No me gustan las pruebas estandarizadas. Es una visión personal y nada científica. Que no me gusten esas pruebas, por desgracia, no impide que defienda su inexistencia o que excluya la necesidad de un uso de las mismas. Necesitamos saber qué está pasando con nuestro alumnado y detectar si hay o no motivos para realizar determinados cambios. Además, al no ser el alumnado tornillos, es lógico que establezcamos algún sistema para saber cuánto aprenden y cuáles son los déficits de aprendizaje que tienen.

Vamos a ser un poco serios. Aquí todo el mundo que critica las pruebas estandarizadas está, curiosamente, a favor de las pruebas estandarizadas que detectan determinados problemas médicos o, en el caso del alumnado, determinados trastornos o problemáticas. Si invalidamos las pruebas estandarizadas las eliminamos todas. O, ahora va a resultar, que hay pruebas estandarizadas que sirven y otras que no. ¿No será más una cuestión de diseño que de utilidad o del uso/aplicación de las propias pruebas una vez realizadas? A ver si va a ser eso.

Ya os he dicho al principio que mi opinión es que esas pruebas no me hacen tilín. Que lo de usar PISA alegremente me genera, como he dicho en más de una ocasión en estos últimos años, bastante alergia. Eso sí, lo que no podemos negar es que esas pruebas aportan indicadores acerca de ciertas cosas y nos permiten, más allá de las intuiciones, de lo que diga yo o de lo que diga el pedagogo de guardia, poder tomar algunas decisiones. O confirmar si las intuiciones son más o menos ciertas. Ese es el valor de las pruebas estandarizadas. Un valor que, por cierto, queda anulado si esas pruebas no tienen efectos académicos sobre el alumnado.

Tener precaución a la hora de establecer pruebas estandarizadas, porque pueden tener sus efectos negativos, tal y como expliqué aquí, no implica que debamos prescindir de esa herramienta. A más herramientas de las que dispongamos, más evaluaciones realicemos o más indicadores obtengamos, más podremos saber qué funciona y qué no funciona en educación. Es que sin medir, o solo midiendo de forma subjetiva, tal y como proponen algunos, no conseguiremos mejorar nada. Y estaremos estancados en dimes y diretes, basados en percepciones personales, con discusiones y relatos de barra de bar.

Por cierto, a diferencia de lo que dice Manuel, acerca de que «existen toneladas de literatura sobre los efectos negativos de las pruebas estandarizadas», yo solo estoy encontrando investigaciones que hablan de sus bondades. Debe ser, como siempre sucede, mi sesgo particular.

Fuente: https://twitter.com/nolo14/status/1775444049488404766

Por cierto, dentro de esa amplísima tonelada de literatura que defiende el uso de pruebas estandarizadas y habla de sus beneficios, está el libro de Phelps que incluye cientos de enlaces a investigaciones científicas. Sin olvidarnos, claro está, de la nada despreciable opinión mayoritaria de psicólogos españoles que defienden el uso de pruebas estandarizadas para poder detectar y tomar decisiones acerca de cómo trabajar con, entre otros, el alumnado en las aulas (Muñiz, A. y Fernández, F., 2020) o, curiosamente, del trabajo de Elliot y Neergard (2012) en el que, curiosamente, hablan de que el alumnado más beneficiado por las pruebas estandarizadas es el alumnado con necesidades educativas especiales. Ya no digamos lo que dicen Wang et al. (2006) en el que se resumen los debates acerca del uso de pruebas estandarizadas elaborando una síntesis crítica de las pruebas multidisciplinares disponibles, incluidas las investigaciones educativas, psicométricas, socioculturales y neurocognitivas. Os lo recomiendo y lo podéis encontrar libre por internet. Es fantástico. A veces, la realidad se empecina en dar bofetadas a las creencias de uno. Y no pasa nada. Lo importante es aprender de ello y saber cambiar de opinión.

¿Hay toneladas de literatura que dice que los efectos negativos priman sobre los positivos en el uso de pruebas estandarizadas para el aprendizaje? Pues parece que, salvo cuatro artículos que he encontrado, algun bloguero que da su opinión y los mensajes en las redes sociales de algunas personas, no. Seguiré buscando…

Bibliografía

Doe, C., Cheng, L., Fox, J., Klinger, D., & Zheng, Y. (2011). What has experience got to do with it? An exploration of L1 and L2 test takers’ perceptions of test performance and alignment to classroom literacy activities. Canadian Journal of Education, 34(3), 68–85.

Ebrahim, F. (2005). Advantages of Standardized Testing [Review of the book Defending standardized testing, by R. P. Phelps]. PsycCRITIQUES, 50(26). https://doi.org/10.1037/051631

Elliott, S. N., Kurz, A., & Neergaard, L. (2012). Large-scale assessment for educational accountability. In K. R. Harris, S. Graham, T. Urdan, A. G. Bus, S. Major, & H. L. Swanson (Eds.), APA educational psychology handbook, Vol. 3. Application to learning and teaching (pp. 111–138). American Psychological Association. https://doi.org/10.1037/13275-006

Muñiz, J., & Fernández-Hermida, J. R. (2010). La opinión de los psicólogos españoles sobre el uso de los tests [Spanish psychologists opinions on test use]. Papeles del Psicólogo, 31(1), 108–121.

Phelps, R. P. (Ed.). (2005). Defending standardized testing. Lawrence Erlbaum Associates Publishers.

Wang, L., Beckett, G. H., & Brown, L. (2006). Controversies of Standardized Assessment in School Accountability Reform: A Critical Synthesis of Multidisciplinary Research Evidence. Applied Measurement in Education, 19(4), 305–328. https://doi.org/10.1207/s15324818ame1904_5

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