En el día de ayer un alumno de un instituto de Jerez apuñaló a varios alumnos y profesores. La culpa, según algunos medios de comunicación, del centro y de los profesores que no supieron detectar el bullying al que estaba sometido el agresor. Bueno, más bien que, detectándolo, se afirma desde esos medios que no hicieron nada. Otra más. Es que lo de poner a los docentes en la picota por todo ya es de traca. Y, el problema, es que esto cala en parte de la sociedad, e incluso entre el propio alumnado, haciendo muchísimo más difícil la tarea que, por desgracia, cada vez es menos atractiva como profesión. Una profesión denostada y maltratada en los últimos tiempos hasta la extenuación.

Algunos todavía nos acordamos del asesinato de un profesor catalán con una ballesta por parte de un alumno de su centro. Es que a quién se le ocurre ponerse delante de una ballesta. La culpa, como siempre sabemos, al fallecido. Qué demonios. Digamos las cosas por su nombre. Asesinado vilmente por un alumno de la ESO. Y no pasa nada. Seguro que se lo merecía por haberse puesto en medio, no disponer de las estrategias adecuadas para lidiar con estas cosas o, simplemente, como dijeron algunos, producto de la mala suerte.

Las cientos de agresiones entre alumnado en los centros educativos también son culpa del profesorado. Al igual que los últimos casos de agresión sexual que, por cierto, van aumentando de forma exponencial. La culpa es de los docentes que no saben controlarlo ni detectar que este tipo de casos puede suceder. No sea que la culpa vaya a darse al alumnado (¡pobres, que no saben lo que hacen!), a sus familias, a los medios de comunicación o a un modelo social cada vez más marcado por haber comprado, de forma muy sutil, ciertas maneras de funcionar.

Es que incluso hay algunos personajes, que pululan en los centros educativos y supuestamente son docentes, que justifican todo lo anterior porque dicen que los docentes nos merecemos todo lo que nos pase. Porque somos, salvo ellos, malos profesionales. Es que solo hace ver un determinado hashtag que se ha viralizado en las redes sociales (bueno, en Twitter -X-) en los últimos días, promovido por cuatro metemierdas que, curiosamente, dominan muy poco sus clases o, simplemente, no dan clase en etapas obligatorias. Algo que, al menos a mí, me da mucho asco.

No se trata de esconder nada. No se trata de hacer purgas, al igual que debería hacerse en cualquier profesión, de aquellos que hacen las cosas mal. El problema es generalizar conductas residuales. Lo importante es que cada vez tenemos una mayor conflictividad en las aulas, tenemos menos capacidad de escucha por parte del alumnado y, por desgracia, menos autoridad. Ojo, para aquellos que van a confundir conceptos, no es lo mismo tener autoridad que aplicar el autoritarismo. Hay una grandísima diferencia en los conceptos. Sé que algunos no lo van a entender porque a ellos les interesa que no se entienda esa diferencia.

Las aulas son un reflejo de la sociedad. La conflictividad se ha reducido en las calles, pero ha aumentado -y mucho- determinado tipo de delitos. Y son delitos cometidos, fundamentalmente, por personas cuyo nivel educativo es bajo. Por eso es tan importante la educación. Por eso es tan importante hacer las cosas bien en las aulas y los centros educativos. El problema es que, por diez horas de trabajo en el aula, sale un personaje en los medios y desmonta todo lo que ha costado tanto construir. Es más fácil destruir que construir. Una pena.

A todos aquellos que estáis ayudando a hundir la educación, con vuestros silencios, con vuestras globalizaciones de casos aislados de docentes o, simplemente, decís que en los centros educativos solo estamos sádicos, que no tomamos ninguna medida cuando detectamos casos de bullying ni tenemos «cariño» a nuestro alumnado, idos a la mierda. Sois basura. Sois vosotros los que tenéis la culpa, junto con los medios que os dan voz, de lo que está pasando. Y de lo que, lamentablemente, va a seguir pasando.

Todo mi apoyo a mis compañeras y compañeros heridos en lo de Jerez, al alumnado, a las familias y al resto de personal que trabaja en ese centro educativo. A ellos y a todos los que, intentándolo hacer lo mejor posible (la inmensa mayoría), están siendo cuestionados un día sí y al otro también, por determinados personajes. Interesa que se critique la educación y a sus profesionales porque, sabéis qué, es un arma demasiado poderosa contra algunos. Algo que hace que esos «algunos» deban protegerse poniendo a los docentes, un día sí y al otro también, en la picota.

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