Ahora, puntualmente, no estoy en el aula, pero creo que más de veinticinco años en ella, con grupos variopintos y centros diversos, me permite hablar con un cierto conocimiento sobre mi experiencia como docente. Y una de las cosas de las que no costó demasiado darme cuenta era la necesidad de conocer en profundidad la materia de la que daba clase. Lo sé porque, por desgracia fui uno de los pioneros de la LOGSE en mi asignatura (ahora materia) y, lamentablemente había cosas que se incluían en determinados cursos en los que no era demasiado hábil. E hice, lo de (casi) todos… intentar tener un dominio absoluto acerca de todo el temario que me tocaba dar. Algo que, como he dicho siempre, es lo que hace que alguien sea profesional o no en su trabajo.
Recuerdo la primera vez que me paré frente a un aula llena de alumnos en mi primer destino. Estaba nervioso, preocupado por si sería capaz de responder a todas sus preguntas y por si lograría captar su interés. Me di cuenta de que mi conocimiento sobre la materia era mi mayor aliado. Saber mucho sobre «lo mío» me daría la confianza para enfrentarme a esos momentos de incertidumbre. Cada pregunta, cada duda planteada por mis alumnos, pensaba que sería una oportunidad para profundizar en el tema. Eso sí, al principio, como bien sabéis los que entráis nuevos en un aula o aterrizáis en un nuevo centro educativo a dar clase, es el período de tanteo inicial.
La enseñanza no es solo sobre transmitir información. Es sobre conectar. No estoy hablando de motivar. Me gusta mucho más la palabra de conectar. Una palabra que engloba todos esos conceptos con los que algunos, a falta de otros, nos están bombardeando. Me he dado cuenta de que cuanto más sabía sobre mi asignatura, más capaz era de hacer que mi alumnado aprendiera y, sumado a la experiencia, conseguir dotar de una cierta pasión a la transmisión de esos conocimientos. Cuando el alumnado ve que su docente no solo domina la materia, sino que además la disfruta y la vive con entusiasmo, ellos también se sienten atraídos por ella. No se trata solo, aunque tiene su importancia, de memorizar datos y fechas; se trata de entender el por qué y el cómo, de ver la relevancia de lo que aprendemos en nuestras vidas diarias. Eso sí, permitidme el típico inciso de siempre… uno no puede entender si no sabe. Es que es de cajón.
Como docentes, tenemos el privilegio y la responsabilidad de guiar a nuestros estudiantes en su viaje de aprendizaje. Y para hacerlo de manera efectiva, necesitamos estar constantemente actualizándonos y profundizando en nuestro conocimiento. La educación es un proceso dinámico y en constante evolución. Siempre hay nuevas teorías, descubrimientos y enfoques que pueden enriquecer nuestra enseñanza. Cuanto más sepamos, más herramientas tendremos a nuestra disposición para adaptarnos a los cambios y desafíos que puedan surgir en el aula.
Además, un conocimiento profundo de la materia nos permite ser más creativos en nuestra enseñanza. Podemos encontrar formas innovadoras de presentar el contenido, hacer conexiones inesperadas entre conceptos y despertar la curiosidad de nuestros estudiantes. Yo he ido descubriendo a lo largo de mi vida profesional que relacionar temas aparentemente desconectados puede hacer que el alumnado vean el mundo desde una nueva perspectiva. Un profesor de Historia que conoce a fondo no solo las fechas y eventos, sino también los contextos culturales, sociales y económicos, puede hacer que la historia cobre vida de una manera que las fechas en sí mismas nunca podrían lograr.
No debemos olvidar tampoco que cada alumno es único y tiene diferentes formas de aprender. Tener un conocimiento profundo de la materia nos permite ser flexibles en nuestra enseñanza, adaptar nuestras metodologías a sus necesidades individuales y ofrecer múltiples enfoques para abordar un mismo tema. Esto no solo facilita el aprendizaje, sino que también muestra al alumnado que hay muchas formas de entender y abordar el conocimiento.
Antes de saber dar clase, debemos saber mucho de «lo nuestro». Este conocimiento no solo es la base de una enseñanza efectiva, sino que también es una fuente de inspiración y motivación para nuestro alumnado. Al final, el conocimiento es el faro que ilumina el camino del aprendizaje. Y eso, antes de cualquier aderezo, es lo mismo que sucede a una ensalada con «lo verde». La necesaria materia prima.
Conforme pasan los años, de forma inexorable, voy atesorando recuerdos, conocimientos, aprendizajes y experiencias que, quizás no me hagan mejor persona pero sí, en el ámbito educativo, creo que sí un mejor profesional.
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¿»Lo nuestro» es igual a «nuestra materia, campo de conocimiento…»?
Si es así, diría que sí, pero no solo.
Y,unas preguntas, ¿tener un conocimiento profundo de una materia implica sólo conocimiento teórico o también experiencia en su manejo, aplicación y práctica?. Y al hilo de lo anterior, ¿Es mejor empezar a ser profesor al salir de la academia o algunos años después habiendo adquirido experiencias diversas tanto con tu materia como socialmente, vamos, tener un poco de mundo y tablas para enfrentarte a situaciones diversas?.