Se ha conocido, de nuevo, que el resultado de las pruebas que se instauraron en 2017 para poder entrar a estudiar Magisterio en Cataluña, ha sido un auténtico fiasco. De los presentados, más del 40% de ese alumnado no ha podido superarlas (enlace). Y ello implica que hay 4 de cada 10 aspirantes a ser maestros que son incapaces de superar pruebas que deberían superar, según normativa, la totalidad del alumnado que acaba la ESO.
No estoy exagerando. Las pruebas son, tal y como se nos indica en la siguiente publicación, de formulación muy sencilla y que debería aprobar todo el mundo que hubiera conseguido un título de ESO.
Así que, imaginaos, teniendo todos un título que les ha permitido superar también la Selectividad, qué ha debido pasar para que haya ese porcentaje abrumador de alumnado al que se le han regalado los títulos que han ido acumulando a lo largo de su devenir estudiantil .Y no, por favor, no me vengáis en que en la pública se es más exigente que en la privada. No es así. Hace muchos años que dejó de ser así.
Por cierto, ese 40% de alumnado que ha suspendido este examen para entrar en la universidad pública, podrá entrar en la privada porque para entrar en esas universidades no hacen este tipo de pruebas de acceso. Y podrán acabar siendo maestros. Pero es que no pasa nada. Desde hace mucho se están regalando títulos y, antes del 2017 ya se regalaban. Sabiendo que prácticamente el 100% del alumnado supera Magisterio, según datos estadísticos de algunas universidades que publican (o más bien publicaban) los datos de algunas de sus asignaturas, es fácil deducir que muchos ya están en las aulas. Es que no pasa nada por decirlo. Los tenemos en las aulas y también tenemos a otros titulados universitarios que tampoco saben demasiado de estas cosas que están trabajando en otros sitios. No entro en los porcentajes de titulaciones masivas en Formación Profesional porque la cosa, en ese ámbito, también clama al cielo.
La culpa no es de las universidades o la FP que regalan títulos. La culpa es de cómo han sido capaces de llegar alumnado a ellas que no sabe ni redactar un texto en condiciones, comprenderlo o hacer operaciones matemáticas básicas. Han tenido que pasar por muchos filtros y, por lo visto, ninguno de ellos ha funcionado. Quizás es que permitir titular a todo el mundo ha sido un error. Quizás es que no haber metido mano al sistema para, en lugar de arreglar lo que no funcionaba, solucionar la inclusión con el regalar papeles y el ir aprobando, por comodidad, para evitar problemas o, simplemente por desidia, ha sido lo más cómodo. Es que todos sabemos que es mucho más cómodo aprobar a un alumno que suspenderlo. Ojo, no estoy diciendo, tal y como van a tergiversar algunos, que el objetivo de los docentes sea suspender. El objetivo es que el alumnado aprenda y que cuando lo certifiquemos, de alguna forma estemos validando unos ciertos conocimientos y habilidades.
No hay docente que nos libremos de colaborar en esto que está pasando en educación. Podemos ponerle mejor o peor intención pero, al final, el sistema está haciendo aguas por doquier y no estamos, más allá de maquillando los datos para entregárselos a Europa (tal y como hacen también en otros países), generando un problema de papeles que no dicen nada del que los tiene.
Al final, supongo que por lógica, el mercado va a tener que hacer lo mismo que sucede, por ejemplo, en Estados Unidos. Lugares donde los títulos universitarios que expiden determinadas universidades solo te facultan para trabajar en el McDonalds (con todo mi respeto por sus trabajadores). O quizás se abra un camino, con competencia abierta entre los diferentes centros educativos, por ofrecer calidad educativa entre los mismos basándose en qué aprendizajes tienen los de uno o los de otro.
Nos estamos cargando el sistema educativo. Eso sí, estamos repartiendo un montón de papeles y fotos que decoran las paredes en un montón de casas, hacemos graduaciones cada vez más caras y hollywoodenses y, cómo no, ayudamos a la ecología y la sostenibilidad, con tanto papel (léase títulos) para envolver bocatas de mortadela que estamos repartiendo.
No me hagáis caso. Seguro que no llevo razón. Seguro que antes (en mi época o cuando no existía ni la escritura) la cosa era peor. El problema, como siempre sucede para aquellos que evocan al pasado en positivo o negativo, es que a mí me preocupa el presente (no solo) a nivel educativo. Y hay muchas cosas que me generan desasosiego por sus implicaciones. Implicaciones que nos van a afectar a todos. También a los que están regalando o les estamos regalando papeles con determinados sellos y firmas que, supuestamente, deberían servir para acreditar alguna cosa.
Por fin es viernes. Disculpad el pesimismo de hoy pero, como colaboracionista en el despropósito educativo, no puedo menos que sentirme, en parte culpable, de todo lo que está pasando en la educación. Sé que no todo es malo pero, al final, es que me gustaría que hubiera cosas que no sucedieran porque, aunque no os lo creáis, el alumnado que, al final es el menos culpable de esta situación, me importa. El alumnado, sus familias, los docentes y la sociedad en su conjunto. Y sé que hay cosas que no están funcionando. Perdonadme.
