Los principios del colectivo DIME: un análisis crítico y objetivo

En noviembre de 2022 saltó a la palestra mediática un nuevo colectivo docente, denominado colectivo DIME que, supuestamente, estaba por la inclusión educativa. En un primer momento, por desgracia, mostraron la peor cara de la educación acudiendo como bullies a un linchamiento, muy bien diseñado, contra determinados docentes en las redes sociales. No hacía falta ser muy inteligente que sus insultos iban dirigidos a determinados nombres, por mucho que ellos lo negaran. Ojo, que me parece bien que surjan colectivos docentes para “agredir verbalmente” a sus compañeros. Otra cuestión es que pueda defender sus agresiones verbales. Y, al igual que en mi aula no soporto a los acosadores, tampoco los soporto en las redes sociales.

He intentado hacer borrón y cuenta nueva con ellos. Incluso que, en ocasiones hayan, un número apreciable de sus miembros fundacionales, acudido al ad hominem conmigo. Soy de olvido fácil. Y, como hago siempre, aunque algunos no se lo crean, busco lo positivo en todo lo que sucede en el ámbito educativo. Algo que me hace defender a cualquier colectivo y asociación que luche por la mejora de la calidad educativa. Lo hagan desde mis planteamientos o desde otros. Tener varias posturas educativas enriquece el debate. Bueno, no siempre. Estoy hablando de la utopía en la que, por desgracia, todavía creo.

Pues bien, en el día de ayer publicaron sus principios en forma de manifiesto (aquí). Como es lógico, al igual que he hecho con todos los manifiestos educativos que han llegado a mis manos, voy a hacer un análisis objetivo y crítico del mismo. Así que, acompañadme si os gusta…

La educación es un derecho inalienable —consagrado en la legislación nacional e internacional— y la escuela pública es su garante; la escuela y educación públicas deben detectar dificultades, ofrecer oportunidades a aquellas personas que parten en situación de desigualdad —sea cual sea el motivo de esta—, y garantizar una educación de calidad a todo el alumnado.

Comparto totalmente lo de que la educación es un derecho inalienable. Sé que está consagrado, tanto en legislación nacional e internacional. También podría compartir que, al igual que en todos los ámbitos, lo público es sobre lo que debe pivotar todo el sistema educativo. Eso sí, aquí ya debo discrepar. Y no por el hecho de no creer en la escuela pública ni en la necesidad de, progresivamente, ir absorbiendo la educación pública todo el modelo de escuela privada subvencionada. Pero, por favor, si aparece un colectivo dedicado a la inclusión y se dice que se va a ofrecer oportunidades a aquellas personas en situación de desigualdad (que también incluye problemas de aprendizaje y discapacidad) no se puede segregar entre modelo público y privado. La escuela privada, nos guste o no, atiende al 25% del alumnado de nuestro país. Y ese alumnado, a la hora de proponer medidas educativas, también debe incorporarse. El alumnado y los docentes de los centros privados no tienen ninguna culpa de su existencia. Si somos inclusivos, lo deberíamos ser con todo el alumnado, con independencia de los centros educativos en los que estudien. Si lo que pretendemos es proponer medidas educativas “solo para los que estudian en la pública”, quizás es que alguien no entiende en qué consiste la inclusión. O que la inclusión que están vendiendo es otra cosa.

La educación de las personas incluye no solo su desarrollo intelectual, sino también el afectivo-sexual y el fomento de la autonomía, del pensamiento crítico y de los valores democráticos: una educación integral para todos y todas, que se apoye en la tecnología disponible, y que se desarrolle sin dar la espalda al mundo en el que vivimos.

