Igualitarismo educativo

No puedo menos que preocuparme al leer el discurso de algunos docentes que dicen “que no deben mandarse tareas para casa, porque esas tareas solo van a beneficiar al alumnado con apoyo familiar”. Una variante de “no se deben hacer cosas que impidan la equidad”, como concepto que también dispone de sus múltiples viñetas demagógicas para apuntalar el mismo.

Fuente: Desconocida

El problema de ese discurso es que esa “igualdad forzada”, tal y como se muestra en la viñeta, acaba perjudicando a ese alumno que, pudiéndolo ver mejor, se le quita una caja para dársela a uno de sus compañeros. Es decir, que la equidad en educación consiste en perjudicar a otro alumno que puede hacer más y no pensar en el alumno que está en el medio. No lo digo yo. Es lo que dice esta viñeta que tanto reproducen algunos en las redes sociales. Y si a ello le asociamos el discurso de que no debemos hacer actividades que impidan que algún alumno destaque porque, en caso de sus compañeros de pupitre, habrá algunos que no podrán realizarla, ya estamos haciendo un discurso de inequidad absoluta. Siempre me he preguntado por qué llamarlo equidad cuando realmente lo que quieren decir es igualitarismo. Un igualitarismo llevado al extremo que representa la siguiente viñeta. Sí, las viñetas siempre dicen lo que uno quiera demostrar.

Fuente: https://www.e-faro.info/

Esta falsa equidad, alentada por las decisiones políticas que se toman en el ámbito educativo y aplaudida por un numeroso ejército de groupies, es lo que lleva a manipular ciertos debates.

Por cierto, para aquellos a los que les interese leer evidencias acerca de qué ha supuesto esta “equidad” (bueno, igualitarismo) que se está llevando a cabo desde hace mucho en Estados Unidos, tan solo les enlazo el siguiente artículo científico de Persson, C. y Stanley, J.C. titulado “INEQUITY IN EQUITY: How “Equity” Can Lead toInequity for High-Potential Students“. Un artículo que empieza de la siguiente forma:

En las últimas tres décadas, el logro de oleadas de estudiantes estadounidenses con alto potencial intelectual ha disminuido como resultado de la inequidad en el tratamiento educativo. Esta desigualdad es el resultado de una forma extrema de igualitarismo dentro de la sociedad americana y las escuelas, que implica la oposición de la equidad a la excelencia, en lugar de promover la equidad y la excelencia, del anti-intelectualismo, la “banalización” del plan de estudios, haciendo equivalentes la aptitud y logros en los test con elitismo, la atracción a las modas por las escuelas y la insistencia de las estas para enseñar a todos los estudiantes con el mismo currículo y  al mismo nivel. En este artículo proporcionamos recomendaciones para crear cambios positivos: recomendaciones que enfatizan la excelencia para todos, que requieren una respuesta a las diferencias individuales, y que sugieren basar las políticas educativas en hallazgos de investigación bien fundamentados en la psicología y educación. Las políticas educativas que no tienen en cuenta la amplia gama de diferencias individuales entre los estudiantes, como lo hacen muchas de las que están actualmente entre nosotros, están condenadas a ser ineficaces.

No, no hay igualdad en las condiciones de partida de nuestro alumnado. No, no hay igualdad en las capacidades de nuestro alumnado. No, no hay igualdad en el contexto en el que se mueve nuestro alumnado. Por tanto, lo que debemos hacer es, en lugar de ir quitando cajas al alumnado que más destaque o con más potencialidades, ir poniendo mecanismos para que todos puedan tener las mejores posibilidades de futuro. No se van a abocar recursos para hacer esa equidad unicorniana que pretenden algunos y entonces se obliga a que la equidad se dé siempre perjudicando a los que podrían con la ayuda de la escuela, o a los que podrán con independencia de la función de la escuela. Y eso es un discurso muy peligroso porque en una sociedad desigual, con discursos de falsa inclusión y equidad, lo único que hacemos es perjudicar a gran parte de nuestro alumnado. Bueno, a todo porque, al final este discurso igualitarista, acaba también perjudicando a los que más ayuda necesitan, limitándoles la posibilidad de subirse a ese ascensor social tan falto de revisiones periódicas.

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