Resulta curiosa la facilidad que algunos tienen para vender determinadas cuestiones que, más allá de lo vendibles que sean, tropiezan con una falta de traslación a la realidad. Cuando se vende que la “creatividad” se puede aprender estamos acudiendo a esos falsos tópicos que, por lo que sea, se compran relativamente bien por parte de la comunidad educativa. Sí, hay muchos que se creen que en los centros educativos se va a aprender a ser creativo. Bueno, incluso hay algunos de esos que llenan salas, que dicen, sin ningún tipo de pudor, que la “creatividad se aprende igual que a leer“.
O bien algunos confunden el concepto de creatividad, o bien hay mucho vendedor de productos milagrosos en el ámbito educativo porque, por lo que tengo entendido (a ver si alguien me lo discute), la creatividad es algo innato en el ser humano. Uno puede realizar aprendizajes fantásticos para ejecutar determinadas acciones (escribir, tocar un instrumento musical, jugar a determinados deportes, etc.) pero jamás puede mostrar ni un ápice de creatividad. Hay escritores muy poco creativos y deportistas que, intentan suplir con trabajo, aquella creatividad de la que adolecen. Y los primeros acaban escribiendo muy bien y los segundos estando a un nivel altísimo.
¿Se infiere de lo anterior que la creatividad por si sola es un valor importante? Sí y no. Puede haber personas muy creativas que, por el motivo que sea, sean incapaces de plasmar dicha creatividad en su vida diaria. También, a su vez, puede haber personas poco creativas en determinados ámbitos que, por su trabajo, sean capaces de obtener resultados fantásticos de ese esfuerzo. Por tanto, la creatividad es importante pero, la misma aislada de otro tipo de cuestiones, es sólo un rasgo más dentro de una colectividad de habilidades y/o saberes.
No creo en la adquisición de rasgos creativos. Creo más bien en la necesidad de potenciar las habilidades de cada uno. Porque, cada uno tiene grados diferentes de creatividad. Por suerte, el trabajo del aprendizaje es conseguir a alcanzar la máxima meta que uno pueda plantearse. Un aprendizaje que, quizás no convertirá a las personas en “seres creativos” pero sí en altamente competenciales en su día a día. Un día a día que, siendo más o menos creativo, llegará un momento que va a depender del grado de aprendizaje que uno tenga. Porque, vamos a reconocerlo de una vez, aprender a tocar un determinado instrumento requiere de mucho aprendizaje y, en muchas ocasiones, el ser un virtuoso del mismo es más cuestión de trabajo y constancia, que de creatividad innata. Otra cuestión, claro está, es la mezcla de creatividad innata y trabajo.
No hay que supeditar el aprendizaje a la creatividad. Hay que supeditar el día a día a reforzar las habilidades de uno y, cómo no, a dejarnos de comprar sofismos únicos para todos nuestros estudiantes. Que la creatividad no se aprende por mucho que algunos se empeñen en dar conferencias o editar libros vendiéndonos lo anterior.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel). Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. Además, adquiriéndolo ayudáis a mantener este blog.
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