Ayer por la tarde leí un artículo, de esos que pongo en pendientes cuando me lo envían, titulado “¿Educación inclusiva? Así no” (enlace), en el que una madre se quejaba de la atención que se estaba dando a su hijo en las aulas ordinarias. Y cuestionaba la falta de recursos, a pesar de tener la máxima dotación de recursos por alumno que puede dar la administración educativa.

Como es lógico, siempre que alguna familia denuncia estas cosas, salieron los de siempre, muy buenistas e inclusivos cara a la galería, a decir que les chirriaba el artículo. Que estaban en contra de la existencia de centros específicos para atender a este alumnado y que, al final, era impepinable que todo el mundo estuviera en la misma aula porque siempre es mejor tenerlo excluido dentro dibujando cosas que dotándole de conocimientos y habilidades para que, dentro de sus posibilidades, pudiera llegar al máximo de su aprendizaje. Un discurso que algunos venden, envuelto en palabrejas como el DUA (del que tienen acciones, o sus amigos, en el chiringuito) o, simplemente, confundiendo el concepto de inclusión con el de integración. Es que, ni el hijo es suyo ni, normalmente, dan clase con ese tipo de alumnado. Y así es muy fácil ponerse a cuestionar, tanto a familias como a los docentes que vemos cómo, al final, estamos perjudicando a ese alumno y al resto de sus compañeros.

Pues bien. Tenemos un problema a abordar. Y es cómo dar lo mejor a este alumno sin perjudicar lo que damos a otros alumnos. No olvidemos que cada alumno tiene sus propias necesidades, su mochila previa y su manera de ser. Algo que hace que la intervención deba darse de una forma que beneficie a todo el mundo. O que, al menos, intente beneficiarlos. Otra clave también es la de no disponer de recursos infinitos para poder poner un docente por alumno. No se puede. Ojalá se pudiera, pero nunca va a poderse.

Así pues, ¿qué hacemos para atender la diversidad y, a la vez, ser inclusivos y no discriminar al alumnado, ni por sus capacidades, ni por sus habilidades? Pues tenemos varias opciones. Opciones que merecerían ser analizadas a nivel técnico, introducidas al margen de la ideología y, como digo siempre, al margen de las opiniones de esos cuatro mentecatos que, fuera de las redes sociales y los medios, no tienen ningún tipo de evidencia. Lo siento. Hay personajes que están muy bien en las redes, en sus centros (normalmente, universitarios relacionados con la educación) o saliendo en los medios pero, más allá de eso, se les debería hacer muy poco caso. Especialmente si lo que queremos es mejorar la educación.

Hay varias opciones. Si me permitís, voy a intentar, con las limitaciones que tiene un artículo de un blog, aparte de enumerarlas, explicarlas un poco.

La primera opción pasa por reducir ratios, especialmente en las etapas iniciales del aprendizaje. Pero, Jordi, nos acabas de decir que los recursos son finitos. ¿Cómo puedes reducir ratios sin aumentar recursos? La solución es muy sencilla, aunque a algunos no les guste y consiste en dedicar recursos a Infantil y Primaria, detrayéndolos de Secundaria. Antes de lapidarme, dejad que os explique…

En Infantil y Primaria las ratios máximas deberían de ser de 12 a 15 alumnos. Eso creo que es incuestionable para todo el mundo. Además, deberíamos tener en determinados centros educativos, aulas específicas, a jornada prácticamente completa, en el que se atendiera a alumnado con necesidades educativas especiales. Sí, soy de los que creen que, al menos en Infantil y en los primeros cursos de Primaria, la escolarización de ese alumnado debe darse en los centros ordinarios de forma general. Algo que implica tener aulas de educación especial. Espacios para ese alumnado. Especialistas, con amplios conocimientos acerca de cómo tratar a ese alumnado. Ya he dicho que no es un problema tener esas ratios con los recursos actuales. Especialmente si tiramos de Secundaria, reduciendo la cantidad de materias y optativas que se imparten, además de cargarnos muchas reducciones que debería hacer personal externo (que también debería irrumpir en Infantil y Primaria). También, por cierto, me cargaría muchas de las cosas que se hacen en Primaria y dedicaría, como he dicho en más de una ocasión, a reducir el horario lectivo del alumnado (de cuatro a cinco horas), incidiendo exclusivamente en lectoescritura, comprensión lectora y matemáticas básicas. Añadiendo a lo anterior horas de Educación Física, Música y Plástica. Solo eso. Y algún proyecto (¡a realizar en el aula!), cada cierto tiempo, para hablar cosas de historia, de geografía o de ciencias. Esto aplicaría a Primaria. En Infantil es la adquisición, como bien saben los excelentes profesionales que dan clase ahí, de determinadas rutinas, habilidades motoras, etc.

Y no. En Primaria no haría grupos de nivel porque, con las ratios que planteo, se podría trabajar muy bien y atender a toda la diversidad que hubiera en el aula. Si no se consigue con esas ratios, quizás es que deberíamos replantearnos cómo se están haciendo las cosas en determinados lugares. Eso sí, como siempre digo, evaluaciones constantes del aprendizaje del alumnado, ayuda a los docentes y visitas periódicas de inspección educativa “para aportar”, “ayudar” y “poder tomar medidas” en caso de que haya cosas que no funcionen en el centro. No quiero dejármelo en el tintero… buena formación a todos los docentes de esas etapas, basada en evidencias e investigaciones, con expertos de verdad.

