Aprovechando que mi mujer me ha abandonado por una amiga (me ha dicho que volverá) y que mi hija, en lugar de hacer cosas conmigo ha preferido irse con sus primas a comer y después al cine, voy a aprovechar para escribir esos dos artículos pendientes, con la misma temática, que siempre escribo antes del día uno de enero. Este en el que voy a hacer un resumen personal y profesional del 2023 y, un segundo en el que, siempre sacando la bola de cristal, voy a atreverme a pronosticar qué nos espera en el 2024 en el ámbito educativo. Ya, lo sé. Lo de hacer de Sandro Rey o de la Bruja Lola no se me da demasiado bien, pero que no sea por romper la tradición de escribir sobre ello que me pase algo.

¿Qué me ha pasado este año 2023? Lo sé. Para un docente el año empieza en septiembre pero, como siempre sucede, se nos ningunea hasta en el cambio de calendario. Si hasta se venden más agendas escolares que agendas anuales. Solo haría falta que hicieran una ley cambiando el calendario para todo el mundo. Mucha ley educativa y lo realmente interesante no lo legislan. Ya les vale.

Bueno, a lo que íbamos. A nivel personal nada de hijos, nada de escribir un libro y nada de plantar un árbol. Tampoco nada de viajes a sitios raros y lejanos. Bueno, una recaída de mi enfermedad, que ya os he ido contando por aquí, que ha trastocado muchos planes profesionales de futuro. Sí, lo personal, por desgracia, se empeña en entrelazarse con lo profesional. Y no solo en docencia.

No voy a comentar nada de mi vida íntima salvo que, por primera vez en mi vida, este año he dispuesto de ropa interior a demanda y que, en caso de los calcetines, tengo un porcentaje mayor de los que permiten respirar a mis dedos que los que los encarcelan. Han caído, eso sí, unos zapatos a lo largo del año que, añadiéndose a los calzoncillos, ya ha sido más que en todo el año anterior. Y, por primera vez en mi vida que he estado en el hospital con un episodio como el que he vuelto a tener este año, no ha caído ningún pijama. Tampoco he ido a ningún restaurante con estrella michelín aunque, debo reconocer, salvo los más de diez quilos que he perdido desde octubre, algún michelín se había adherido a mi cuerpo. Un cuerpo cada vez más escultural. Bueno, dejémoslo con unas formas más redondeadas. Rubens, si estuviera vivo, me usaría seguramente como modelo. O él o Botero, que para el caso es parecido.

Ahora a lo profesional. He trabajado en dos centros educativos (uno el curso 2022-2023 y otro a lo largo de este). Uno de 2.300 alumnos con tropecientos primeros de ESO y un cuarto y otro, con 170. El primero con 130 profesores y el segundo con unos 25. Nada que ver. Y en ambos habiendo estado muy bien, guardando un fantástico cariño por este último que, por desgracia salvo que la ciencia mejore mucho, seré el último en el cual habré dado clase.

He leído muchas investigaciones educativas, algún libro de pedagogía (vade retro) y he escrito mucho sobre educación. Especialmente he escrito en el blog aunque he publicado algún artículo, solo o en muy buena compañía, para terceros. He intentado ayudar cuando personas me han pedido opinión o consejo y lo he pasado bastante mal en las redes sociales hasta que, con buen criterio, abandoné Twitter (o X) en septiembre de este año. El ambiente era tan tóxico y había un grupúsculo de personas con tantas ganas de hacer daño que no compensaba estar ahí. Ahora estoy solo como mirón y contestando por privado. Quizás no es que sean malas personas. Es que es la única manera que tienen para dar rienda suelta a sus frustraciones personales pero, al menos en mi caso, prefiero no hacerles de punch. Y, seamos sinceros, tanto odio hace que al final se te pegue algo de esa toxicidad que desprenden esos personajes. No vale la pena. Al menos a mí, que no tengo ningún interés en vender nada ni promocionarme, no me sale a cuenta. Lo sé, ahora me vais a salir con que el ebook con los artículos de 2023 del blog vale cinco pavos. Es que no hay para menos que reírse de lo anterior. Especialmente sabiendo la gran cantidad de ofertas económicas para hacer ciertas cosas (que hubieran supuesto muy poco tiempo y por las que hubiera obtenido un buen dinero) a las que he renunciado este año.

No sé si profesionalmente soy mejor docente este 2023 que el 2022. Lo que sí que sé es que soy mejor docente que cuando empecé. La experiencia, aunque algunos la consideren algo que no sirve para nada, al menos a mí me ha hecho saber más acerca de cómo dar clase y los recursos con los que puedo contar. Algo para lo que, por desgracia, no me sirve la práctica totalidad de los cursos de formación que he recibido. Ojo, hay alguno que sí, pero es un porcentaje ínfimo por la cantidad de horas que me he formado en estos veinticinco años de vida profesional. Por cierto, ¿número de cursos de formación «con certificado» recibidos en 2023? Cero. He empezado alguno y en otros iba de oyente. Ahora ya, sin presión salvo por la del último sexenio que me llega en cinco años, poco voy a hacer si no me interesa o me capacita para mi nuevo trabajo. Entonces no tengo ningún problema en hacer cientos de horas de formación. Soy de los convencidos de que los docentes debemos formarnos. Eso sí, también de los convencidos que para un papel y no aprender nada, no vale la pena.

Dentro de un rato me pongo con el otro post de hoy. Hoy voy a hacer un hat trick. Ya que el futbol siempre se me ha dado fatal, me voy a resarcir con los tres artículos que voy a escribir hoy. Sé que no es lo mismo, pero seguro que voy a acabar menos cansado y, aunque sé que hay muchas personas con ganas de verme en pantalón corto, voy a dejarlo a vuestra imaginación.

Hoy es un buen momento para eliminar vuestra suscripción a este blog, dejarme de seguir en las redes sociales o, simplemente, bloquearme en todas partes. No hay nada como ser cansino por estas fechas. Y yo puedo serlo mucho. Bueno, tampoco tanto salvo, como bien saben los que tienen la desgracia de conocerme, que me dejen cerca un micro.

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