Resulta curioso que ayer, gran parte de mi timeline en Twitter, se dedicara a afirmar que determinadas colas de gente para votar en determinados barrios de Madrid iban a garantizar el triunfo de un partido u otro. Me da la sensación que hay muchos que ven las cosas como les gustaría que fueran y no como son. Y que además se confunden, creyendo que la sociedad es una masa informe, formada por colectivos muy monolíticos, que van a hacer lo que ellos creen que deben hacer.
Pues va a ser que no. En la sociedad hay gente diversa. Hay opiniones diversas. Hay personas que, por el motivo que sea, tienen una ideología u otra. No es malo. El pensamiento único, aunque a algunos nos planteemos que todo el mundo deba pensar como nosotros, es algo nocivo. Es nocivo para cualquier sociedad. Es simplemente tener ganas de hacer un poco de revisionismo histórico para ver qué ha sucedido cuando se intentó implantar un pensamiento único. Por cierto, tampoco es válido asociar que uno sea bueno o malo en función de sus opciones políticas. Es más complicado que eso.
Hay, centrándonos en nuestro colectivo, tenemos docentes muy diversos, tanto ideológicamente como a nivel de creencias acerca de qué y cómo deberían hacerse las cosas en el aula. Además, en este caso también se basa mucho en bloques. Bueno, los bloques los dejo para las redes sociales y la falta de matices que incluyen. La verdad es que es todo mucho más complicado. Y, aunque a algunos les sorprenda oírlo, hay docentes que votan a partidos de «derechas» y partidos de «izquierdas». Incluso hay docentes independentistas y otros que no lo son. Va, rizando el rizo… hay docentes de la pública que defienden la existencia de los conciertos educativos. Es que, vuelvo a repetirlo, no es todo tan simple como nos gustaría.
Hay determinados modelos educativos que triunfan porque hay docentes que creen en ellos. Las inteligencias múltiples triunfan en muchos cursos de formación porque hay docentes que van a esos cursos y creen a pies juntillas en lo anterior. Otros creen en que todos lo hacen mal menos ellos. De esos también hay una parva. Incluso, en alguna ocasión, todos hemos tenido esa percepción. Y eso es algo que, a lo mejor deberíamos revisar. Pero, como he dicho siempre, es más cómodo jugar a los bloques y plantearse que todo el mundo debe ser igual que nosotros. Algo que es tan triste como nefasto.
En mi familia somos varias generaciones de docentes, bastantes de ellos en activo. No pensamos siempre igual. No votamos a los mismos partidos. No tenemos la misma concepción de lo que debe ser la educación pública. Tenemos experiencias diferentes. Nuestras vivencias hacen que hayamos modelado nuestra perspectiva conforme van pasando los años. En mi caso, habiendo criticado por activa y por pasiva a la administración educativa, ahora estoy en esa zona que no era tan negra como pensaba que era. Claro que hay cosas que sigo pensando que no me gustan. Además lo digo siempre en voz alta. Pero he pasado de enrocarme en yo, lo mío y el tengo siempre razón, en ver que hay diversidad de opiniones. Opiniones y maneras de hacer tan válidas o tan poco válidas como las mías. No sé si me explico.
La sociedad por suerte es diversa y, los docentes al formar parte de esa sociedad, también lo son. Además en el caso de la docencia es complicado saber qué puede o qué no puede funcionar en el aula. Hay cosas que chirrían y deben denunciarse abiertamente. Se debe luchar contra cierta magufería imperante en ciertos posicionamientos pero, más allá de lo anterior, quizás deberíamos flexibilizar nuestras posturas.
Volviendo a lo de ayer. Estoy convencido de que hubo docentes madrileños que votaron por el PP, otros por el PSOE, otros por Más Madrid, otros por Podemos, otros por VOX e, incluso otros por partidos que no han obtenido representación. Y el que se piense que todos los docentes de la pública van con camiseta verde, votando a opciones de izquierdas, o que todos los que trabajan en centros privados van a votar por el PP se equivocan. Hay, por suerte, diversidad en el voto. Y eso, a pesar que hayan ganado o no los más afines ideológicamente a mí, es algo que me parece muy positivo. Otra cuestión es que después se hagan cosas que se deban o puedan criticar. La heterogeneidad, al igual que es buena en los centros educativos, lo es en los docentes. Qué triste sería que todos pensáramos igual. Qué triste sería que pensáramos que alguien es mejor o peor por pensar igual que yo, tener unos determinados gustos sexuales o un determinado color de piel.
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