Tengo pendientes a día de hoy contestar a varios correos electrónicos y ponerme con unos artículos que, relacionados con temas educativos, me han pedido algunas personas de las que se pasan, creo que habitualmente, por aquí. No me da la vida y, en ocasiones, prefiero escribir acerca de determinados impulsos más que planificar exhaustivamente mi agenda de escritura semanal. Soy tan poco organizado en este blog que, aunque no os lo creáis, ni tan solo tengo artículos «para rellenar» en caso de falta de inspiración. Por suerte, en el ámbito educativo, no pasa un día en el que alguien abra determinados melones o se comporte como un cenutrio diciendo ciertas cosas en determinados medios.

Esta mañana me he encontrado un mensaje directo en X (donde solo estoy para publicar mis posts y contestar a esos mensajes, debido a las pocas ganas de incorporarme a la «destrucción» que se incentiva por parte del algoritmo) en el que me preguntaban acerca de mi opinión sobre la proliferación de asignaturas optativas en educación. Supongo que alguien habrá hablado de ello y habrá existido, como siempre, una reunión de «cafrerismo» a diferentes niveles alrededor de ese debate. Hay más debates educativos que soluciones. Hay más ganas de abrir cajas de pandora que de precintarlas. Y eso, salvo para algunos a los que nos da tema para escribir, no tiene ningún sentido para mejorar nada. Eso sí, nos tiene, como bien sabéis, igual de distraídos que las filigranas que hacen algunos para mantener el sentido de su existencia.

Pues nada. Voy a daros mi opinión acerca de la proliferación del número de asignaturas (bueno, según la última normativa, materias en etapas obligatorias, módulos en FP y asignaturas en la Universidad) optativas. Un incremento que, aunque pueda parecer beneficioso para explorar los intereses del alumnado y personalizar su aprendizaje, tiene muchos problemas y se hace, en la mayoría de ocasiones, para beneficiar a los docentes que las imparten. Es que, al final, hay más lucha fratricida en los centros por incorporar optativas que análisis de coste-beneficio de su incorporación.

La gran variedad de asignaturas optativas promete una educación a medida, adaptada a los intereses individuales de cada alumno. Sin embargo, esta promesa puede ser ilusoria. La amplia gama de opciones puede abrumar al alumnado, especialmente a aquellos que aún no tienen claros sus intereses o que carecen de la madurez necesaria para tomar decisiones informadas sobre su futuro académico y profesional. Y es por ello que, al final, esa sobreabundancia puede generar ansiedad y confusión, dificultando el enfoque en un camino académico coherente.

No nos olvidemos tampoco de la fragmentación del conocimiento. La existencia de un currículo excesivamente dotado de optatividad hace que mucho alumnado pueda acabar su educación con un conocimiento disperso, sin base sólida en ninguna área específica. A menor núcleo común de asignaturas, más lagunas en conocimientos fundamentales, afectando la capacidad de los estudiantes para desarrollar habilidades críticas y aplicarlas de manera efectiva en situaciones reales.

Otra cuestión clave es que este exceso de optatividad a quien perjudica más es al alumnado más vulnerable. En las familias con mayor preocupación por sus hijos y con más recursos, esa elección está mucho más meditada. En caso de alumnado más vulnerable, normalmente con un mayor desconocimiento del sistema educativo por parte de sus familias, acaban haciendo asignaturas sin sentido global porque, o bien saben que sin hacer nada van a conseguir aprobar, porque les gusta el docente o, simplemente, porque algunos están vendiendo muy bien la asignatura que imparten. Y esto no debería ser así ya que, al final, acaba perpetuando y ampliando las desigualdades existentes en el sistema educativo.

¿Y la gestión? ¿Sabéis lo complicado que es gestionar tanta optatividad por parte de los centros educativos? El desafío logístico, tanto a nivel de dotación de plantillas como de materiales educativos y recursos físicos, es brutal. Y ya no entro en la falta de especialización de los docentes que imparten determinadas optativas, o bien porque les gustan, o bien porque es un hobby que tienen. He visto ofrecer optativas en los centros educativos, no en función de lo que necesite el alumnado. Las he visto ofrecerse porque hay docentes a los que les gustan determinadas cosas y les apetece tener una optativa de eso. Va. Voy a poneros un ejemplo. Imaginaos que a mí me guste el parchís. Pues podría ofrecer una optativa de parchís si dispongo de horas en mi Departamento para ello. O, simplemente, gracias a esa optativa, pues consigo medio docente más para mi Departamento. Algo que ya hace que mi Departamento sea mucho más importante en mi centro porque tiene más docentes que el del vecino al que le han denegado su optativa. Y ya no entro en el ámbito universitario donde lo de las optativas ya clama al cielo. Un ingeniero agrónomo debería saber lo mismo cuando sale de la Universidad de Lleida o de Valencia. El problema es que las optativas que va a hacer (en ocasiones más del 50% de su carga lectiva) es totalmente diferente. Algo que, para cualquiera que piense un poco, no tiene ningún sentido.

