El primer día de vuelta al cole para los docentes. Un evento que, si nos fiamos de las redes sociales, parece ser la reencarnación moderna de la Odisea de Ulises. Pero, ¿de verdad merece tanto bombo y platillo? Dejadme desmenuzar este fenómeno con la seriedad que se merece: ninguna.
¿Realmente es un primer día glorioso el de la vuelta al centro? Es que cada septiembre, sin falta, un porrón de docentes inundan las redes con selfis matutinos, con sus aulas decoradas como si fueran a recibir a la realeza y, los más guais, con sus tazas de café con frases motivacionales que harían sonrojar a Confucio.
Pero, ¿qué pasa con el resto de los mortales? Me voy a permitir compararlo con otras profesiones. Lo sé, solo voy a usar algunas como ejemplo pero, sinceramente, si encontráis alguna parecida a la docencia y a sus actuaciones en la vuelta al curro me lo decís.
Imagínate a Juan, el fontanero, subiendo una foto con su caja de herramientas nueva, con el hashtag #herramientasquemolan, celebrando su primer día de vuelta al trabajo después de unas vacaciones en la playa. Ridículo, ¿verdad? Imagínate que, en lugar de Juan, estoy hablando de Pedro, el contable, compartiendo su emoción por volver a sumergirse en hojas de cálculo con una foto de su calculadora y que haga una publicación en Instagram en la que diga, mientras su lápiz mordido permanece en su oreja, que «hoy es el día en que los números vuelven a tener sentido». Diríamos que está como un cencerro o que ha perdido parte de tornillería por el camino. Y ya no entro en María, cirujana, con un bisturí en la mano, antes de su primera operación después de las vacaciones, posteando que es la hora de cortar por lo sano. Ya os digo yo que no va a hacerlo. Seguro que no.
Entonces, ¿por qué hay un numeroso grupo de docentes que lo hacen? ¿Por qué este sector profesional parecemos necesitar una palmadita en la espalda por hacer lo que se espera de nosotros? Es nuestro trabajo. No estamos descubriendo la penicilina cada septiembre. Esta infantilización no solo es un insulto a nuestra propia profesionalidad sino que también envía un mensaje peculiar: «Mira, estamos emocionados por hacer lo básico de mi profesión».
En el mundo real, la vuelta al trabajo después de las vacaciones es tan emocionante como ver crecer la hierba. Sin embargo, para algunos docentes, parece ser una hazaña digna de un reality show. ¿Podré sobrevivir a otro año de explicar la fotosíntesis? Spoiler: Sí, porque es tu trabajo. Nada tiene que ver lo anterior con las dificultades que entraña el encontrarse con un aula con alumnado heterogéneo, currículo demasiado amplio o material inexistente.
Así que, por muy bonito que sea ese mural de bienvenida o ese café con espuma en forma de libro, recordad: estáis haciendo lo que se os paga por hacer. No es un acto heroico, no es un retorno épico. Es, simplemente, otro día en la oficina… o en el aula, en este caso.
Guardad esa energía para cuando realmente hagáis algo fuera de lo común, como… no sé, enseñar algo que no esté en el plan de estudios o sobrevivir a una clase con un proyector que no funciona. Ahí sí, ahí tenéis cosas para celebrar.
Sigamos con nuestra rutina, especial por trabajar con personas, sin tanto alboroto. Después de todo, el verdadero logro es pasar otro año sin que nuestras profesiones se conviertan en un meme. Es que, al final, lo único que estamos haciendo difundiendo estas cosas en las redes es que se nos considere unos chiquillos por hacer.
No os enfadéis conmigo. Antes de hacerlo, pensad si no llevo un poco de razón en lo que he escrito. Y lo he escrito porque, también para mí, me he creído en ocasiones que lo nuestro no es un trabajo al uso. Pero es que no hay ningún trabajo al uso. Ninguno.
¿Sabéis por qué he publicado el post a esta hora? En primer lugar porque por la mañana no me ha dado tiempo. En segundo lugar porque así reduzco el número de lectores y las collejas digitales que puedan caerme. Cada día que pasa me quiero más.
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