Llevo desde ayer recibiendo muchos correos electrónicos, mensajes directos y alguna llamada preguntándome, si después de lo que escribí ayer, no tengo miedo a represalias. La verdad es que tanto insistir en el tema me ha hecho revisar en varias ocasiones el artículo acerca del hundimiento de la educación valenciana. Artículo que puede extrapolarse a muchísimas otras Comunidades, incluso a las ciudades autónomas que dependen directamente del Ministerio de Educación y FP. Y, releyéndolo no he dicho nada que no sea cierto ni que me pueda ocasionar ningún problema en mi día a día, salvo que alguien tenga ganas de recibir algún que otro mamporro (en sentido figurado). Por suerte, todavía las opiniones en el año 2022 todavía son libres. Bueno, visto lo que he visto, algunos tienen miedo porque, a lo mejor sí que hay algunos que intentan hundir a los demás por opinar diferente a ellos.
No me preocupa que no me llamen desde mi administración educativa para dar cursos de formación. No me preocupa que no me llamen tampoco desde las otras. No me importa que una multinacional me tenga vetado. Tampoco me importa que sean dos o todas. No me preocupa lo que piensen de mí los que ocupan determinados despachos. No me preocupa que me envíen a un inspector a ver qué hago en mis clases. Soy muy transparente y siempre he dicho que las puertas de mi aula están abiertas. Además cumplo mi horario, hago mi trabajo lo mejor que sé, no escribo en las redes sociales en mi horario laboral, ni tampoco digo nada que no sea cierto (o en mi opinión lo sea). Opinar es libre. Bueno, siempre que no se acuda al insulto personal. Y esa línea roja la tengo muy clara. Puedo cuestionar profesionalmente a determinadas personas por lo que dicen o por lo que (no) hacen pero, por suerte tengo claro que diferencio hechos puntuales de la persona. Algo que otros no tienen muy claro. Quizás por eso algunos optan por el (falso) anonimato que prestan las redes sociales creándose determinadas cuentas. Sí, sé que también hay gente que tiene mucho miedo. Miedo a que en su centro les puedan hacer la vida muy difícil. Miedo a que les echen de la comisión de servicios que tienen en el CEFIRE. Miedo de volver al aula. Es respetable. Todos tienen sus motivos para decir o hacer libremente lo que quieran.
Jamás voy a obligar a nadie a que dé la cara. Si yo la doy es porque me apetece darla. Hay muchos momentos en los que mantengo cosas en privado porque hay cosas que deben mantenerse en privado. O quizás por la confianza que tengo con ciertas personas. Si uno no quiere exponerse, yo no voy a exponerles. Eso sí, jamás es mi caso aunque en ocasiones me plantee qué hubiera pasado conmigo si me hubiera moderado, hubiera solo criticado «a los que no son los míos» o, simplemente, hubiera jugado a estar con una determinada manada en las redes sociales. Nada, que no hubiera sido yo. Hubiera sido otra persona.
Mi filosofía es que el miedo no es buen consejero. Sí que hemos de tener respeto y pensar muy bien qué y cómo lo decimos pero, más allá de lo anterior no veo más límites que el sentido común y el no jugar al ad hominem permanente. Si critico a la Ministra de Educación y FP, lo hago por el cargo que ocupa. A mí Pilar Alegría no me cae ni bien ni mal. No la conozco. Lo mismo con Miguel Soler. Puedo cuestionar sus decisiones y palabras pero lo que no voy a hacer nunca va a ser criticar a la persona. Las personas están a otro nivel de la crítica. Algo que me permite hablar dando la cara, poniendo una imagen mía en mi perfil de las redes sociales, decir abiertamente en qué centro trabajo. Jamás voy a exponer a mi alumnado. No lo haré porque a mí me pagan para dar clase. No me pagan para hacer política ni para venderme vendiéndolos. Es que es de cajón.
Miedo nunca, respeto siempre. Y libertad absoluta de dar o no la cara. Lo único que pido es que, dándose o no la cara, uno no diga aquello que no estaría dispuesto a decirlo delante de las personas a las que critica. Yo no tengo ningún problema de decirle a César Coll, Marchesi, Elena Martín, César Bona,… y tantos otros qué pienso de lo que están proponiendo a la cara. Tampoco de debatir con ellos. Es que eso es algo que todos deberíamos aceptar en las redes sociales o en los otros medios digitales: jamás decir nada si no somos capaces de llevarlo a la realidad. El anonimato, al fin y al cabo, es algo muy lícito y respetable pero que impide estar al mismo nivel. Y me preocupa que haya gente que deba decir las cosas anónimamente por miedo a ser represaliados. Especialmente en el siglo XXI.
Finalmente, deciros que puedo equivocarme en mis opiniones. Lo he hecho en numerosas ocasiones. No pasa nada. Lo grave sería no rectificar. Además la vida me ha dado muchos sustos y estoy aquí de casualidad. Así que de miedo, ¡nada!
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