Ciento ochenta alumnos y cinco asignaturas diferentes. Esto es con lo que tengo que lidiar este curso. Y no soy, al menos en mi centro, de los que más alumnos y grupos van a tener. Un centro educativo que, al igual que todos en los que conozco a docentes (no solo de mi Comunidad), se comen con patatas ciertas cosas porque no es posible cumplir la ley. Sí, hay alumnos a los que se les cambia de optativa porque hay algunas que «están a petar». Hay lloros desconsolados por pedir a algunos Departamentos que asuman más horas que las que legalmente pueden hacerse. Hay grupos de diversificación que tienen que dejar de diversificarse porque no hay manera de hacer, con los recursos de la administración, ese grupo de diversificación que se ha asignado legalmente. Y ya no hablo de las gilipolleces de evaluar por competencias, las rúbricas, el aprendizaje individualizado o la inclusión. Imposible.

Hoy casi me pongo a llorar al ver que no voy a poder acordarme del nombre de mi alumnado. Ya no digamos poder atenderlos en condiciones. No puedo atender en condiciones a casi doscientos alumnos. Ni yo, ni nadie. Es que después nos llenamos la boca de coeducación, inclusión o gestión de emociones. Y una mierda. En las aulas se hace lo imposible con lo que hay. Cualquiera que me diga que es capaz de hacer ciertas cosas en el aula desde fuera de ella, que me chupe los huevos. Uno detrás de otro. Bueno, mejor no. Simplemente con enviarle a la mierda hay suficiente. La legislación educativa, los ideales que subyacen tras ciertos redactados o ciertas cosas que se venden, al menos en la ESO son una mentira cochina. No entro en los pobres orientadores que tienen que atender y orientar a más de quinientos alumnos. Los hay. Orientadores que, en ocasiones, también tienen que dar clase. Y después… es que bla, bla, bla,… personalizadme esas dos cosas que cuelgan de la entrepierna.

No se puede evaluar en condiciones a un centenar de alumnos. Ya no digamos al doble o al triple. Es vergonzoso que un docente no pueda saberse el nombre de su alumnado porque tiene tantos alumnos que es imposible que lo haga. Aún así, muchos lo intentan pero, vamos a ser sinceros, en aulas de veintimuchos es imposible atender a nadie en condiciones. Hay quienes sobreviven porque tienen que sobrevivir. Hay quienes naufragan porque, aparte de que la escuela no palía todos los problemas de contexto, no se les puede dar lo que necesitan. Eso sí, después lo solucionamos todo con mindfulness, hablando de los deberes o poniéndonos a parir entre nosotros por LOMLOES o mierdas en vinagre.

No lo he dicho pero sabéis que también hay un boom de matriculaciones en FP. Pues hay grupos de FP de cerca de treinta alumnos a los que se tiene que dar formación práctica de Electricidad, Cocina,… Sí, es imposible. Es imposible que reciban el aprendizaje que se merecen. Eso sí, desde Europa tropocientos millones para dedicarlos a aulas del futuro y a digitalización de centros educativos. Si no fuera tan lamentable la situación real que se vive en los centros educativos, sería para echar la carcajada.

Al próximo que me hable de personalización, inclusión, competencias significativas, decretos de evaluación, rúbricas, metodologías emocionantes e innovadoras,… le voy a decir que se vaya a la mierda. Caemos en debates estériles cuando lo importante es no poder atender a Ana, Diego, Khalid o Svetlana en condiciones. Y, a día de hoy no se está atendiendo, a pesar del fantástico trabajo de la mayoría de profesionales, a ese alumnado en condiciones. No se puede. No se va a poder. Así que, queridos legisladores educativos o vendedores de debates pedagógicos supertrendys, iros a escaparrar. Me vais a personalizar los huevos porque, por mucho nos pese, otra cosa no va a poder personalizarse en el sistema educativo. Intentaremos hacerlo lo mejor posible pero milagros… a Lourdes.

Finalmente que no se me olvide, corregir libretas, evaluaciones individualizadas y continuas,… es una puta fantasía. Y no, no quiero hablar más de mis huevos, así que lo dejo aquí.


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