Hoy, después de semanas de mucho trabajo, amenizado por racionamientos pandémicos de mi libertad, me siento gurú. No me siento cualquier cosa. Me siento gurú. Gurú con todas las letras. Sé que solo tiene cinco pero valen por billones cada una de ellas. Además, dentro de nada, a nivel legal, podré poner en mi DNI… de profesión gurú. Reclamo una ley que me permita cambiar de profesión cuando me apetezca. Si hoy me levanto gurú, ninguna relación contractual puede decirme a mí que no lo soy. A ver, si algunos se autodenominan coaches, influencers o expertos y no voy a poder yo, dentro de mis libertades, declararme lo que me salga de los testículos. Si no los tuviera o tuviera uno como Paco «el que murió en la cama», también me gustaría autodeclararme gurú o gurusa. Gurusear no depende del sexo, de la raza ni de la religión. Va de cómo se siente uno. Y hoy, como ya os he dicho al principio de este post, me siento gurú. Un gran gurú.
Contra las ilusiones y las creencias de uno no puede contraponerse nada. Ni objetivo ni subjetivo. Si digo que soy gurú, soy gurú por la gloria de mi madre. O por la de mi padre, no vaya a ser que alguien me acuse de feminista -o feminazi- a estas alturas. Que hasta hay miembras del miembro y miembros de las miembras. Es que, vamos a ser claros, si uno puede ser hoy de Podemos, mañana de VOX y al siguiente de Ciudadanos, va a ser que yo no voy a poder declarar mi gurusismo cuando y como yo quiera. Reclamo mi derecho a hacerlo. Por Tutatis o por ese que obliga a llevar coladores en la cabeza a sus adeptos. Es que si hoy quiero ser del Barça y mañana del Madrid es mi decisión. Frigo, perdón Figo, también pudo hacerlo. Incluso, para aquellos que habláis de Portugal con desprecio os voy a poner el ejemplo del patrio Luis Enrique como gran camaleón. Madrid, Barça y seleccionador español. Muy español y mucho de bandera. Bueno, igual que esos que se van a Andorra para disfrutar de su sanidad y sus bancos. Libertad, libertad,… sin ira libertad.
Estoy escribiendo este post y me estoy sintiendo cada vez menos gurú. No pasa nada. Si no me siento gurú, me sentiré influencer. O, simplemente, experto en cualquier cosa que se me ocurra. La verdad es que esto de poder decir cómo me siento en cada momento y poder pontificar -o simplemente mear de pie o sentado- sin que nadie pueda meterse conmigo por ello tiene su qué. Dejadme disfrutar de mi tiempo como gurú. Un tiempo que gestiono yo. Mañana a lo mejor me despierto menos gurú y más taza de mister Wonderful. Y eso es muy grande. Mucho.
Hay gente que me quiere mal y me incentiva a escribir ciertas cosas. Así que, hoy las culpas para Abel. Yo hoy estoy en un estado superior a vosotros 😉
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