En el día de ayer la RAE publicó un documento titulado «La enseñanza de la lengua y la literatura en España, con especial atención al uso, el conocimiento y el aprendizaje del español«, en el que alertaba de carencias en cómo se explicaba esa asignatura y los déficits que suponía lo anterior en la capacidad expresiva y argumentativa de los jóvenes. Un informe que algunos, que siguen ignorando el descalabro educativo bajo múltiples pretextos, no querían oír.
Por eso, al poco de publicarse este documento, ya aparecieron en las redes los mismos de siempre diciendo algo parecido a lo que se dice en este tuit.
Habla de la gente «que no conoce un instituto ni de lejos». Por lo visto, ser responsables de un organismo cuyo objetivo principal es la regularización lingüística mediante la promulgación de normativas dirigidas a fomentar la unidad idiomática dentro de los diversos territorios que componen el mundo hispanohablante y garantizar una norma común, no te da derecho a poder decir cómo debe enseñarse lengua y literatura española. Bueno, vale, compro pulpo como animal de compañía pero…
Entonces, por qué algunos hacen caso de los pedagogos, que tampoco han pisado en su vida un aula de etapas obligatorias, de la asociación de pediatría cuando habla de cómo debería gestionarse el uso del móvil en los centros educativos o, simplemente, de economistas que interpretan un determinado informe educativo. ¿No será que esos sí que dicen lo que algunos quieren oír y son de su cuerda, ergo todo lo que digan va a ser recibido como algo que sí que es útil? Es que hace nada que los mismos que critican este informe de la RAE estaban aplaudiendo a los anteriores.
Va, yendo más lejos, ¿por qué decís que las familias son importantes y se las debe escuchar pero, por ejemplo cuando algunas familias dicen que deberían vetarse los móviles en los centros educativos decís que qué van a saber ellas? La incoherencia hecha virtud por parte de algunos. Sí, por los cuatro de siempre. Los que solo admiten que les digan cosas los suyos, los que estén alineados con su visión educativa.
Entiendo que algunos desde su atalaya ideológica digan quiénes pueden o no opinar sobre educación.
El problema, es que este extracto del tuit anterior está escrito por un director de un centro educativo que, sí que conoce su centro de primera mano, pero da muy pocas horas de clase desde hace muchos años, es formador (que no implica que sea formado),… En definitiva, tiene el mismo o menor conocimiento de experiencias educativas o centros educativos que la que puede tener un inspector. Bueno, en este caso, un inspector tiene más información de varios centros. Ojo, en el caso de las experiencias educativas, estoy hablando de experiencias educativas reales, no de las experiencias que se muestran por internet, a las cuales puede acceder tanto él como un inspector. Por tanto, siguiendo su argumento, él tampoco puede mostrarse, según sus palabras, «sensible». Y la opinión de cualquier profesor de Lengua Castellana y Literatura en activo, con horario completo sin reducción y que haya trabajado en varios centros, valdría más que la suya.
La verdad es que ya estoy un poco cansado de los discursos de algunos personajes que, curiosamente, solo ven la paja en el ojo ajeno en lugar de ver la viga en su ojo. Y lo más preocupante del asunto es que decidir que algo es bueno o malo en función de la persona que lo diga o según dice lo que uno quiera oír, es lo más triste del mundo. Especialmente porque, al final, esa cámara de eco que se crea, acaba siendo perjudicial para los mismos que se la montan y blindan.
Eso sí, quiero dejar claras dos cosas en este artículo: no tengo nada en contra de las dos personas que salen en los tuits que muestro de ejemplo (hay muchos ejemplos más que podría haber usado, pero he cogido estos porque son los que tenía más a mano) y, por desgracia, también hay momentos en los que no quiero hacer caso de ciertas cosas porque están muy alejadas de mi perspectiva educativa. A pesar de ello, lo segundo es algo que intento mejorar con el tiempo porque los años me han enseñado que, al final, la única manera de aprender es ver que todo es mucho más amplio y hay muchísima gente que puede aportar mucho en todos los ámbitos.
La RAE sí que puede y DEBE opinar acerca de cómo enseñar lengua y literatura en España. Otro tema es que podamos discrepar acerca de lo que dicen.
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Buenos días.
Agradezco inmesamente tu labor de vaciar el océano con las manos. Tristemente es una labor imposible porque el pedagogismo agrada mucho, vende mucho y sobre todo engaña mucho. Ahora todos creen saber sobre educación y los profesores que exigimos con rigor y disciplina a los estudiantes somos tachados de «tradicionalistas». Todos hablan ahora de ser creativos , pero su creatividad se basa en ver lo que hay en internet. Yo trabajo en una institución indígena y he tenido que escuchar de voz del propio rector del colegio que a estudiantes que «no entienden» les valga cualquier otra cosa, que si es bueno para cantar o trabajar el campo le valore eso también, no importa si estando en décimo grado no sabe nada de radicación, potenciación y factorización, que mejor nos preocupemos porque sea una buena persona y nl un drogadicto o sicario y ya si él quiere aprender que busque el conocimiento en internet porque allá ya está todo. En los consejos académicos es normal escuchar hacia mí comentarios de este tipo de todos mis compañeros que son fieles admiradores de la «educación popular» y que si tuviese que descarnarme y definirlos diría que tampoco saben nada de lo que enseñan y por eso estos modelos educativo irracionales e irreales les conviene.
Yo creo que los de la RAE tienen razón. Deberían subvencionarse por la Unión Europeda un fondo para ofrecer cursos de «Competencia lingüística docente», porque sí, que todos sabemos hablar en la lengua correspondiente, pero ¿sabemos acaso usar ese dominio de la lengua para transmitir conocimientos conformando un proceso de enseñanza-aprendizaje constructivo y rentable?
Saber leer, escribir y comprender es la base para cualquier aprendizaje. Y una buena competencia en lo anterior se hace imprescindible.