DIME con quién andas y te diré quién eres. Se trata de un refrán, de esos de los que tenemos tantos en nuestra lengua, que indica que, en función de las personas con las que te juntas, puede permitir intuir cómo eres. O, en el caso de la educación, saber cuál es tu pensamiento educativo.
No es malo beber de varias fuentes en educación. A mí me gusta siempre juntarme con personas inteligentes, compartamos o no, planteamientos ideológicos o, en el caso que nos ocupa, educativos. Me encantan los puntos de vista divergentes, la necesidad de no ceñirme a discursos monolíticos y huir de cualquier tipo de sectarismo pedagógico. No me gustan las sectas. No me gustan los modelos que obligan a funcionar todos de la misma manera. No me gustan los señalamientos que se dan, por parte de algunos, cuando uno expresa un pensamiento propio y, en ocasiones divergente, con el que la marca esa falsa religión manipulada.
El problema es cuando unos intereses, lícitos pero deleznables para mi manera de entender la educación, se ocultan bajo capas de buenismo, inclusión o, simplemente, reacción airada contra todos los docentes que no piensen de una determinada manera. No es malo defender la liberalización de la educación, la segregación, a la OCDE y al Banco Mundial. No es malo defender la LOMLOE ni tampoco lo es el querer sacar dinero de la ubre, cada vez más gruesa debido a fondos europeos sin control, de la vaca pedagógica mercantilizada. Lo perverso es querer encubrirlo bajo una pátina de bondad o querer venderlo como interés en mejorar la educación de todo el alumnado. Esto no funciona así.
En el día de ayer, de nuevo, se volvió a publicar un artículo en los medios en el que, por enésima ocasión en los últimos tiempos, culpabilizaba del fracaso escolar a aquellos que no comulgaban con una determinada manera de ver la educación. Lo de echar las culpas de todo lo que va mal en el ámbito educativo a los docentes, ya es algo que nos cansa a más de uno. Y, al menos en mi caso, no lo digo por el hecho de no reconocer que hay muchísimas cosas que mejorar en la docencia. Claro que hay muchas cosas que mejorar, pero no puede hacerse solo desde la perspectiva de la imposición pedagógica o del misticismo falto de ilustración. Debe hacerse con una ley diseñada, planteada y ejecutada para el bien del alumnado. No para el bien de cuatro. No para el bien, siempre de los mismos porque, no lo olvidemos, las últimas leyes educativas siempre han acabado perjudicando al alumnado más vulnerable. Ese que, curiosamente, los que las defienden, dicen defender.
Lo del artículo de ayer (enlace) y que un determinado colectivo recién creado, con caretas que cada vez disimulan menos los intereses que subyacen tras su creación, lo haya defendido hasta la saciedad, no es ninguna novedad. El liberalismo económico tiene sus adláteres. Adláteres que montan colectivos (poco) inclusivos. Adláteres que, curiosamente dicen que la formación del profesorado no funciona y por ello, curiosamente, se autoforman para trincar dando cursos de formación (algún día alguien deberá analizar nombres y cursos impartidos). Adláteres que tienen orgasmos al leer artículos procedentes del Banco Mundial o de la OCDE. Que dicen a los que vemos cosas raras e injerencias mercantilistas, que lo que vemos son fantasmas. Adláteres que, al final, están haciendo el caldo gordo al desmantelamiento que está sufriendo la educación en este país. Desmantelamiento que no solo afecta a la escuela pública. Desmantelamiento que se está dando a nivel global porque, al final, los primeros en comprar ciertas cosas para atraer «clientes» fueron los centros privados.
Todos los datos indican que los iluminados solo traen desgracias a la educación. Iluminados que se retroalimentan y encubren sus intereses bajo múltiples capas de desodorante para encubrir realmente ese hedor que tienen sus ideas educativas. Censores de todo el pensamiento divergente. E incapaces, más allá de hacerlo por imposición y del disimulo, de reconocer que la culpa de lo que sucede en educación no es, en caso de trabajar en las aulas, de sus compañeros. Hay factores que tienen una mayor influencia.
Estos días hemos conocido que en Cataluña los niveles de «competencia» de su alumnado ha caído en picado. Son ya muchos años con la Fundación Bofill y sus esbirros de Escola Nova 21, infiltrados hasta la médula en el Departament, deshaciendo todo lo que suponía tener una escuela avanzada, envidiada por muchos y con una formación de alto nivel para su alumnado. Y eso se nota. Eso sí, algunos siguen sin mencionarlo y, en cambio, lo que sí que aplauden es una entrevista de un tipo, denominado experto por los intereses económicos, que es solo una rama más de un gran entramado muy poco educativo. Es lo que tiene formar parte de una secta de mercantilización educativa. Que o se está en bloque o, simplemente, sobras.
Cuando algunos llevamos años naufragando en las redes sociales, acabamos conociendo bastante bien a determinados personajes. Esos que, curiosamente, son muy amigos de hacer bandos y cavar trincheras porque, más allá de las arengas y de determinadas letanías muy cansinas, poco pueden aportar a la educación.
Dedico este post a todos aquellos docentes que, por suerte, miran primero por su alumnado y después por los intereses de la OCDE. Es que, sinceramente, decir que la culpa de lo que está sucediendo en el ámbito educativo no es culpa de determinadas agendas, ideologías e intereses económicos, cargando sobre los docentes la culpa de «no querer actualizarse», «no querer formarse», «no haberse leído la LOMLOE» o «ser unos rojipardos», ya no cuela. No cuela para esas personas inteligentes que, por suerte, pueblan la mayoría de nuestros centros educativos ejerciendo, con los limitados recursos que tienen, su profesión.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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