Ya veis. Al mismo coste que ahora, ya tenemos solucionada la atención a la diversidad y la inclusión en Infantil y Primaria. No es tan difícil. Ahora viene lo que va a generar más recelos: mi propuesta para Secundaria. Estoy hablando de Secundaria obligatoria, ya que lo que estoy hablando es solo para las etapas obligatorias (he incluido Infantil, porque la tasa de escolarización es altísima y, según todas las investigaciones, tiene una importancia capital en el alumnado).

Permitidme otro inciso antes de empezar con la ESO. Es que me van surgiendo cosas conforme voy escribiendo. Sé que uno de los problemas de la reducción del horario lectivo del alumnado es la imposibilidad de conciliar de las familias. Los docentes no debemos de ser “guarderia” pero, lo que también tengo claro es que hay familias que necesitan, por determinados motivos, tener a su alumnado atendido más horas. La propuesta sería añadir un servicio, tanto matinal como después de las clases, gratuito, para esas familias con monitores (no docentes) que hicieran determinadas actividades, muy bien planificadas y que pudieran incidir positivamente en el alumnado.

¿La ESO? Va, empezad algunos a coger piedras. Como se supone que los aprendizajes básicos ya están asumidos previamente, nos podemos dedicar a avanzar. Podríamos personalizar el aprendizaje, atendiendo a la diversidad, con la existencia de módulos de aprendizaje, reduciendo el número de materias y el horario lectivo. Por ejemplo, podríamos hacer que hubiera determinados niveles de cada una de las materias que dejáramos (por ejemplo, Matemáticas 1, 2, 3 y 4) que no estuvieran asociadas a la edad y que, en cada aula pudiera haber alumnado desde 12 a 16 años. Y no pasa nada que uno vaya más lento en el aprendizaje, por ejemplo, de Inglés. A lo mejor va a Matemáticas 3 y a Inglés 1. Además, todos los módulos serían permeables. Esto ya se hace en algunos países y no les va nada mal. Esa existencia de módulos de aprendizaje permitiría, especialmente en los módulos superiores (3 y 4) tener unas ratios de 25 alumnos. No pasaría nada porque se podría atender bien a la diversidad de cada uno de esos alumnos que, más o menos, tienen los mismos conocimientos y aprendizajes previos. No es segregación. Es dar a cada alumno lo que necesita en cada momento y no machacarle con cosas que no entiende.

¿Qué hacemos con ese alumnado que tiene unas necesidades educativas especiales determinadas? Pues bien, aquí lo dejaría a decisión de las familias, contando con el asesoramiento de buenos equipos de orientación. Podrían decidir ir a aulas “normales” (ningún aula es normal, pero lo digo para que se me entienda) o a centros específicos. En este caso, por experiencia, soy más partidario de centros específicos que de aulas “especiales”. Lugares con especialistas en la atención a ese tipo de alumnado. Pero, repito, se habría de analizar caso a caso y dejar que las familias decidieran libremente.

Recordad que he hablado antes de la reducción del número de materias en la ESO. Diez u once materias, como sucede en algunas Comunidades, es una auténtica barbaridad.

¿Tema repetición? Pues con el modelo de módulos de aprendizaje, la repetición desaparece ya que a cada alumno se le da lo que necesita en cada momento. Además evitas la segregación y esas risas, entre compañeros, por decirle a otro que “es tonto” porque te encontrarás con alumnado que va a unos módulos u otros. Algo que obligaría a replantear el modelo de tutoría tradicional, para convertirlo en mentorización a grupos de alumnado muy reducidos, en los que, si hay cincuenta docentes en el centro, TODOS, salvo quizás los que forman parte del equipo directivo, deberían tener que mentorizar a algunos alumnos.

Seguramente veáis muchos problemas en lo que estoy planteando pero, ¿no creéis que la reducción de ratios que planteo, sin incremento de recursos, tiene toda su lógica para mejorar la atención a la diversidad y la inclusión real? Es que “tirar” a un alumno en un aula sin más, ofreciéndole DUA u otras tonterías del mismo calado, no tiene ningún sentido.

Lo sé. Me he dejado hablar acerca de qué haría con ese alumnado que viene de otros países y se incorpora, o bien a principio de curso o a mediados, en un centro educativo de nuestro país. Pues un modelo de inmersión muy potente, tanto en cultura, como en conocimientos de la lengua -o lenguas- del territorio en el que se halle ese centro. Con unas ratios muy bajas y atención prácticamente individualizada. Y, cuando sus docentes vieran que ya se puede incorporar en todas las materias en el aula “normal” o “convencional”, incorporarlos. La ventaja del sistema que propongo es que es totalmente permeable y podemos ir moviendo al alumnado de un sitio a otro porque, al final, la mentorización que planteo, en grupos de menos de diez alumnos, hace que los docentes que los mentorizan los puedan conocer muy bien.

Quedarían muchas cosas por pulir (entre ellas, la necesidad de volver a tener especialistas en matemáticas y lengua en los últimos cursos de Primaria, para lo cual deberíamos cambiar Magisterio) pero, lo que os he dicho al principio: es mucho mejor plantear este tipo de propuestas (no porque las haya puesto yo sobre la mesa, sino porque pueden hacerse) que esperar recursos, dedicarse a pontificar en las redes sociales o los medios o, simplemente, intentar hacer negocio con el DUA o con la inclusión. Y nuestro alumnado no se lo merece.

Ya me contáis qué os parece la idea, qué cosas matizaríais o cambiaríais. O, simplemente, si todo lo que planteo está todo mal. Explicadme qué alternativa proponéis. A lo mejor, como digo siempre, es mejor vuestra idea que la mía.

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