudir a la trinchera ni van a recibir, salvo un sueldo vitalicio o alguna crítica temporal en los medios, ninguna otra herida. En cambio, curiosamente, los docentes somos tan gilipollas (¡me incluyo!) que acabamos teniendo una óptica muy reducida y encontrándonos con enemigos que nos han dictado desde arriba que deben serlo. Ahora ha sucedido con la nueva Ley educativa. Más horas de algunas asignaturas, menos de otras y desaparición de ciertas cosas, amén de creación de constructos ficticios competenciales, de ámbitos o de cualquier otro tipo, para obligar a que, como borregos que somos, luchemos por las migajas entre nosotros. Y nosotros a luchar por esas migajas. Hartándonos en las redes sociales de reclamar más horas “de lo nuestro”, acudiendo a informes más o menos sesgados o, simplemente cuestionando la capacidad de nuestros compañeros por querer hacer o impartir ciertas cosas.

Ayer me pasé por un grupúsculo de Telegram en el que unos compañeros de Informática hablaban de lo imprescindible que era que ellos asumieran la nueva asignatura de Tecnología y Digitalización. Que los de Tecnología no tenían ni idea. Que ellos eran los profesionales. Que debían luchar contra los de Tecnología y que además su asignatura debería ser obligatoria en todo el sistema educativo. A movilizarse unos contra otros. A ser tan estúpidos para no ver el global y quedarse solo en el chiringuito que afecta a unos. Por cierto, el ejemplo que os digo puede reproducirse tanto en las asociaciones del profesorado de Tecnología, las de Música,… y cualquier otra que os podáis imaginar.

Es lógico que se mire más el ombligo que otra cosa. El problema es que nadie piensa en el alumnado. Pensamos en nuestras horas de clase, en si nos van a quitar plazas de “lo nuestro” o, simplemente que más horas implica más poder en el centro. Y la cosa no debería ir así. Bueno, al final se consigue lo que algunos quieren… que cuestionemos en función del chiringuito y no del despropósito que supone el articulado legislativo que nos están colando. Si hasta la Iglesia para seguir manteniendo su parcelita va a impartir ideología de género y sostenibilidad en su asignatura. Por tanto, ya nos tienen donde nos querían. En las trincheras luchando contra falsos enemigos que creen, a su vez, que luchan por algo diferente de lo que les han manipulado para que luchen. Y la Ministra y la mayoría de Consejeros del ramo, amén de aquellos que tienen interés en ciertas cosas, frotándose las manos. La de risas que se están echando César Coll y compañía. La de risas que se está echando la empresa que tiene contrata de por vida para vender mobiliario a los centros educativos. La de risas que se están echando los de algunas empresas de construcción y telecomunicaciones. La de risas que se están echando muchos mientras otros nos desangramos en las redes sociales o en los centros.

El enemigo jamás se va a poner. El enemigo no está en vuestro centro educativo. El enemigo no son vuestros compañeros, ni el alumnado, ni sus familias. El enemigo, en ocasiones, ni tan solo es la cara visible del problema. Pero bueno, al igual que sucede con otros ámbitos, siempre acabamos convirtiendo al enemigo a aquel que podemos poner cara y luchar al mismo nivel. Lo de pensar quién está tras todo lo que lleva a ciertas cosas ya cuesta un poco más. Es mejor tener un enemigo a mano, incluso que no lo sea, que unirse al falso enemigo para convertirse en amigos para luchar contra el verdadero enemigo. Una pena. Una grandísima pena.

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