Compro completamente que la educación va mucho más allá de lo que se hace en los centros educativos. Sé que la educación es una tarea compartida de toda la sociedad. Algo que me chirría es, en primer lugar, la necesidad “de apoyarse en la tecnología disponible” y, en segundo, “el no dar la espalda al mundo en que vivimos”. La tecnología no es algo que pueda decirse que mejora el aprendizaje (ya no digamos la educación). No lo digo yo. Lo dicen todas las investigaciones que han analizado estudiar con y sin TIC. No discuto las potencialidades de las herramientas ni que algunas, en determinados momentos, puedan facilitar el aprendizaje del alumnado. Eso sí, apoyar por apoyar… pues va a ser que no. Otro tema es no dar la espalda al mundo en el que vivimos. Si estamos hablando del concepto educación como algo global, es lógico. Si estamos hablando del concepto como lo que se realiza en los centros educativos, lo que debemos hacer es intentar que el mundo en el que vivimos influya lo menos posible en el aprendizaje de nuestro alumnado. Y que el punto de partida del mismo se pueda enmendar. Es que, si no es así, ¿qué sentido tiene el sistema educativo si no es para cambiar la sociedad (a mejor) y determinados puntos de partida?

El profesorado es la pieza clave del sistema educativo para garantizar una educación inclusiva, pero su importancia sólo adquiere sentido en la medida que otorga al estudiantado la centralidad tanto en los procesos de enseñanza y aprendizaje como en el desarrollo de su individualidad crítica y sus habilidades sociales y afectivas. El profesorado no se puede convertir en un mero transmisor de información y en un reproductor de las estructuras sociales.

No se puede decir que el profesorado es la pieza clave del sistema educativo, para después decir que es irrelevante si no se centra en el desarrollo de las habilidades sociales y afectivas del alumnado. Y ya la pulla a los docentes que quieren transmitir “lo que saben” ya riza el rizo. Los docentes, el alumnado y las familias son las tres piezas claves del sistema educativo para garantizar la educación. Poner inclusiva y repetirlo como loros para justificarlo todo, no hace más que excluir. El docente, como especialista y experto en educación, lo que hace es transmitir lo que sabe. Y no, la culpa de la reproducción de las estructuras sociales NO ES de los docentes. El desprecio de los de este colectivo DIME por los docentes es de análisis. Siempre aprovechan la mínima para decir que la culpa de algo es de los docentes. Algo que no me explico.

El profesorado necesita una formación interdisciplinaria y profunda, nunca finalizada, fundamentada en principios científicos, que no pierda de vista la inclusión; en esto, la pedagogía, las didácticas específicas, la psicología, la sociología y otras disciplinas anejas adscritas al nivel universitario juegan un papel clave para dejar atrás definitivamente prácticas docentes que no benefician al estudiantado.

La formación del profesorado nunca será suficiente. Formarse y mejorar como docente no te lo da solo la formación continua. También te lo da la experiencia. Y conforme van pasando los cursos cada vez sabes mejor qué puede funcionar con determinado alumnado. Lo intuyes porque, al final, el alumnado, por suerte, no tienen una métrica exacta como los tornillos.

A mí lo que me preocupa es que se prioricen disciplinas universitarias, expuestas por parte de personas que jamás han dado clase en etapas obligatorias, frente al aprendizaje y experiencia docente, al compartir prácticas con otros compañeros o, simplemente, a lo que dicen todas las pruebas empíricas. Si yo quiero dar mejor Tecnología, lo lógico es que alguien de Tecnología o experto en, por ejemplo, Arduino, me explique qué herramientas y recursos puedo usar y cómo usarlos. Mejor eso que alguien que me cuelga un cerebro pintado con colorines en una pantalla. Salvo, claro está, que el objetivo del docente no sea el de enseñar y dirigir el proceso de enseñanza-aprendizaje. En ese caso, seguramente, los del colectivo DIME tengan razón.

¿Me niego a la existencia de la investigación educativa? No. ¿Me niego a hacer caso de las evidencias? No. ¿Se niega alguno de mis compañeros a aprender y formarse? No. Lo que nos negamos es que cuatro nos traten a los docentes de aula de mindundis, mal formados e informados. Y que, curiosamente, siempre nos digan que, salvo que sigamos sus dictados homogéneos, lo estamos haciendo mal. Por cierto, este colectivo lleva bastante regulinchi el tema de la inclusión con el profesorado. Y no permite que nadie cuestione ni se vaya de su línea pedagógica, aunque en el aula no funcionen sus discursos.

