Habiendo debates tan interesantes por las redes sociales, como el de una profesora universitaria que dice que los baños en los centros educativos deberían ser mixtos y, además, sin distinguir entre baños de alumnado y profesorado, no sé por qué no sumarme a ellos. Bueno, sí que lo sé. No me apetece reflexionar ni debatir sobre chuminadas campestres. Prefiero, y más en días como hoy, hablar o reflexionar de cuestiones bastante más interesantes para el aprendizaje y el futuro de nuestro alumnado. Lo sé. Soy así de raro. Así que, si me permitís, voy a hablar de tecnología educativa. Y ya os digo yo que, por desgracia, es un tema con demasiados actores posicionándose en los extremos.
Cuando leo o escucho en pleno 2025 debates sobre quitar la tecnología de las aulas, no sé si reír, llorar o pasarme directamente a ver la Isla de las Tentaciones (que, por cierto, no sé si ya ha finalizado). Vamos a ver, ¿alguien recuerda la última vez que usamos el ábaco para pagar un café? Yo tampoco. Sin embargo, en el mundo de la educación, siempre hay un sector que quiere retroceder a épocas más simples, quizás inspirados por la romantización de las escuelas de una sola aula y pizarras de tiza. La paradoja aquí es que estas mismas voces que piden desconectar a los alumnos de las pantallas probablemente estén redactando esos alegatos en sus móviles y publicándolos en las redes sociales. Ojo, tan malo es ese sector como el que, de forma ilógica y, también romántica, abraza hasta el último dispositivo o herramienta tecnológica para incorporarla en las aulas. Ni tanto ni tan calvo. Y los calvos, como bien sabemos, con Turquía, solo existen los que quieren seguir siéndolo o no tienen recursos económicos para dejar de serlo.
Ahora tenemos la irrupción de la inteligencia artificial (IA). Es cierto que la inteligencia artificial no es todo arcoíris y unicornios. Es una herramienta increíblemente potente, sí, pero, como toda herramienta, puede ser un martillo para construir o una maza para destruir (¡cómo me ha molado la comparación que me ha salido!). Los defensores del aislamiento educativo probablemente estén preocupados por los peligros de la IA (y tienen razón, en parte: sesgos, dependencia tecnológica, pérdida del juicio crítico…). Pero la respuesta no puede ser aislarse del mundo. ¿Nos vamos a proteger de la lluvia eliminando las nubes? La solución es equipar a los alumnos con los paraguas del conocimiento crítico y ético, no negarles la existencia de las tormentas. E insisto, esto no implica hacer un desembarco masivo ni descontrolado de nada. Ni, como he dicho en más de una ocasión, hacer experimentos con el alumnado.
Luego tenemos la moda de los dispositivos «uno a uno», como si repartir tabletas o portátiles indiscriminadamente fuera el equivalente educativo al Santo Grial. Pues no. La tecnología no es intrínsecamente buena ni mala. La clave está en cómo se usa. Darle un portátil a un alumno sin enseñarle primero a estructurar un texto escrito a mano es como darle un coche sin enseñarle las señales de tráfico. La escritura a mano tiene su lugar: desarrolla habilidades cognitivas, motoras y hasta emocionales. Pero tampoco vamos a obligar a los alumnos a escribir sus trabajos finales en papiro. Sentido común. Mucho sentido común.
Nos guste o no, vivimos en un mundo donde las tecnologías emergentes crecen más rápido que las malas hierbas. Pretender educar aislándonos de esa realidad es no solo ilógico, sino irresponsable. Estamos aquí para formar a los ciudadanos del futuro, no para montar exposiciones de arqueología académica. Ignorar la tecnología en las aulas no la hace desaparecer; simplemente deja a nuestros estudiantes en desventaja frente a aquellos que sí tuvieron acceso. Y sé que me hago muy pesado… tener acceso a la tecnología no soluciona nada. Uno puede ser el más cenutrio con y sin tecnología. Solo hace falta ver a algunos personajes relacionados con la educación en las redes sociales montando determinados akelarres.
Así que, para todos los nostálgicos que insisten en apartar la tecnología de la educación, aquí va un consejo: en lugar de intentar mantener las aulas atrapadas en ámbar, ¿por qué no aprendemos a usar las herramientas del presente con cabeza, ética y sentido común? No se trata de inundar las aulas de dispositivos, pero tampoco de convertirlas en islas desiertas tecnológicas. El equilibrio está en entender el contexto, enseñar valores y abrazar lo que el mundo nos ofrece, sin miedo ni tonterías.
Porque, al final del día, la educación no debe ser un museo. Debe ser, siempre, un motor hacia el futuro. Un motor dentro de un vehículo que, teniendo lo mejor del pasado apueste por lo mejor del presente.
Finalmente un detalle… no es malo combinar el ábaco, en el primer acercamiento a determinadas operaciones matemáticas, con la calculadora. Nunca lo ha sido.
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Enseñemos a los alumnos a usar MySpace, o SecondLife o el Messenger, porque cuando dentro de diez años lleguen al mundo del trabajo, ¡esas serán sus herramientas básicas imprescindibles! 😉
Hay herramientas, como la suite de Microsoft, que sigue siendo ampliamente usada décadas después. Pero, más allá de lo anterior, sí que creo que, una vez asumidos los rudimentos en ciertas cosas, la digitalización nunca debe ser un enemigo a batir. 😉
Y del móvil que se le regala a un niño de 8 años hablamos otro día, ¿verdad? La escuela no puede permanecer al margen de lo que ocurre fuera de las aulas. No es un todo o nada. Es usar el sentido común.
¿Qué tiene que ver el móvil, que las familias regalan a sus hijos, con lo que se está comentando en el artículo? Por cierto, yo estoy en contra del uso del móvil en el aula y me parece, a pesar de todas sus potencialidades, perfecta la prohibición que se ha realizado en la mayoría de Comunidades.
Sí, tiene que ver. Nos podemos las manos a la cabeza por el uso de chromebooks en el ámbito escolar, un uso controlado pero luego salen a la calle y tienen un móvil con el que acceder a internet muchas veces sin control, ni de tiempo ni de acceso.
No me refería al uso de móviles en el aula, sino fuera de ella.
Eso no es responsabilidad de la escuela ni de los docentes. Un saludo.
¿ Y qué opinas que desde 1 ESO tengan un crombook para tener los libros en digital?
Un dispositivo como un chromebook para poder tener los libros «enriquecidos» (permite que me sonría) me parece un despropósito. Ya tengo mis dudas en cuanto a la necesidad de tener el modelo uno a uno…
Creo que el problema es que el alumnado está aprendiendo a hacer círculos con dispositivos y aún no ha aprendido a hacerlos con compás o con un canuto. Quien dice hacer un círculo, dice hacer una «o».
Toda la razón. A eso me refiero en el post.