El otro día estaba viendo el siguiente vídeo en TikTok (¡sí, miro vídeos de TikTok) de Pau García-Milà, que relacionaba la aparición de un modelo de IA que permitía escribir los trabajos a los estudiantes de una manera fácil y sencilla, además de no ser detectado por ninguna de las herramientas de plagio actuales.
https://www.tiktok.com/@paugarciamila/video/7135372729288625414?is_from_webapp=1&sender_device=pc&web_id=7152856722644993542
Lo anterior me lleva a una reflexión personal acerca del sentido de “mandar trabajos para casa”. Especialmente me lleva a reflexionar, más allá de lo personal (hace mucho que no mando trabajos para casa), acerca de la utilidad real de ciertas prácticas educativas.
Si hay una IA que puede redactar trabajos a cualquier nivel, ¿qué sentido tiene mandar trabajos para casa? ¿Qué sentido tenía antes, con la irrupción de la Wikipedia y los copia y pega indiscriminados, hacerlo? ¿Es relevante que el alumnado pierda el tiempo copypasteando de internet? ¿Tiene sentido que montemos trabajos, individuales o grupales para casa, como herramienta de aprendizaje? ¿Qué se aprende haciendo en casa un trabajo sobre los Reyes Católicos cuando, con las herramientas actuales, el 99% de los trabajos se hacen sin analizar qué se está redactando? Y ya no digamos con la aparición de los modelos predictivos de IA. Es que no hay por dónde justificar lo anterior.
La tecnología debería obligarnos a reformular las estrategias metodológicas. No es que la tecnología deba dirigir nuestra práctica docente. Es que la tecnología, nos guste o no, ha dinamitado algunas maneras de hacer las cosas. Otras, como he dicho siempre, con o sin tecnología, siguen siendo imprescindibles.
Enseñar a buscar información, filtrar resultados y ejercer un planteamiento crítico ante ciertas cosas es imprescindible. Obligar a que el alumnado haga algo que, al final sabemos todos que, por hacerse fuera del aula ya lleva asociado el que sea algo sin sentido, realizado por las familias o, en el caso más actual, por la IA ya es algo innecesario.
No podemos vivir de espaldas a la realidad. Al igual que tampoco debemos olvidar que, una de las funciones de los centros educativos es mejorar esa realidad. Por tanto, ¿por qué no racionalizar e ir eliminando ciertas cuestiones que, por tradición, se siguen haciendo en los centros educativos? Entre ellas la de ir mandando trabajos acerca de un determinado tema pensando que el alumnado va a aprender. El aprendizaje siempre debe estar mediado por el especialista. En ocasiones el especialista puede usar tecnología y en otras no. En ocasiones va a usar un método más clásico y en otro puede, puntualmente, usar un Kahoot. El problema es cuando mandar trabajos se convierte en un absurdo porque nadie, ni les ha enseñado a hacer trabajos y hay herramientas que hacen que, al final, los trabajos sean solo saber encontrar la herramienta adecuada para hacerlos o ponerse a copiar de determinadas páginas como si no hubiera un mañana.
Por cierto, para aquellos que creáis que digo en este artículo algo que no estoy diciendo, voy a añadir una cuestión: yo sí que estoy a favor de la necesidad, en ocasiones, de hacer tareas en casa para reforzar determinados aprendizajes. Sí, estoy a favor de los deberes escolares. Eso sí, con raciocinio y sentido porque, al final, resulta curioso ver que los que más en contra están de los deberes, al menos en las redes sociales, son los que más trabajo mandan a su alumnado para casa.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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