Ayer leí un texto, titulado «The ideology of educational research», publicado por David Tripp y que podeís encontrar aquí, en el que sugiere que existe una ideología tras toda investigación educativa cuyo objetivo es el de denigrar a los docentes en diferentes sentidos, desprofesionalizarlos y legitimar el control de su práctica docente por quienes no pisan el aula. Existe una tendencia a validar la investigación educativa, especialmente la que más se mediatiza, en la que siempre se incluye el «si algo no funciona es culpa del docente» Se vende un modelo educativo, avalado por ciertos autores que, curiosamente, no coincide con la realidad del aula ni tiene en cuenta al docente de aula. Excluido, de forma interesada, de la mayoría de investigaciones educativas.

Siempre he defendido que el docente debería tener tiempo para ser copartícipe de las investigaciones educativas que le afectan. El problema es que, por motivos sobradamente conocidos, la endogamia y la necesidad de publicar papers a todas horas, impide el trabajo conjunto entre investigador y práctica de aula.

Como se indica en las conclusiones del documento que os he enlazado, siempre existe la tendencia de culpabilizar al docente, la parte más débil del sistema educativo, de todos los males del mismo. No es la administración. No son las investigaciones que validan determinadas prácticas educativas o constructos pedagógicos. La culpa, como siempre sucede, es del docente de aula que, o no sabe seguir las directrices, o se le han dado directrices que son imposibles de aplicar en su función profesional.

Los investigadores, las administraciones y los que difunden lo anterior, consideran que se hallan en posesión de la verdad absoluta. Y que ellos saben qué debe hacerse en el aula para mejorar el aprendizaje del alumnado. El problema es que, como todos sabemos, el papel lo aguanta todo, pero el aula no. Es muy fácil jugar con la ventaja que da no tratar con el alumnado sobre el cual se postulan determinadas cosas. El problema es hacerlo dentro de un aula. Y, quizás por ello, lo que debería ser investigación educativa se ha convertido, tal y como expresa lo enlazado al principio, en una especie de caza al docente, aislándole cada vez más y manteniéndolo al margen, tanto de las decisiones políticas y técnicas que le afectan como de la posibilidad, dentro de sus posibilidades, de ser partícipe de las investigaciones educativas.

¿Existe solución a lo anterior? Sí. Hacer al docente parte, tanto de la toma de decisiones como de las propias investigaciones científicas. No siendo solo sujeto pasivo. Permitiéndole, como experto en educación, estar al mismo nivel que los que están dirimiendo estrategias sobre cómo debería trabajar y bajo qué criterios.

En educación es interesante plantearte cosas. Especialmente cuando ves quiénes están vendiendo «investigación educativa», qué parte de la misma se está mediatizando más, o cómo se están tomando determinadas decisiones educativas.

 


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