Se ha conocido, de nuevo, que el resultado de las pruebas que se instauraron en 2017 para poder entrar a estudiar Magisterio en Cataluña, ha sido un auténtico fiasco. De los presentados, más del 40% de ese alumnado no ha podido superarlas (enlace). Y ello implica que hay 4 de cada 10 aspirantes a ser maestros que son incapaces de superar pruebas que deberían superar, según normativa, la totalidad del alumnado que acaba la ESO.

No estoy exagerando. Las pruebas son, tal y como se nos indica en la siguiente publicación, de formulación muy sencilla y que debería aprobar todo el mundo que hubiera conseguido un título de ESO.

Fuente: https://twitter.com/alexsnclmnt/status/1791065598186684532

Así que, imaginaos, teniendo todos un título que les ha permitido superar también la Selectividad, qué ha debido pasar para que haya ese porcentaje abrumador de alumnado al que se le han regalado los títulos que han ido acumulando a lo largo de su devenir estudiantil .Y no, por favor, no me vengáis en que en la pública se es más exigente que en la privada. No es así. Hace muchos años que dejó de ser así.

Por cierto, ese 40% de alumnado que ha suspendido este examen para entrar en la universidad pública, podrá entrar en la privada porque para entrar en esas universidades no hacen este tipo de pruebas de acceso. Y podrán acabar siendo maestros. Pero es que no pasa nada. Desde hace mucho se están regalando títulos y, antes del 2017 ya se regalaban. Sabiendo que prácticamente el 100% del alumnado supera Magisterio, según datos estadísticos de algunas universidades que publican (o más bien publicaban) los datos de algunas de sus asignaturas, es fácil deducir que muchos ya están en las aulas. Es que no pasa nada por decirlo. Los tenemos en las aulas y también tenemos a otros titulados universitarios que tampoco saben demasiado de estas cosas que están trabajando en otros sitios. No entro en los porcentajes de titulaciones masivas en Formación Profesional porque la cosa, en ese ámbito, también clama al cielo.

La culpa no es de las universidades o la FP que regalan títulos. La culpa es de cómo han sido capaces de llegar alumnado a ellas que no sabe ni redactar un texto en condiciones, comprenderlo o hacer operaciones matemáticas básicas. Han tenido que pasar por muchos filtros y, por lo visto, ninguno de ellos ha funcionado. Quizás es que permitir titular a todo el mundo ha sido un error. Quizás es que no haber metido mano al sistema para, en lugar de arreglar lo que no funcionaba, solucionar la inclusión con el regalar papeles y el ir aprobando, por comodidad, para evitar problemas o, simplemente por desidia, ha sido lo más cómodo. Es que todos sabemos que es mucho más cómodo aprobar a un alumno que suspenderlo. Ojo, no estoy diciendo, tal y como van a tergiversar algunos, que el objetivo de los docentes sea suspender. El objetivo es que el alumnado aprenda y que cuando lo certifiquemos, de alguna forma estemos validando unos ciertos conocimientos y habilidades.

No hay docente que nos libremos de colaborar en esto que está pasando en educación. Podemos ponerle mejor o peor intención pero, al final, el sistema está haciendo aguas por doquier y no estamos, más allá de maquillando los datos para entregárselos a Europa (tal y como hacen también en otros países), generando un problema de papeles que no dicen nada del que los tiene.

Al final, supongo que por lógica, el mercado va a tener que hacer lo mismo que sucede, por ejemplo, en Estados Unidos. Lugares donde los títulos universitarios que expiden determinadas universidades solo te facultan para trabajar en el McDonalds (con todo mi respeto por sus trabajadores). O quizás se abra un camino, con competencia abierta entre los diferentes centros educativos, por ofrecer calidad educativa entre los mismos basándose en qué aprendizajes tienen los de uno o los de otro.

Nos estamos cargando el sistema educativo. Eso sí, estamos repartiendo un montón de papeles y fotos que decoran las paredes en un montón de casas, hacemos graduaciones cada vez más caras y hollywoodenses y, cómo no, ayudamos a la ecología y la sostenibilidad, con tanto papel (léase títulos) para envolver bocatas de mortadela que estamos repartiendo.

No me hagáis caso. Seguro que no llevo razón. Seguro que antes (en mi época o cuando no existía ni la escritura) la cosa era peor. El problema, como siempre sucede para aquellos que evocan al pasado en positivo o negativo, es que a mí me preocupa el presente (no solo) a nivel educativo. Y hay muchas cosas que me generan desasosiego por sus implicaciones. Implicaciones que nos van a afectar a todos. También a los que están regalando o les estamos regalando papeles con determinados sellos y firmas que, supuestamente, deberían servir para acreditar alguna cosa.

Por fin es viernes. Disculpad el pesimismo de hoy pero, como colaboracionista en el despropósito educativo, no puedo menos que sentirme, en parte culpable, de todo lo que está pasando en la educación. Sé que no todo es malo pero, al final, es que me gustaría que hubiera cosas que no sucedieran porque, aunque no os lo creáis, el alumnado que, al final es el menos culpable de esta situación, me importa. El alumnado, sus familias, los docentes y la sociedad en su conjunto. Y sé que hay cosas que no están funcionando. Perdonadme.

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