Lo reconozco. Hoy la he vuelto a cagar. No es porque se me haya interpretado mal. No es porque no me haya podido expresar mejor. No es por nada de lo anterior. Es, simplemente, por el hecho de que hay plataformas en las que el debate es imposible. Menos aún la argumentación o huir de convertirlo todo en una cuestión personal. Hablo por mí. Hablo por otros. Generalizo. Sí, tiendo a generalizar lo que me interesa y considero casos aislados lo que no cuadra con mi visión. Una visión, por cierto, totalmente subjetiva acerca de todo. Incluso de mi profesión.
A diferencia de algunos que muestran su patita de misóginos, homófobos, racistas o fascistas (con independencia de que se autodefinan de derechas o de izquierdas), algunos vadeamos por muchos lugares antes de acabar hundiéndonos. Y no hay peor hundimiento que el que sabes que va a darse. Joder, si lo del choque del Titanic contra el iceberg antes de ver la película lo teníamos todos claro. Aún así pensábamos en que habría giros del guion. Pero no, la realidad se empeña en ser muy tozuda. No solo la realidad. También esa realidad que algunos han/hemos intentado explicar en la red del pajarito. Sí, aunque no os lo creáis, es mucho más fácil el debate en Facebook que en Twitter. Twitter, por desgracia, es una barra del bar con exceso de gel hidroalcohólico consumido mezclado con coca-cola o fanta limón.
No se puede abrir debates acerca de percepciones personales. He salido hoy de Twitter con la sensación de que en los colegios solo había maestros sádicos que molían a hostias al alumnado. Molienda que, según muchos docentes tuiteros (ni la mayoría ni, por suerte, con ninguna relevancia salvo para cuatro gilipollas que creen que las redes sociales sirven de algo más allá de para ahorrar en psicólogos) era algo habitual. Incluso repiten hasta la saciedad que se da de forma habitual actualmente. Ya si queréis hablo de aquellos que defienden la hostia como mejora educativa. Hay de todo en la viña del Señor pero, por suerte, es todo un trampantojo de la realidad.
Los medios y las redes sociales han conseguido implantar miedo y visiones falsas de la realidad. Ahora ya extrapolo el tema puramente educativo a otros ámbitos. Bombardeos incesantes de ciertas cosas, manipuladas por subjetividades de todos, hacen que determinadas bolas vayan incrementando el volumen de nieve que llevan. Creo que hay una palabra en inglés para el concepto. Lamentablemente ahora no me viene a la cabeza ni me apetece buscarlo en Google.
Se me ha ido el debate de las manos. Algunos han aprovechado, como siempre sucede, para hacer/se sangre. Otros hemos caído en la espiral de la violencia dialéctica que genera una red montada para ello (o como herramienta de mercadotecnia). Es lo que tiene la red del pajarito azul. Es lo que tiene entrar al trapo. Es lo que tiene que haya gente que no mire qué se dice y sí quién lo dice. Antes que nadie me hable de escaqueo, no me estoy escaqueando en ningún momento. Reconozco mis errores y sé que volveré a cagarla. No se han interpretado mal mis palabras. He dicho lo que he dicho. ¿Matizaría? Quizás, pero no se puede matizar cuando solo hay la opción de jugar al blanco o al negro. Son unas reglas de juego que ha montado un algoritmo que desconozco. Y que nunca voy a conocer.
¿Debería disculparme por haber abierto el debate acerca de si en la EGB se daban tortazos o no? Pues no. Lo que sí que puedo es entonar el mea culpa por haber seguido la linde cuando el linde se ha acabado. Es lo que tiene ser tonto. Bueno, es lo que tiene ser muy tonto. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra. No voy a ser yo el que lo haga.
Por cierto, hoy no van a haber más tuits. Sé cuando he llegado a mi límite. De algo tiene que servir llevar unos años recibiendo hostias digitales. 🙂
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