Voy a escribir un artículo acerca de la administración educativa para la que trabajo. Los funcionarios docentes estamos, por no se sabe qué motivo (bueno, sí, pero es largo para contarlo y tiene muy poco que ver con mejoras profesionales o del propio sistema educativo), transferidos a las diferentes Comunidades. Y por ello, aunque el funcionamiento a nivel global desde la pandemia sea igual de desastroso en todas partes (¡han aprovechado para cargarse todos los servicios públicos!), hay matices que hacen que, en función de la geografía donde se halle trabajando o donde escolarice a sus hijos, tengan diferente tipo de sistema educativo. Así pues, si me permitís voy a centrarme en la Comunidad Valenciana, aunque seguramente sea fácil extrapolarlo a cualquier otra, ya que el hundimiento de la educación se está dando, con diferentes velocidades, pero con las mismas vías de agua en los diferentes barcos.

Debo reconocer que yo empecé a dar clase en la Comunidad Valenciana, procedente de Cataluña, con el gobierno de los de antes. Sí, el de la Gurtel, los trajes y los circuitos de Fórmula 1. De los pelotazos urbanísticos y de los sobres. De los que se dedicaban a regalar espacios para que centros privados, que iban a ser concertados rápidamente, pudieran hacerse. Sí, estoy hablando de la época de CIEGSA, de los sobrecostes en las obras de los centros educativos y de, curiosamente, una parálisis de los procesos. Estoy hablando de hechos. No estoy hablando de relatos. Estoy hablando de cuestiones que están demostradas por los juzgados. También, en el ámbito educativo puedo hablar de la restricción de las comisiones de servicio, la imposibilidad de que te atendieran en Campanar o el despliegue continuo de la policía nacional cada vez que había adjudicaciones masivas. Esto lo he vivido yo personalmente. No hace falta que nadie me lo diga. No se construían centros públicos, se pagaban los libros por parte del alumnado de etapas obligatorias,… Eso sí, con unos docentes más movilizados y sindicatos muy combativos. Resulta curioso que solo se movilicen algunos de mis compañeros por las decisiones que toman unos y no otros. Esto es algo digno de análisis.

Posteriormente hubo cambio en el gobierno. Entró la bicefalia de Compromís y el PSPV (el PSOE a nivel autonómico) y cambiaron varias cosas. Especialmente el trato a los docentes. La posibilidad de que te atendieran. La posibilidad de poder hablar con las personas que gestionaban ciertas cosas. La aparición de XarxaLlibres, la mejora de los centros educativos públicos gracias al pla Edificant, el pensar en el servicio educativo como algo para ayudar a las personas. Con pocas personas del partido -o partidos- en cargos intermedios y con ganas de hacer las cosas bien después de muchos años a la deriva. Y, como he dicho antes, mucha cercanía. No como la última Consellera del PP a la que jamás se vio en Conselleria porque entraba por el parking y nunca nadie sabía si estaba en su despacho o en la peluquería. Estoy haciendo suposiciones. La realidad es que nadie la vio nunca compartiendo espacios con los técnicos ni era accesible para casi nadie.

Y empieza el hundimiento en los últimos años (¿en el segundo mandato?). Una parte de los que gestionan la educación más interesados en cortar cintas y otros en cortar cabezas para poner a los más afines. Moviola de cargos en Conselleria. Adictos a unos y otros. Tolerancia cero ante la crítica. Desastres impresionantes en las adjudicaciones. Concursos de traslados y comisiones de servicio con varias publicaciones seguidas por equivocarse en múltiples ocasiones. Programas de plurilingüismo que nadie sabe todavía como se aplica. Imposiciones absurdas. Recuperación de los CEFIRE para colocar a personas que uno no sabe bien qué están haciendo. Ahora son cientos, el curso que viene cientos y la cabra. Formación para amigos y amiguetes. Cursos de formación infumables. Lo que parecía que mejorara (o debía mejorar por la inversión realizada) sigue funcionando igual de mal. Centros educativos a medias. Masificación cada vez más grande en los centros educativos. Goteras que siguen haciéndose cada vez mayores. ¿Dónde está el mantenimiento de los centros educativos? De nuevo volvemos a lo de no atender a las personas (especialmente a los docentes). Inspectores que, aunque no sean del partido (ni de los de ahora ni de los de antes) saben qué hacer ni cómo pueden mejorar la atención a los centros educativos. Servicios jurídicos hechos unos zorros con falta de personal. Los que gestionan la FP centrándose más en ofrecer títulos a tutiplén más que en mejorar la calidad de la formación ofrecida. Imposición de determinadas cuestiones pedagógicas por decreto, al margen de lo que opina la comunidad educativa. Las mismas subvenciones o más a los centros privados con lo del bono infantil o el aumento de líneas concertadas. A día 9 de junio sin currículo oficial. Los de ordenación educativa deben estar de cañas permanentes. Si no, no se entiende. Mentores digitales que distan mucho de saber, ni de digitalización ni de mentorización. Y ya no entro en lo de las plazas para interinos en inglés para dar determinadas asignaturas. Es que esto pasa en Madrid y se tiran todos encima. Pero como son los «guays» para algunos es lo que hay.

