Hace más o menos una hora, mientras estaba esperando un nuevo TAC, que me han llamado para proponerme, dentro de unas actividades formativas que montaba una Universidad, si quería dar una ponencia «magistral» acerca del uso de la IA en el ámbito educativo. He de reconocer que me ha hecho ilusión la llamada pero, aparte de rechazar la oferta, tanto por motivos personales como profesionales, voy a permitirme escribir unas líneas para reflexionar acerca de la IA en el ámbito educativo.

En primer lugar me gustaría hablar de los expertos en IA. Para ser experto en IA y poder impartir formación de calidad, uno debería saber de algoritmos y procesos de gestión de la información. Los perfiles son muy técnicos y es por ello que no creo que muchos de los que se consideran expertos puedan ser considerados como tales. Sé que lo he dicho en alguna ocasión. Incluso escribí un artículo alertando de la proliferación de gurús de la IA. No existe, a día de hoy, más de una decena de personas en nuestro país que puedan considerarse expertos en el uso de la IA en el ámbito educativo.

Es muy complicado saber de IA. Es muy difícil estar al tanto de todas las novedades que, a diario, surgen dentro del ecosistema de la IA. Pero, lo que es más complicado es saber, como he dicho antes, de algoritmos y, a su vez, de uso y gestión de las herramientas para ser usadas en el aula. Saber hacer un trabajo o crear un resumen usando ChatGPT es harto sencillo. Saber crear una imagen e, incluso un vídeo, de una calidad aceptable, también. Incluso es sencillo el hablar de protección de datos y ética del uso de la IA. Harina de otro costal es hablar en profundidad de la IA y tener conocimientos, amén de capacidades, para formar o informar a personas relacionadas con la educación.

Sé que hace algunos años estaba de moda el enseñar a flippear un aula. Ya no entro en aquellos que sabían hacer una WebQuest y vendían el procedimiento. Incluso había formadores de formadores de formadores de JClic. Pero, al final, lo que sucede es que es muy complicado saber de lo que se habla y hablar de oídas de cosas que, por ser un poco chapucillas, acabas autoaprendiendo.

Yo no soy experto en IA. No sabría, con decoro, hacer una clase magistral de IA. No me atrevo tampoco a hablar de algoritmos o saber el funcionamiento de los ordenadores que tienen que mover cientos de miles de instrucciones cada milisegundo. No llego a ese conocimiento. Eso sí, puedo enseñar a alguien a usar Copilot, ChatGPT o Grok. Y eso no hace que mi formación sea la más adecuada para ello.

La IA es un concepto nuevo. Incluye una gran cantidad de cosas que subyacen tras el uso de la herramienta. Si lo que pretendemos es hacer una situación de aprendizaje o una memoria usando la IA, al final hay suficiente con un tutorial en YouTube. Si queremos ir más allá, necesitamos a alguien que sepa mucho, tanto a nivel de IA como a nivel de pedagogía para saber explicar y trasladar sus conocimientos a los que va a formar.

Lo he dicho al principio. En nuestro país se pueden contar con los dedos de las dos manos (y estoy siendo optimista) las personas capacitadas en IA que tengan suficiente conocimiento para poder formar a docentes.

Otra cuestión es que hay otros a los que les suena algo, han hecho cuatro pinitos con alguna herramienta y ya saben algo más que sus compañeros. Y esos son chapucillas (dicho con mucho cariño) de IA. Unos chapucillas que, por mucho que lo intenten, tienen un límite por arriba que viene por su formación académica y sus capacidades. Unos chapucillas que, con toda la buena intención, van a poder echar una mano pero que, a la postre, no dejan de ser unos chapucillas que han trasteado con algunas cosas.


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