Hay mucho bobo hablando de pedagogía. Y mucho bombo tras el bobo que, de forma boba, vende crecepelo a los calvos bobalicones. Del enseñar sin saber que enseñar, hasta el aprender a aprender. Todo con un desparpajo desparpajeante. Timadores llevados a su máxima expresión. La nada más absoluta envuelta en papel de regalo.

Don Quijote tenía molinos que confundía con gigantes. El pedabobo tiene apps y desparpajo para rato. Poco tirar de hemerotecas e investigaciones. Y muy poca capacidad intelectual, salvo los cuatro que juegan al guiñote con las reglas del póker. Apostando, como siempre, a la deficiencia intelectual de algunos, acrecentada por relatos y ensoñaciones pedagógicas.

Uno solo puede vender ciertas cosas cuando se le promociona de determinados lugares. Hay interés en difundir ciertos relatos. Un auge de la estulticia que, trasladada al ámbito educativo mediante pedabobos, se convierte en realidad para cualquiera sin ese medio dedo de frente tan necesario. Es lo que tiene el humo. Especialmente el de colorines, plagado de espiroquetas. Bueno, más bien de aromatizantes que permiten diluir el olor a mierda.

No sorprende que algunos compren ciertas cosas. Lo que sorprende es que, gazmoñerías aparte, algunos creen y se recrean en manchurrones más pasados que las caras de Bélmez. De la paja al pajillero solo hay la diferencia en la cantidad de acné. Y los pedabobos son paja y pajilla a partes iguales. Guano mezclado con gallinaza. Purines en su máxima esplendor. Cerdos de la educación no aprovechables por exceso de triquinosis.

Hoy en día estamos rodeados de bobos que hacen pedagogía y de pedagogía que hace bobos. Bueno, más que pedagogía, pedagogismo. No es lo mismo un pedo que una «llufa que atufa» (en catalán original). Especialmente en espacios cerrados, promocionados hasta la saciedad por unos determinados medios y élites que, con los tontos de la tontería, hacen equipo. Unos desde el trono, otros desde el púlpito y los más desde la trona. Tronistas por doquier. Pulpiteros del antipolypus. Desmembradores del aprendizaje más profundo. Sodomizadores de la neurona numantina.

A mí que me registren. Bueno, yo llevo cosas en el bolsillo, en la tiza, en el rotu para pizarra blanca o, simplemente, en la cabeza. Sé qué explicar. Puedo explicar mejor o peor pero, lo que sí que tengo claro es que el auge de los pedabobos tiene un objetivo muy concreto.

Entre el concepto y el conceto hay una línea muy fina. ¿Seréis capaz de dibujarla? El alumnado y la inmensa mayoría del profesorado que puebla nuestros centros educativos puede dibujarla con una venda en los ojos. Otros lo harán con el «hojo». Un «hojo» muy pedagogista, que rima con ese aprendizaje cojo que quieren imponernos a toda costa.

Mirad en lontananza. ¿Qué veis? Un pedabobo rodeado por bobos remando con el remo al revés.

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