Para desarrollar su labor, el profesorado debe contar con los recursos materiales (espacios, dispositivos, etc), personales (PT, orientadores, AL, etc) y temporales (coordinación, reflexión, cohesión) necesarios, que permitan detectar tempranamente y trabajar cualquier dificultad de aprendizaje.

Recursos, tiempos y personal especialista. ¿Quién con dos dedos de frente podría estar en contra? Por cierto, y ahora siendo un poco malote, ¿no sería bueno contar con pedagogos en las aulas para en, esos casos que no funcionaran ciertos grupos, que pudiéramos ver cómo lo hacen ellos? Es que no hay nada mejor que ver cómo lo hacen los verdaderos profesionales de la educación. Los que más saben. Y los que más saben en educación, como todos sabemos y ellos repiten continuamente, son los pedagogos.

La educación pública debe promover la participación de toda la comunidad educativa (familias, alumnado y profesorado) sin perder de vista nunca su objetivo primordial: una educación inclusiva y de calidad para el estudiantado. Este objetivo implica una apuesta por el uso de las tecnologías (TIC) como vehículo para la inclusión, no solo dentro del aula sino también a través de la reducción de la brecha digital

El objetivo del sistema educativo es que el alumnado aprenda. No es reducir la brecha digital y, como he repetido en muchas ocasiones, la apuesta por las TIC es, en muchos casos un vehículo para empeorar el aprendizaje del alumnado. Especialmente, según todos los estudios, empeora el aprendizaje del alumnado más vulnerable.

No hace falta repetir tanto la palabra inclusión. Si hay una educación de calidad ya se dan por sentadas ciertas cosas. Y repito, si somos inclusivos, deberíamos tener también en cuenta, nos guste o no ideológicamente el modelo, al alumnado y profesorado de centros privados. La calidad educativa, o es global y de todo el sistema, o no tiene ningún sentido.

Los centros educativos deben ofrecer un entorno seguro para estudiantado, profesorado y familias donde se eduque en valores democráticos, igualdad, prevención de la violencia, rechazo de los discursos de odio, y que confronte cualquier tipo de discriminación.

¿Qué es un discurso de odio? ¿El del colectivo DIME contra todos los que no piensan como ellos? ¿El de una determinada ideología? Creo, pudiendo estar equivocado, que lo que debemos hacer en los centros educativos es enseñar e intentar que el alumno rompa los techos de cristal de su punto de partida, atender a todo el alumnado según sus necesidades y pedir recursos. Los centros educativos son un entorno seguro. Hay cuatro casos que salen en los medios pero, sinceramente, el interés que hay por magnificarlos choca con la realidad de la mayoría de aulas de nuestro país. ¿Qué hay clases ingobernables? Claro que sí. ¿Qué debe mejorarse el ambiente en los centros educativos? También. Nadie puede estar en contra de lo anterior pero, ¿sabéis qué mejora los centros educativos? Una menor masificación, mejores infraestructuras, más profesorado, más especialistas (PT, AL, personal de enfermería, etc.). Pero siempre es bueno culpar a los docentes, al alumnado o a las familias.

Las administraciones públicas debe proveer a los centros educativos y el profesorado de la protección institucional y los recursos materiales, formativos y humanos para desarrollar el trabajo de fomento y construcción de los valores democráticos y de convivencia a los que aspira nuestra sociedad, y evitar así las presiones y la autocensura en el proceso educativo producto del excesivo control burocrático.

