Ayer tuve la primera Junta de Evaluación en un curso en el que se aplica la LOMLOE. No entendía nada. No entendí el discurso de algunos defendiendo «que el contenido no debe importar». No entendí la rendición absoluta de todos los miembros de esa Junta, disertando acerca de cuestiones que no tienen nada que ver con la mejora educativa. Por cierto, me añado. Yo pasé de decir nada. Para qué hablar. Al final, por hablar en determinados lugares, te acaban señalando y mirando raro. Y, sabéis qué, cada perro que se lama su pijo. Si alguno tiene hijos en edad escolar que se apañe. Yo miraré por mi hija. Ella, por suerte, estudia en un centro público muy pequeño y, al igual que se libró de las clases en días alternos por la pandemia, también se va a librar de esto. Además, por suerte, tiene una familia que podemos permitirnos ciertas cosas.

La LOMLOE es una ley educativa diseñada por auténticos enfermos. Es ininteligible, habla de cuestiones indefendibles, es totalmente imposible de evaluar siguiendo los criterios que marca y, por desgracia, es la primera ley educativa que valida ciertas imposiciones metodológicas. No me vengáis con que las otras lo hacían. La de ahora es criminal y demencial a partes iguales. Ya no es solo la ley, es el espíritu que subyace tras la ley. Defendida en exclusiva en las redes sociales y los medios por algunos que, o bien su única neurona se ha vendido a la ideología de quienes han redactado la ley o trincan de la misma. Es que solo hace falta ver quién da cursos de aplicación de la LOMLOE y ver sus intervenciones en las redes sociales. Es que lo aciertas seguro. Además se aprovechan de tener un colectivo docente que, por desgracia, cada vez es menos colectivo y acaba pensando, tal y como he explicado antes, más en lo que les afecta directamente a nivel familiar que en otra cosa. No digo que demos mal la clase ni que no atendamos al alumnado lo mejor que podemos y sabemos. Digo que pasamos de luchar contra ciertas cosas. No solo en el ámbito educativo.

Estoy cansado de luchar contra gigantes. Me causa pánico ver, tal y como me dijeron ayer, que una profesora de Filosofía esté dando Matemáticas, Ciencias Naturales y Tecnología en primero de ESO. Bueno, no me lo dijeron solo. He visto el horario de un alumno de ese centro educativo de primero de ESO y puedo confirmarlo. Ya no entro en los enfermos que, en las redes sociales, dicen que todo el mundo es capaz de dar cualquier cosa. Inútiles creyendo que con inútiles se arregla la educación. Docentes, algunos, a los que se les ha ido totalmente la pinza. O, repito, se sacan una pasta con los cursos de formación. Es que, al igual que un maestro me dijo ayer que cualquier persona con Bachillerato podría dar cualquier asignatura de primero de la ESO, también se intuía el trinque cuando uno, de esos formadores que están en todas partes, dijo que como la formación que le daban no le gustaban, aprendió «de la nada» y ahora es formador. Es que todo cuadra.

Si a las familias les da igual. O no les da igual, pero tampoco entienden qué está pasando. Si a la inmensa mayoría de docentes, vapuleados hasta la extenuación con numerosas leyes educativas, lo único que nos interesa es dar clase lo mejor que sabemos e intentar que la burocracia no nos salpiqué más que los chorros que nos están cayendo. Si, al final los únicos que hablan y tienen a los medios a su disposición, son los cuatro descerebrados, los dos que trincan y los que no saben ver más allá de las siglas de su partido político, ya podemos decir que esto se ha acabado. Para mí, sinceramente, se ha acabado. Y no pasa nada. Mi hija, repito, tendrá la ayuda que necesite a todos los niveles. Si alguno tiene la mala suerte de no tener esa ayuda en casa, pues van a joderle la vida. Sí, esos defensores de la LOMLOE. Esos que aplauden a rabiar ante tanto despropósito legislativo junto. Esos que siempre van a intentar justificar cualquier cosa.

Es que, viendo que algunos justifican la ley que va a acabar definitivamente con las posibilidades del alumnado más vulnerable, como la mejor ley para la inclusión, la equidad o cualquier otra cosa, mientras las ratios aumentan cada día que pasan, los docentes acaban siendo menos especialistas de lo suyo, los papeles aumentan hasta el infinito y se tira el dinero a espuertas en cursos de formación de pseudociencias, defensa de la LOMLOE o en proyectos que nadie sabe qué utilidad tienen en un centro educativo y para el alumnado del mismo, para qué vas a cuestionárselo. Es que no puedes. No puedes luchar contra los que pretenden imponer, al igual que antaño, una Formación del Espíritu Nacional porque, contra la irracionalidad no hay argumento que valga. Y algunos se han apropiado de ciertas palabras, como la equidad, la inclusión, la innovación, la modernidad,… para manipularlas a su antojo porque, estar en contra de ellos, ya te incluye, por defecto, en el bando equivocado.

Defensores de la LOMLOE… ¡estáis enfermos! Tanto o más que los defensores de algunas cosas de las anteriores leyes educativas. Y recordad que, con vuestra enfermedad, sea mental, ideológica o disimulando con la misma el trinque, a los que estáis perjudicando son a miles y miles de alumnos que están en las aulas. Pero, como es lógico, un enfermo no sabe que lo es. Y, tal y como sucedía en una de las últimas películas que he visto, cuando lo acaba sabiendo ya es tarde.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉


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