Reconozco que he nacido para trabajar como un marqués y vivir como un rey. El problema es que, por desgracia, la cigüeña hizo de las suyas y nací en una familia de trabajadores. Bueno, de docentes para ser más exacto. Y no me arrepiento. Eso sí, a lo mejor si hubiera nacido en una familia con posibles quizás no sería docente y sería un «vividor». No añado el adjetivo de una serie de televisión porque, sinceramente, lo del tema sexual lo estoy dejando todo para mi nuevo libro. Sí, haciendo un poco de publicidad de nuevo del asunto. Además añadiendo el enlace donde podéis tener información sobre el mismo.
Como soy pobre tuve que buscarme la vida. Me toco aprobar e hincar los codos. Lo menos posible, pero siempre con perspectiva de la obtención del título. Y ya si aprendía alguna cosa, mejor que mejor. Por cierto, incluso memorizando para el examen se me han quedado muchas cosas. E, incluso que no pudiera aprobar todos los exámenes de sexto de Primaria, como plantean algunos para ponernos a prueba, estoy convencido de que con una semana de estudio me saco con nota todos los exámenes de Selectividad. Sí, yo y cualquiera de los que estamos dando clase.
Pero no voy a liarme. Que es tarde y la sustitución de mi incoherencia matutina por una incoherencia vespertina es algo que, lamentablemente, aún no viene con incorporación genética garantizada. Es lo que tiene la rutina. Por eso aprovecho hoy para romperla. Las rutinas son para romperlas. A diferencia de la zona de confort que, salvo lo que piden algunos estúpidos y se creen algunos con pocas luces, es mejor mantenerla o ampliarla. Pero qué manía con irse de la zona de confort. Yo lo que quiero es vivir cada día mejor. Lo que quiero es trabajar cada vez menos, que me salgan mejor las clases y que el alumnado se me revolucione menos. Eso sin olvidar para lo que me pagan. ¿Sabéis para qué nos pagan a los docentes? Pues para que el alumnado aprenda. No nos pagan ni para que sean felices, ni para que les hagamos tristes, ni para que les vendamos los mundos de Yupi ni, aunque insistan algunos, para convertirlos en mano de obra barata sin criterio.
A lo que iba. Que ya llevo otro párrafo yéndome por las ramas. Voy a responder qué es lo mejor de ser docente. Sí, mola mazo que te reconozca un ex alumno y hable bien de ti. También sienta maravillosamente bien que tu alumnado te aprecie, que estés bien en tu centro y que tengas aire acondicionado en la sala de profesores. Si consigues robar el ventilador de algún laboratorio ya te sientes bastante realizado a estas alturas de curso. Pero, sabéis que es lo que más me gusta de mi trabajo: el día en el que llega la nómina (especialmente la extra) y los catorce meses de vacaciones. Que para eso me hice docente. El problema es que la nómina cada vez cunde menos y esos catorce meses de vacaciones son solo sobre el papel. Bueno, más bien sobre sueños oníricos y mentiras interesadas que cuentan algunos para desprestigiar a los profesionales que estamos en el aula.
Así pues, ya sabéis… ser docente es una alternativa profesional. Tan buena o tan mala como otras. Con sus cosas buenas y sus cosas malas. Y con las mismas posibilidades de que te toque la lotería que si eres otro tipo de profesional. Como se especifica en algunas pintadas populares… «si el trabajo fuera bueno se lo guardarían los ricos para ellos». Tocado y hundido.
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Muy buenas Jordi , estimado compañero, no se puede hablar más alto, ni más claro . Mi gratitud por tu reflexión acerca de la profesión de ser docente . Espero poder compartir contigo algunas reflexiones también. Un saludo Daniel
Estaré encantado de leerlas o poderlas compartir en otro contexto. Saludos.