Pues va a ser que yo quiero que me doten de los recursos para poder desarrollar mi función: dar clase. No tenemos presiones y autocensura del proceso educativo por el excesivo control burocrático. Tenemos demasiada burocracia. La presión que tenemos y nuestra autocensura viene por temas de legislación educativa. Por ejemplo, cuando una administración decide aplicar “ámbitos”, al margen de la mayoría de los Claustros, está presionando para que enseñemos de una determinada manera. Cuando se exige la elaboración de planes que nadie va a leerse jamás, está detrayendo tiempo de preparación de clases. Es que, por favor, no mezclemos burocracia con temas de valores democráticos y convivencia. Burocracia es lastrar con papeles inútiles al profesorado y equipos directivos. Y tiene que ver con detraer el tiempo de otras cosas. Más burocracia no me presiona para que tenga más o menos valores democráticos. Simplemente, me/nos hace perder el tiempo.

La presión creciente del sector privado sobre los sistemas educativos para entrar en su gestión en nombre de la eficiencia y la rendición de cuentas necesita ser afrontada con decisión por las administracione​s públicas; asimismo, el profesorado no debe dejarse seducir por aquellas perspectivas educativas y/o de investigación que se basan en propuestas descontextualizadas que no incluyen en la ecuación cuestiones sociales o culturales.

Hay un pastel educativo enorme que mueve muchísimo dinero. Estoy totalmente a favor de la rendición de cuentas de la administración educativa y de los cargos intermedios. Al igual que estoy totalmente a favor de rendir cuentas por mi trabajo como docente. El problema es cómo debe articularse esa evaluación y sobre quién debe pivotar.

Por cierto, ¿qué es una propuesta descontextualizada? ¿El DUA? ¿Las inteligencias múltiples? ¿Los estilos de aprendizaje? ¿El cono de Dale? ¿Lo que emana desde muchas Facultades de Pedagogía y de Ciencias de la Educación? ¿Lo que hace el colectivo DIME? A propósito, ya he dicho antes que el profesorado, aunque este colectivo nos tilde de inútiles, sabemos qué funciona y qué no en nuestras aulas. Somos los que estamos a pie de obra. Los que sabemos los puntos de partida de nuestro alumnado y, aunque los de este colectivo no se lo crean, modulamos muchas cosas en función del mismo.

La colaboración franca y honesta —en pie de igualdad y con voluntad de diálogo— entre el profesorado e investigadores de todos los niveles educativos —desde educación infantil hasta enseñanzas postobligatorias— se vislumbra como el único camino para superar los déficits históricos y estructurales en formación inicial y continua del profesorado de todos los niveles; esta colaboración y diálogo, junto con la demanda de los recursos presupuestarios y cambios legislativos necesarios para ello, deben suponer el punto de encuentro y de reivindicación de toda la comunidad educativa.

¿Colaboración franca y honesta? Y esto lo escriben los que llevan insultando a todos los docentes que no les bailan el agua desde noviembre. Yo sé que el sueño húmedo de algunos es gestionar toda la formación inicial y continua del profesorado. Son grandes defensores del máster del Profesorado (que solo vale, según los que han venido a mis centros, lo que aprenden del profesor-tutor en el aula), de la existencia de una carrera profesional docente para ser profesor de Secundaria (les sobran especialistas en Matemáticas, Física, Química, Lengua, Educación Física, Música, etc.) y siempre, curiosamente, hablando de lo bien que nos irían las cosas si siguiéramos sus consejos de “expertos”.

No hablan de cambios legislativos en profundidad que mejoren la calidad educativa. No hay críticas a la LOMLOE. No hay ninguna crítica al ninguneo, por parte de la administración actual, de los docentes. Así es muy cómodo. La crítica es a la formación del profesorado. Lo de la falta de recursos endémica, pedido con voz muy bajita. No vaya a ser que pisen algún charco que no les conviene.

Lo siento. Hoy no era el post que tenía en mente cuando me fui a dormir pero, habiendo publicado ese colectivo su manifiesto, no puedo menos que analizarlo de la forma más objetiva posible. Siento si en algún momento no lo he sido pero, sinceramente, os prometo que hay cosas, por el lenguaje y redactado del manifiesto, que no he llegado a ser capaz de comprender.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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