Así pues, permitidme daros mi opinión acerca de esa optatividad y exceso de asignaturas… es un error que consume recursos y, por desgracia, no soluciona los problemas educativos.

¿Tienes propuestas Jordi? Pues sí. Tengo una propuesta radical. Un currículo con mucha menos optatividad, con itinerarios en bloque marcados a nivel de administración educativa, creo que puede ofrecer una educación más coherente y equilibrada. Esto no significaría eliminar completamente las opciones, sino limitar su número y asegurarse de que cada una de ellas aporte un valor significativo al desarrollo académico y personal del alumno.

Para lo anterior deberíamos tener cuatro premisas básicas:

  • Poner el foco en lo fundamental. ¿Qué queremos que todo el alumnado, con independencia del centro educativo en el que estudie y su situación de partida, sepa? ¿Cuáles son los conocimientos sólidos que deben adquirirse? ¿Qué competencias pueden desarrollar esos conocimientos en las áreas más esenciales? ¿Cuáles son esas áreas más esenciales? ¿En qué edades debemos priorizar unas áreas u otras? Lo sé. Son preguntas que deberían desarrollarse en profundidad y dan mucho juego.
  • Diseñar itinerarios formativos significativos. Las optativas deberían ser cuidadosamente seleccionadas y diseñadas para complementar el currículo central, ofreciendo al alumnado la oportunidad de explorar intereses específicos sin sacrificar la cohesión de su educación.
  • Establecimiento de una adecuada orientación académica. Es crucial proporcionar a los estudiantes orientación adecuada para tomar decisiones informadas sobre sus opciones educativas. Esto incluye acceso a tutorizaciones académicas y recursos informativos completos, alejadas esas tutorizaciones de intereses personales de los docentes. Entiendo que uno pueda considerar que su asignatura es imprescindible y que hay optativas muy chulas que pueden ofrecerse (creyendo que lo hace por el bien del alumnado). Pero esta decisión no debe tomarse por nadie que tenga interés personal en el asunto. Sería como pretender organizar una dieta basada en melocotones porque el que la propone tenga un campo de melocotones.
  • Evaluación y revisión curricular continua. El currículo (que no la ley orgánica, que debería ser perdurable y consensuada) debería ser evaluado y ajustado continuamente para asegurar que cumple con las necesidades del alumnado.

Aunque la diversidad en la oferta de asignaturas optativas puede parecer una ventaja, es vital que se equilibre con una estructura curricular coherente y bien fundamentada. De esta manera, podemos garantizar que todos los estudiantes reciban una educación de calidad que les prepare adecuadamente para su futuro académico, profesional y personal.

Pero bueno, ahora que en nada los centros educativos propondrán sus optativas para el curso que viene, ya veréis que, en ocasiones, el interés en ofrecer ciertas cosas tiene poco que ver con una estructura curricular coherente pensada para el alumnado. Tan solo hace falta ver cómo entre dos centros educativos gran parte del currículo que se ofrece se parece tanto como un huevo a una castaña. Y esto no puede ser. Especialmente en etapas obligatorias donde todos deberían hacer lo mismo y llegar, con todo el apoyo que fuera necesario, al mismo lugar en sus aprendizajes. Y el que no llegue, por tener unas necesidades educativas especiales o una determinada problemática, darles las mejores herramientas posibles para que puedan incorporarse a la sociedad en las mejores condiciones posibles.

Nada. No me hagáis caso. Seguro que es mucho más interesante tener diez optativas en cuarto de ESO, sumándole a lo anterior los proyectos variopintos, sin ningún sentido, que se hacen en centros de determinadas Comunidades Autónomas, que tener un currículo único, con mucha menos optatividad, diseñado para favorecer un aprendizaje significativo de todo el alumnado. Es que ya sabéis que los domingos, al ser día de paella, reflexiono por encima de mis posibilidades.

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