En los últimos años se ha instalado un discurso curioso. Lo perverso no es rebajar las expectativas en Secundaria, sino mantenerlas. Según algunos gurús, exigir rigor es opresión; pedir silencio, disciplina y esfuerzo es traicionar al alumnado. La receta, nos dicen, es infantilizar la Secundaria. Convertir institutos en guarderías extendidas donde todo se suavice, donde la frustración se elimine y donde lo académico se reduzca a algo liviano, casi anecdótico. Suena amable, incluso progresista. Pero la investigación apunta a lo contrario. Infantilizar a los adolescentes no los protege, los condena.

Un ejemplo claro lo encontramos en la revisión sistemática de Evans et al. (2018). El trabajo analiza el impacto académico y psicológico del paso de Primaria a Secundaria. El hallazgo es tozudo. Cuando la transición reduce el rigor, se difuminan las normas y se rebajan expectativas, el rendimiento académico cae y los estudiantes experimentan más inseguridad. No es la exigencia lo que daña, sino la ausencia de ella.

Algo parecido señala un informe reciente de FutureEd (2023). Relajar los estándares puede parecer compasivo, pero los más perjudicados son precisamente los estudiantes con más dificultades. Si lo básico se convierte en opcional, lo básico deja de aprenderse. Y los alumnos que no cuentan con apoyo externo se hunden todavía más.

La motivación también se resiente. Smith et al. (2023) muestran cómo la motivación académica disminuye durante la adolescencia, especialmente en contextos con poca exigencia. Cuando todo se hace fácil, el alumnado deja de esforzarse y, paradójicamente, pierde interés. El reto, bien planteado, motiva más que el recreo permanente.

La importancia del rigor se ha subrayado también en estudios centrados en la escuela media y la secundaria. Tinkel (2016) alerta de que un entorno “light”, con poca exigencia intelectual, genera aburrimiento y desafección. Los alumnos necesitan saber que lo que hacen importa, que el listón no se ha rebajado hasta la irrelevancia. Y no hablamos de autoritarismo, sino de expectativas claras, coherencia y acompañamiento.

El rigor, lejos de ser enemigo de la inclusión, puede ser su mejor aliado. Desde el MIT Teaching & Learning Lab se insiste en que el rigor entendido como desafío intelectual —acompañado de apoyos adecuados— es inclusivo, porque hace crecer tanto a los alumnos rezagados como a los aventajados. Rebajar el listón, en cambio, solo genera más desigualdad (MIT TLL, 2020).

Infantilizar la Secundaria no significa solo pintar las paredes de colores. Implica efectos concretos:

  • Bajo rendimiento académico: la investigación muestra que la reducción de estándares se traduce en peores resultados.
  • Desmotivación: sin reto, el alumnado pierde interés.
  • Desigualdad: quienes más apoyo necesitan son los primeros en quedar atrás.
  • Fragilidad ante la vida real: universidades y trabajos no rebajan expectativas al nivel de la escuela.

La evidencia es clara. Lo perverso no es exigir, lo perverso es no hacerlo. Infantilizar la Secundaria es traicionar al alumnado disfrazándolo de cuidado. Y el problema no es académico únicamente: es ético. Tratar a adolescentes como niños pequeños es negarles la oportunidad de crecer, de desarrollar confianza en sí mismos a través del esfuerzo y de prepararse para una vida que no les va a dar caramelos pedagógicos, sino exigencias reales.

No se trata de militarizar aulas ni de pedir lo imposible. Se trata de respetar al alumnado tomándolo en serio. Y eso empieza por reconocer que aprender cuesta, que la dificultad forma parte del proceso y que el rigor, lejos de ser un castigo, es una muestra de confianza.

Bibliografía

Escribo un poco más en el blog estos días porque, al final, es algo que me permite relajarme. Sí, escribir me relaja y, en algunas ocasiones, especialmente en días en los que acabo bastante espeso, me ayuda a desespesarme un poco.

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1 comment
  1. No puedo estar más de acuerdo. Pero es casi imposible luchar contra
    ello. Los que están arriba no tienen apenas formación, (me refiero a
    matemáticas, física, biología, etc.) y tienen la osadía de decirte
    cómo tienen que enseñar a integrar sin ellos mismos saber siquiera
    derivar. Pero esto es así y no hay quien lo cambie. Estamos en un
    mundo donde se da por sentado que aunque nadie haya oído hablar de la
    impedancia, la luz se va a encender cuando toque el interruptor, o que
    al abrir la nevera ésta va a estar llena de comida segura y barata que
    nadie se pregunta en qué patrón va injertado el peral.
    Esto es así, son los que mandan en todas las administraciones
    educativas y en cierto modo tienen razón. A ellos les ha ido fenomenal
    con unas carreras que fuera de este mundillo no valen nada pero en
    este les permiten unos sueldos muy dignos.

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