Ayer  tarde, mientras estaba redactando varios documentos a los que les debo dar una vuelta, me he puesto a pensar acerca de la gran cantidad de tiempo que pierdo leyendo lo que dicen, o bien en las redes sociales o en otros medios más tradicionales, personas que no me aportan nada.

Nos hemos reconvertido, especialmente desde la irrupción y expansión de las redes sociales, en viejas del visillo, versión Super Ratón, necesitadas de supervitaminizarnos y mineralizarnos leyendo sandeces en X, o viendo pasar vídeos sin sentido mientras avanzamos el dedo por Instagram o TikTok. Es que es mirar el reloj y asustarse al volverlo a mirar. Horas y horas perdiendo el tiempo, de consumo de chorradas sin sentido que van pasando ante nuestros ojos. Tiempo que podríamos destinar a algo mucho más provechoso y que, sumadas a lo largo del año, nos hubieran permitido, sin exagerar, aprender a tocar cualquier instrumento musical con una cierta habilidad.

Es por lo anterior y mientras estoy viendo amanecer, mirando al mar, sentado en el balcón de la terraza, que me he propuesto limitar, a partir de ya, el tiempo que voy a destinar a revisar la publicaciones en las redes sociales. No soy de los superadictos a las mismas pero, a pesar de no serlo, reconozco que paso demasiado tiempo interesándome en cosas que no me aportan absolutamente nada. Ni tan solo me aportan felicidad porque, sinceramente, ver pasar vídeos de restaurantes donde se come del copón, mientras yo no puedo disfrutar de ellos, es una manera de hacerse uno bastante daño.

No pasa nada por reducir el uso de las redes sociales. No pasa nada por reconocer que, por desgracia, a pesar de ser ya talluditos y haber crecido sin ellas, han generado mucho impacto, a nivel de tiempos, en nuestras vidas. Si a nosotros ya nos cuesta desconectar, imaginaos a quienes han nacido con ellas. Y estamos pagando las consecuencias de ello. Dotando de importancia a ciertas cosas que no las tienen, encumbrando a determinados personajes que no son nadie o, simplemente, creyéndonos determinados bulos, amplificados que, gracias a los algoritmos, consiguen ir calando poco a poco.

Hoy he empezado el proceso detox. Voy a leer más que nunca de temas relacionados con mi profesión y mucho menos a personajes en las redes que, plagados de verborrea y poca enjundia, tienen una determinada visibilidad. Voy a silenciar mucho más en X donde, como he dicho y repetido hasta la saciedad desde hace un año, estoy solo para consumo, publicación de los artículos de este blog y no para interacción (salvo los mensajes directos). Voy a intentar aislarme completamente del ruido de sables que algunos les interesa incentivar continuamente. Voy, en definitiva, a intentar usar mi tiempo para cosas que realmente me aporten.

En mi caso no me supondrá un gran esfuerzo reducir tiempos. Eso sí, tendré que luchar contra la pereza de seguir silenciando a determinados personajes y eliminar mi malsana curiosidad, en ocasiones, de ver qué barbaridades sueltan. Sé que a otros os va a costar más y algunos, especialmente los más tóxicos de las redes, lo van a tener imposible. Pero no pasa nada por ello.

Voy, aunque parezca contradictorio, empezar a seguir a muchos más perfiles en X pero de mucha más calidad. Y por cada perfil que siga, seguramente, cualquiera que me esté «contaminando» mi timeline, mediante algunas citas que hacen algunos de los que sigo, obligará a silenciar aquellas conversaciones que me interesen entre poco y nada.

Hoy se acaban mis vacaciones totales para convertirse en vacaciones a medias. He conseguido descansar y tengo muchas ideas en la cabeza que voy a ir pasando a documentos, en formato borrador, a partir de ya. Y eso no sé si es muy positivo para algunas personas en las que estoy pensando.


Descubre más desde XarxaTIC

Suscríbete y recibe las últimas entradas en tu correo electrónico.