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Es que como nuestros queridos angelitos de ESO son tan perfectos… pues si les regañamos, la culpa es nuestra que somos muy malos y no tenemos empatía y si no aprenden la culpa es nuestra. Si el que hace algo saca un 5, ¿ eso cómo va a ser si ha hecho «algo»? Si no se lo valoramos no seguirá estudiando y por lo tanto, se desmotivará…júntalo a si encima la criaturita en cuestión tiene algún programa de refuerzo pero cualquier excusa es buena para no hacer nada…la culpa siempre siempre siempre ¡¡es nuestra!! Eso sí, mientras ellos descansan nosotros hacemos actividades motivantes chorras y a ocuparnos de nuestra propia frustración e impotencia en nuestros ratos libres para que mañana nos digan a la cara: ¡qué bien viven los maestros!
No me gusta la generalización en un sentido ni en otro. Creo que el alumnado se adapta a la estructura, tanto social como educativa que impera en los centros educativos. Al final ellos, por desgracia, son los menos culpables de la situación. O quizás lo sean en cuanto al beneficio que hacen algunos de ellos del contexto. Lo que sí que es indiscutible es que lo que se está haciendo con la distribución masiva de papeles que, al final acaban no acreditando nada, vamos a generar un problema muy serio. Gracias por pasarte por aquí y dejar tu comentario.
Solo puedo decir que he sido tutor poe primera vez de un alumno del máster de secundaria. Nunca más.
Yo tutoricé a una compañera (que ha aprobado oposiciones ya) y debo decirte que muy bien. Eso sí, la pobre había pagado un dinero por aprender «la nada más absoluta». Lo del máster de Secundaria no tiene nombre.
Totalmente de acuerdo. Todos, de alguna manera contribuímos a que promocionen alumnos que no cumplen con las condiciones para ello. Lo cierto es que nadar contra corriente es agotador y conlleva muchos conflictos. El problema de la motivación es endémico y los docentes, aunque intentemos ponerle ganas, utilizar materiales interesantes, no conseguimos que los alumn@s muestren el más mínimo interés. Sin motivación ni hábitos de lectura consolidados es casi imposible aprender en cualquier ámbito.
El problema existe desde hace tiempo, lo complicado es la solución y la mejora del problema. La realidad es que cada docente rema hacia donde puede. Quien hace lo que puede, no está obligado a más.
Lo complicado como bien dices es poner hilo a la aguja y empezar a dar puntadas con sentido. El problema es que no se hace. Por suerte la inmensa mayoría de profesionales y familias, dentro de sus posibilidades, lo intentan. Yo espero que sea solo algo cíclico y, por necesidad, se revierta la situación que, por desgracia, está dándose demasiado habitualmente.
Hablando con un conocido, lo que más le preocupa de la educación de su hijo es que nada le interesa, su curiosidad está muerta, no valora nada. Y por supuesto, odia cualquier actividad que pueda ser interpretada remotamente como «estudiar». O sea, que tampoco le gusta leer.
Está confesión me la hizo después de que le ofreciera un taller para aprender a programar, de apenas una hora, que considero muy estimulante a la vez que sencillo, sin sacrificar la rigurosidad. El caso es que me dijo que sabía de antemano que no le iba a interesar, ya que nada le interesaba. Eso sí, su ESO la estaba aprobando con nota.
El padre estaba mosqueado.
No creo que a ninguno, en nuestro momento de alumnos, nos gustara estudiar. Todos, seguramente, preferíamos estar haciendo otras cosas. El problema no es ese. El problema es que el sistema educativo se ha pervertido para ser una fábrica de títulos y no de conocimientos. Y eso, más que para mosquearse, es para preocuparse. Un saludo.
Totalmente de acuerdo. Esto viene desde el primer día que pisan una escuela y todos vamos poniendo nuestro granito de arena hacia la catástrofe.
Una vez, una profesora de lengua me dijo que en ciclos deberíamos suspender a los alumnos por faltas de ortografía, que era lamentable que un electricista no pudiese escribir correctamente una factura. Yo le respondí que si no sabía escribir, que no le aprobase la ESO y no me lo enviase a ciclos, pues si ella no había podido enseñarle a escribir en 4 años, yo en 2 años no podía enseñarle a escribir y a conectar cables.
Lo peor es que los dos teníamos razón.
Un saludo,
Lo peor de todo es que los dos teníais razón. Gracias por comentar y pasarte por aquí.
Uy, lo que ha dicho.
Que no se entere cierta gente.
Hay que recordar que está última ley (aunque, como bien dices, eso de regalar títulos viene de largo) prácticamente obliga a aprobar asignatura por asignatura o la carga de papeleo al año siguiente con el alumno que la suspenda se multiplica por bastante en forma de «plan personalizado de aprendizaje» o algo así. Todo esto sabiendo que en la práctica va a haber muchos que pongan el cinquillo y tirando.
Aunque supongo que es culpa del docente de turno que no ha sabido motivar al pobre para que tenga un aprendizaje significativo relacionado con su contexto y por tanto no hay que quejarse ya que el papeleo es algo que ese mal profesional se ha buscado él solito.
Así que ahora ya no hace falta regalar el título entero, se regala cada asignatura (o como c… se llamen ahora) y el niño se va a casa feliz y sin frustraciones.
Y no hablemos de aprobar al alumnado que «molesta» para que le moleste a otro, que ese ya es otro melón totalmente diferente.
No por negarse a hablar de una realidad la misma deja de existir. El problema, por desgracia, es que todos vamos a pagar lo que estamos generando. Un problema para nosotros y un problema para esas nuevas generaciones a las que les estamos robando su futuro.