No entiendo las ganas de algunos de hacer daño continuamente en (casi) todas sus intervenciones en las redes sociales. No entiendo el acoso y señalamiento que, desde hace un cierto tiempo, algunos están haciendo habitualmente en casi todas sus publicaciones en las mismas. No entiendo tampoco que, en un sector que debería estar tan sensibilizado con el bullying como el docente, se den habitualmente esas situaciones de forma repetida entre compañeros. No lo entiendo.
Bueno, miento. Las redes sociales sacan lo peor de uno. La moderación se asocia con equidistancia. El incentivo máximo es conseguir interacción y seguidores. Hay algoritmos que gestionan lo anterior muy bien. Burlarse del físico, burlarse de la manera de entender la educación, burlarse de todos aquellos que opinan diferente a uno es algo muy fácil de hacer. Y engancha. Por eso y por el acoso recibido me largué de X. Me estaba volviendo igual que algunos a los que detesto en sus formas y en cómo insultan, señalan, acosan y amedrentan, lanzando a sus huestes, a aquellos que no piensan como ellos.
Hay un modelo mediático digno de análisis. La viralización solo se produce cuando las publicaciones son controvertidas. Comparad los números entre publicaciones controvertidas y publicaciones en las que se comparten experiencias, tutoriales o, simplemente, estrategias para el aula. ¿Lo habéis hecho? Pues, simplemente, se constatan muchas cosas.
Nadie es un ser de luz. Nadie es incapaz de caer en estas malas prácticas. Nadie puede aislarse de un modelo social en el que se está potenciando, gracias a ese intercambio rápido, desde el anonimato o la distancia, insultos, bulos y, lo que es peor, medias verdades en las que se obvia todo lo que rompe el relato de uno.
Sé que soy el menos indicado para pedir que nadie cambie su modus operandi cuando publica cosas en sus redes sociales. Sé también, como ya he dicho, que en ocasiones he sido partícipe en rifirrafes sin ningún tipo de sentido que, al final, lo único que han hecho han sido mostrar mi peor faceta o he acabado perdiendo los papeles cansado de determinados ataques personales. Es muy triste haberlo hecho. Eso sí, es mucho más triste no darse cuenta de que uno lo sigue haciendo.
Hay bullying en las redes sociales. Hay docentes de todas las etapas educativas que participan en ese ciberbullying. Y sí, puede llegar a afectar a las personas. Algunos obvian que tras las cuentas en las redes sociales hay personas y, al final, todos esos inputs que se reciben a diario afectan.
Dedico el artículo de hoy a los que no se han dejado llevar por la corriente tóxica de las redes sociales. A aquellos que jamás han actuado como yo, ni que actúan como están haciendo otros en la actualidad. En esto es muy fácil mezclar a las víctimas con los verdugos. El problema es que hay verdugos que, por mucho que vayan de víctimas, están haciendo mucho daño.
Quizás me haya hecho mayor o haya aprendido de la experiencia pero, sinceramente, no entiendo tanto empeño en hacer daño por parte de algunos. Menos todavía cuando son personas relacionadas con la educación. Salvo, claro está, que tengan una vida muy mediocre o, simplemente, no tengan vida. Se puede dejar que te ayuden. Intentadlo. Se puede salir de esta espiral tóxica que, por lo que estoy leyendo estos últimos días en el poco tiempo que tengo, cada vez va a más por parte de algunos.
¿Sabéis lo que más me duele del artículo que acabo de publicar? Que lo usen algunos para hacerme o hacer daño a terceras personas retorciendo, interesada y sesgadamente, lo que he escrito. Y sé que lo van a hacer.
Descubre más desde XarxaTIC
Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.