Hoy prácticamente no he tenido tiempo de tuitear. Tenía las primeras horas libres y me he ido al centro para intentar tener listas de mi alumnado, además de conseguir hacerme con un manojo de llaves de las diferentes aulas en las que iba a dar clase. Para mí volver al aula después de unos cursos fuera de la misma era una pequeña prueba de fuego. En Twitter he dicho que no me había ido del todo mal. Y ahí viene el quid de la cuestión. Algo que ha expresado fantásticamente bien Manuel Guzmán con el siguiente tuit:

Fuente: https://twitter.com/MrVolpitz/status/1437277989033713666

Estamos demasiado preocupados en difundir qué hacemos que en hacer. Me incluyo en ser parte de los culpables de lo anterior. He de reconocer que a mí me gusta decir qué hago pero entiendo, además justificadamente, que sea imposible comprobar que lo que estoy diciendo sea la realidad de lo que ha sucedido. Voy a ir más lejos… que yo tuitee los materiales que estoy usando con mi alumnado o hable de educación no me hace mejor profesional. Ni me hace saber más que uno que ha optado libremente por no tener cuenta en las redes sociales. O, simplemente, usarlas para hablar de cine, música o sexo. Es por ello que no puedo menos que estar totalmente de acuerdo con la captura que os he colgado.

Un director no es mejor director por pasarse el día tuiteando. Pasarse todo julio haciéndolo y no tener los horarios de su profesorado en septiembre quizás indique que es un mal profesional. No tener los horarios de sus profesores en Itaca implica que algo no está haciendo bien. Hay cosas que van antes que otras. Hay cosas que van antes que los tuits. Hay mucha hipocresía y falsedad tras lo que muchos decimos en las redes sociales. Pero, lo más jodido del asunto, es que al igual que sucede en los centros educativos, los docentes (esa minoría de ellos) que se están tocando las partes a dos manos son los que más saben vender a los demás lo bien que trabajan y lo buenos que son.

Para dar formación se busca a los docentes en las redes sociales. Se busca a aquellos con más seguidores. A aquellos que venden su gamificación o flipaje del copón. A aquellos que, al igual que hago yo, publican miles de tuits diciendo cuatro gilipolleces acerca de cómo deberían hacerse las cosas. Especialmente hay mucho innovador que solo sabe innovar en las redes sociales y participando en determinados concursos y premios porque, como siempre sucede, es solo ver lo que sucede en su aula y encontrar muchos agujeros en su discurso.

Yo publico hilos acerca de temas educativos. Ya veis que me incluyo como parte contratante de la segunda parte. Además doy me gustas a algunas cosas y retuiteo otras. Algo que no me hace ni mejor ni peor docente. Puedo ser un truño de docente. Por eso me sorprende que cuando he dicho estos días que volvía al aula después de unos años en la administración hubiera algunos que dijeran que soy buen profesional. Puedo serlo o no serlo. A lo mejor soy un vago del copón. Eso sí, tengo Twitter. Parezco supercomprometido con la educación y soy totalmente friendly con opiniones que cambio cada cierto tiempo. Más veleta que yo uno no puede ser. Bueno, al menos yo publico tuits de cosas que hago. No digo si funcionan o no. Tampoco me dedico a inundar la red con fotos de mi alumnado el primer día, pasadas por el photoshop pirata y que demuestren como el alumnado hace cosas. Bueno, aparenta que hace cosas. Es lo que tienen las fotos.

Hoy, como os he dicho, en mi caso he acabado muy cansado. Si os dais cuenta mi volumen de interacción en las redes sociales se reduce en función de lo mucho o poco que curro esos días. Eso sí, hay algunos que parece que vivan pegados a las redes sociales. Son muy golosas. Gusta tener me gustas. Es erótico que te digan… «ostras que buen docente que eres». Pues, al igual que tampoco nadie debería deducir si uno es buena o mala persona, nadie debería deducir que uno es buen o mal profesional por lo que diga él o gente que no le conoce más allá de las redes sociales.

Eso sí, he de reconocer que algunos son muchísimo más profesionales en Twitter que en sus aulas o sus centros. Es lo que tiene, como he dicho siempre, el narcisismo barato y chusquero que puede desprenderse del uso de las redes sociales. Si alguien va de innovador y supertrendy, dudad. Si alguien se pasa el día tuiteando que hace como director o, simplemente, veis que en su horario laboral lo único que hace es publicar cosas en Twitter, dudad. Dudad de su profesionalidad porque, al final, el buen profesional es el que hace y no el que dice que hace. Es que es de cajón.

Por cierto, mi día hoy bien… ¿el vuestro? 😉


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