Creo que estamos obsesionados en asumir que la digitalización educativa solo tiene que ver con lo que hacemos en el aula. Con el trabajo con dispositivos electrónicos, el uso de determinadas herramientas en la nube o en los equipos o, simplemente, la posibilidad de poner presentaciones digitales más o menos interactivas en una pantalla que, tal y como hacían los crucifijos antiguamente y/o la foto del monarca, se encontraban al frente de nuestro alumnado. Pues va a ser que no. La parte de la docencia es en la que menos influencia debería tener la digitalización porque, al final, la digitalización es un proceso muy ambicioso que implica mejorar la eficiencia. Y la eficiencia, al menos en educación ya que no estamos hablando de tornillos ni métricas exactas, va más asociada a la parte de gestión que a la parte de concreción de la praxis.
¿Se aprende mejor o peor con pantallas? Según todos los estudios, con suerte se aprende igual o, en la mayoría de ocasiones, peor. ¿Debe por ello vetarse o reducirse el uso de tecnología en educación? Pues depende. Depende cuándo y depende para qué. Pero ese es un melón que ya he abierto en múltiples ocasiones y que tiene mucho que ver en temas de competencia digital, habituación a los dispositivos o dependencia de ellos y, en definitiva, qué tipo de concepción debemos dar al concepto educativo, junto con la ponderación de esos dispositivos y herramientas tecnológicas. Pero ya me he ido por las ramas y he vuelto a centrarme en la parte menos importante de la digitalización educativa.
El proceso de digitalización educativa debería implicar reducir costes y tiempos. Los Claustros, las reuniones de coordinación, los desarrollos cooperativos (tanto dentro del propio centro o con otros centros) deberían hacerse siempre de forma telemática. Disponemos de las herramientas y sabemos cómo usarlas. No tiene ningún sentido, ya no solo por la pandemia, que ahora se halla bastante controlada entre vacunados (la mayoría de los docentes); por el simple hecho de poder hacer esas cosas de forma mucho más dinámica. Tiene mayor dinamismo una reunión online que una presencial. Además se centra más en el objetivo real y el personal va menos por las ramas. ¿Eso significa que debemos reducir la coordinación personal a la nada? No, todos nos vemos con nuestros compañeros en los centros educativos y nos sentamos para llevar a cabo determinados proyectos, pero las líneas de actuación y las cosas que obliguen a centrarse entre más personas o entre personas ubicadas en diferentes lugares, debería hacerse telemáticamente.
No tiene ningún sentido seguir manteniendo los carísimos Erasmus para ver cómo funcionan en otros centros educativos de Europa. En lugar de una semana de ir a Finlandia, ¿no sería mucho mejor tener un contacto telemático entre varios centros educativos de diferentes partes de Europa y proceder al intercambio de ideas y praxis educativas? ¿No es mucho más barato y eficiente, en lugar de dejar tirados al alumnado de numerosos centros, por haberse ido el docente, establecer una coordinación a largo plazo con esos centros educativos? ¿No es mucho mejor establecer un sistema de videoconferencias periódicas? Vale, por cierto también para todas esas reuniones que hacen los Consejeros/as de Educación con la Ministra del ramo. ¿No se pueden hacer telemáticamente? Es que yo solo pienso en el coste y en lo irracional que son determinadas «cumbres» para plantearme que, habiendo alternativas (¡es que, repito, las hay!), que sea necesario hacer tanto viaje para obtener los mismos resultados que podríamos obtener sin tanto movimiento ni desatención.
Si me tiráis de la lengua, también me gustaría comentar que, a partir de una cierta edad, la sustitución de las clases presenciales o el complemento con clases telemáticas, es una opción viable (no me estoy refiriendo a la ESO, ni al Bachillerato, ni a la mayoría de ciclos de FP). Me estoy refiriendo a, por ejemplo, los cursos de inglés que se hacen para docentes, la mayoría de la formación, los macrocongresos,… y así hasta un largo etcétera de cosas que sí que podríamos «digitalizar». Me faltaría añadir las reuniones de directores, las reuniones de los profesores de segundo de Bachillerato para saber cómo funcionará el Selectivo, las reuniones con el Ayuntamiento, con los centros de formación del profesorado,… es que no hay por dónde defender tanta presencialidad ni tanto presentismo.
Aumentar la digitalización, visto lo visto, no ha incluido disminuir la burocracia en los centros educativos. Es que menos burocracia implica más atención directa y de calidad al alumnado pero, lamentablemente, eso es algo que algunos no ven. Vamos a ser sinceros… la mayoría de burocracia es para controlar a los docentes porque la administración no confía en ellos. Burocracia que, por cierto, casi nadie leerá pero que, por desgracia, hacen ir al profesorado y especialmente a los equipos directivos con la lengua fuera. Ergo, digitalizar para aumentar la burocracia es digitalizar mal.
No sé si me habéis pillado por dónde voy en este artículo. Es que veo a tantos docentes moviéndose para hacer cosas que podrían hacerse igual de bien desde casa, sin necesidad de tanto gasto asociado, que no entiendo muy bien por qué algunos se empecinan en defender, en ciertos aspectos educativos, la presencialidad a toda cosa. Racionalicemos el presentismo. Y, para ello, no hay nada mejor que diseñar y establecer rutinas de digitalización eficaces y eficientes.
Por cierto, y ahora entrando en casos concretos vividos por muchos docentes durante la pandemia, ¿realmente la administración no tenía ninguna alternativa para esos docentes «con problemas» que implicara poder hacer trabajo telemático antes de obligarles a coger la baja? ¿Realmente no se puede montar equipos de trabajo, con esos docentes que no están/estamos capacitados a trabajar el 100% con alumnado, para hacer materiales, gestionar ciertas cosas de nuestros centros educativos o echar una mano en tantas cosas de las que tanto se queja la administración? Incluso algunos podríamos dedicarnos a hacer investigación educativa en abierto si se nos desempolva algunas cuestiones. No estamos hablando de un contexto en el que no hay herramientas para potenciar lo anterior. Estamos hablando de un contexto en el que seguimos digitalizando lo que no toca, en lugar de centrarnos en la verdadera digitalización del sistema educativa. Una digitalización cuya parte del león no es lo que sucede dentro del aula.
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¿Y quién tendría que pagar por el internet para que yo trabaje desde casa? ¿Estamos obligados a tener conexión privada para fines laborales? Es una duda que podrían plantearse muchos compañeros. Gracias, Jordi.