La educación valenciana va a la deriva. Hay excepciones, pero estoy hablando en general. Ahora están más interesados en vender cosas para las próximas elecciones que otra cosa. Han perdido el fuelle inicial. Quizás conviene que llegue el cambio. Quizás conviene que se pongan las pilas. Quizás conviene que me nombren a mí Conseller de Educación o Secretario Autonómico. Sé que es complicado hacer las cosas en la administración educativa pero, ¿tanto? Joder, con la de gente que no sabes qué hace en Conselleria hay para poner a buenos profesionales. Por suerte, hay grandes profesionales ahí que sacan las castañas del fuego, intentan paliar los discursos mesiánicos de sus jefes y se pasan horas haciendo trabajo que nadie les va a agradecer. Eso sí, a estas alturas de la película, muchos de ellos más interesados en agradar que en cuestionar las decisiones que les mandan. No sea que les pase como a mí. El único docente que tengo el orgullo y la satisfacción de poder decir, siendo solo un técnico raso, que he sido expulsado de la Conselleria (no renovada mi comisión de servicios) por oponerme en abierto a ciertas políticas educativas y no querer retractarme de ello. Y sin tener ni el carnet de unos ni de otros. Algo que me hace muy feliz.

Hoy tampoco tendremos currículo. Nuestro alumnado no sabrá qué asignaturas elegir para el curso que viene. El mamporrero/publicista que tienen los de mi administración educativa en prensa va a inventarse otra noticia que le marquen desde el despacho oportuno. Otros irán a cortar cintas o a vender ciertas cosas que, al menos a estas alturas de curso, nos interesan entre poco y nada. A día de hoy no me interesa una mierda, ni a mi alumnado ni a mis compañeros, si nos van a digitalizar la entrepierna, nos van a dar más millones para irnos de vacaciones pagadas o hay reparto de botellas de gin tonic por parte de las administración. Por cierto, ¿alguien sabe qué podemos hacer con los miles y miles de mascarillas que han llegado estas dos últimas semanas a los centros educativos? Yo es que estoy por venderlas por Wallapop. Y además regalo responsables educativos. Yo no sé si lo hacen mal porque les importa todo una mierda, porque son incapaces o, simplemente porque no tienen a nadie que les diga cómo deben hacerse las cosas. Los peligros de rodearte de los que siempre te dicen que sí a todo. Los peligros de colocar a dedo en determinados lugares por motivos que tienen muy poco que ver con la capacidad profesional de uno. Es que todo esto de la educación, como bien sabemos, le va grande a todo el mundo.

No es de las administraciones que lo ha hecho peor en la pandemia. No es de las administraciones que lo está haciendo peor (ni mejor) en la actualidad ya que he de reconocer que, a nivel de proceso de admisión del alumnado, por ejemplo, se están haciendo las cosas de forma notable. Eso sí, a nivel general, el hundimiento de la educación valenciana es un hecho. Un hecho y no una opinión. Un hecho objetivo que tan solo hace falta querer ver si uno se quita las gafas de la ideología. Y, sinceramente, me importa una mierda que pase en otros lugares. Está pasando aquí y lo de la comparativa, para eludir responsabilidades, o derivar la conversación mediante la frase tan manida «es que otros lo están haciendo igual de mal o peor» no me sirve.

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