Primero el contexto de este artículo. He dormido mal (el insomnio recurrente es lo que tiene), ayer tuve la desgracia de pasarme por X (como mirón) más tiempo del que debiera y, por desgracia, siento envidia sana al ver a divulgadores de determinados ámbitos que, a diferencia de la mayoría de los que divulgan sobre educación, saben de lo que hablan. Es por ello que hoy os vais a encontrar un redactado crítico con esos personajes del mundillo educativo, encumbrados a las tarimas que tanto critican, que se han convertido en verdaderos artistas del arte de no decir nada. Un arte de no decir nada basado en un arsenal de frases descontextualizadas, insultos a mansalva y una colección de investigaciones y libros sobre educación que jamás se han leído.

Voy a empezar con la farsa de las frases educativas descontextualizadas. Esta es la primera táctica de esos personajes. Que no tienen ni idea acerca de cómo articular un argumento coherente. No pasa nada. Agarran una cita de un autor conocido, que al igual que ellos tampoco conocía demasiado lo que sucedía en las aulas, y la sueltan como si fuera la solución a todos los problemas educativos. Es que hasta he visto a algunos tirar de citas de Belén Esteban como experta en educación para avalar sus planteamientos pedagógicos. Deben de pensar para qué necesitan un discurso argumentado cuando pueden confundir al personal con palabrería. Citas y mención a experimentos pedagógicos que, curiosamente, siempre obvian que fueron un fracaso. Qué más da. Lo importante es que vaya calando el discurso.

Si ven que no funciona el tema de las frases descontextualizadas, siempre les queda la opción de recurrir al discurso fácil. Si alguien no comparte su ideología, no tienen ningún problema en mandarles un par de adjetivos calificativos bien cargados de desprecio y odio. Total, ¿para qué deben molestar en discutir con datos y argumentos si pueden desacreditar al otro con un buen «no tienes ni idea»?

Que no funcionan las dos cosas anteriores… pues queda la pólvora mojada final: la imponente retahíla de investigaciones y libros sobre educación que jamás se han leído. Porque, como todos sabemos, lo mejor para aparentar que uno sabe de algo es tener una bibliografía que, en la mayoría de ocasiones eres incapaz de pronunciar. Lamentablemente para mí tengo una curiosidad insana para buscar las referencias educativas que me dan algunos y, en muchos casos dicen lo contrario de lo que dicen que dice. Ya no entro en aquellas referencias que no existen. Es que hasta he podido leer la tesis doctoral de alguno de los que va dando lecciones las veinticuatro horas del día en las redes sociales y, sinceramente, es lógico que cuestionemos las tesis doctorales si solo leemos la suya. El problema es que alguien le validó ese desastre. Pero bueno, aquí cada cual que aguante su vela.

Al final, lo de siempre. Un gran circo, en el que algunos payasos se han quitado la nariz y el maquillaje, para jugar a las frases huecas, a los ataques personales y a dar una falsa apariencia de erudición. Un circo del que no tienen la culpa esos payasos. Un circo del que tienen la culpa los que pagan entrada y siguen creyendo a pies juntillas todas las barbaridades que algunos son capaces de soltar (no solo) sobre educación.

¡Más argumentos y menos retórica vacía!

Finalmente comentaros que, como bien sabéis, hoy es mi día de postureo paelleril en X. No solo eso. También es el día en el que voy a dar una oportunidad a encontrar esas bridas que no encuentro en ningún armario (y que sé que tengo) para poder, finalmente, después de acabar de montar el calefactor a gas, disfrutar de un poco de calor en el lugar al que me han desterrado para trabajar y escribir esto.


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