Esta mañana me lo han puesto a huevo. El golpe de estado en Birmania ha hecho que, entre las cuestiones que han asomado a mi mente calenturienta, en primer lugar haya aparecido el tema  de la pinza geolocalizada. Por suerte, con la edad, el ímpetu del asunto ha derivado a reflexionar en clave educativa. A ver, que si tenéis ganas de saber cuestiones básicas y de funcionamiento de la pinza birmana hay cientos de páginas por internet. Muchas de ellas con imágenes explícitas. Y algunos van a tardar lo mismo en buscar lo anterior que en buscar dónde está Birmania. Así que, aprovechad bien el tiempo.

Y ahí está el quid de la cuestión. ¿Cuántos de los que os habéis despertado con la noticia del golpe de estado sabéis dónde estaba Birmania sin buscar en vuestro buscador preferido? ¿Cuántos me habéis situado al país más o menos en su localización? Va, para nota, ¿cuántos sabéis cuál es su capital? Pues debo reconocer que yo pensaba que su capital era Rangún. Sí, reconozco que tampoco sabía que ahora se llamaba República de la Unión de Myanmar. He de reconocer que cuando yo estudié había menos países que ahora. Incluso existía Yugoslavia pero, al igual que Birmania, sabía dónde situarla en el mapa.

Hay un modelo educativo que aboga por lo innecesario que son los datos inútiles. Bueno, inútiles porque, según ellos, todos los datos que se pueden localizar por la red, lo son. No tiene demasiado sentido saberse la tabla de multiplicar porque con calculadora ya sale un número. No tiene sentido aprenderse la tabla periódica porque es una pérdida de tiempo. Para qué leer clásicos si no les va a gustar a los chavales. Lo importante es el disfrute y la memorización de datos es un lastre. No, no es mi discurso, pero sí que es un discurso muy popular.

Los datos nunca son inútiles. Hasta a mí me ha servido, haciendo muchísimo tiempo que no había oído hablar de Birmania, poder encontrar en mi memoria el dato y contextualizarlo. Con todas las limitaciones posibles, claro está. Pero el dato estaba y mi memoria lo había almacenado. No siempre se encuentra todo lo que se almacena, pero forzar la memoria siempre es positivo. Y jugar a juegos que alienten su uso, también. Recordemos que memorizar protege de degeneraciones neuronales como el Alzheimer. No solo eso. Ayuda a construir conocimiento perenne. No lo digo yo. Lo dice la gente que sabe del asunto. No, no los neuroeducadores. He dicho la gente que sabe.

Memorizar y recitar de memoria, aunque no lo parezca, es positivo para el desarrollo de los chavales. Además les ayuda a configurar estrategias de aprendizaje futuras. Hasta mi abuela, que abandonó los estudios de joven, sabía situar todos los ríos, cordilleras y capitales de España en un mapa. ¿Es importante teniendo Google? Pues sí. Es importante. Es importante saber, retener y tener estrategias para memorizar. Además lo aprendido y memorizado siempre queda en algún lugar. Y siempre uno puede rescatarlo.

Reconozco que más de uno de los que habéis entrado aquí querías saber más acerca de pinzas birmanas. Es que algunos tenéis la mente muy sucia y sabía que, como mínimo, el titular os atraería. Un clickbait en toda regla. Sí, hoy sí que sí. 😉


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