Debo confesaros que he tenido una duda lingüística importante a la hora de poner el título a este post. Sí, ya os desvelo uno de mis secretos… tengo el título en la cabeza (o apuntado en la aplicación de notas del móvil, ya que me he modernizado desde la servilleta de ideas) y voy desarrollando, en unos diez o quince minutos, el contenido del mismo. La duda era si escribir «para enseñar» o «por enseñar». Sí, sé que para algunos está claro pero, por ser mi lengua materna el catalán, al igual que confundo el voy y el vengo, también tengo dudas en algunas cuestiones como ésta. Sí, sé que la RAE recomienda no poner tilde en el demostrativo pero, como recomendación no implica obligación…
Pero vayamos al meollo de la cuestión. Al leitmotiv del artículo. A la afirmación que hago, en contra de una opinión cada vez más extendida, acerca de la función de la institución escolar y la tarea del docente. Una opinión que induce a creer que la obligación de los docentes es la de educar, denostando todo el concepto de «instruir» por ser algo que para algunos jamás debería darse.
A mí me preocupa esta confusión porque, al final, no es nada más que el reflejo del concepto vocación implantado a determinadas profesiones. Y usando, curiosamente, un argumento contra el que deberíamos, como profesionales de la educación, estar en contra: la educación en valores democráticos. No nos olvidemos que en ocasiones hay cuestiones que son democráticas que van en contra de determinados valores personales y, por ello, al igual que no deberíamos adoctrinar en nuestro modelo moral, tampoco deberíamos hacerlo en un modelo moral legislado ideológicamente. Estoy refiriéndome a derechos morales; no a derechos humanos. Creo que me he explicado claramente y que se entiende mi acepción.
En La Constitución se indica claramente que la deriva de la educación en valores no se incluye dentro de las obligaciones de los docentes, ya que hay varios aspectos clave, tal y como se indica en el artículo número 27 de la misma. Recuerdo que el marco constitucional está por encima de cualquier Ley Orgánica por prelación legislativa.
Se nos dice que todos tienen derecho a la educación y se reconoce la libertad de enseñanza. Además de incluir un tercer punto que va en contra de cualquier intento de imponer una formación en valores al alumnado, ya que ese derecho solo lo tienen los padres y lo pueden delegar a la institución escolar (o a otras), siempre y cuando dicha formación moral esté acorde con las convicciones de las familias. Ergo, las familias educan o delegan esa educación con unos determinados criterios. Repito, estoy hablando de opiniones morales acerca de determinadas cuestiones. No de derechos humanos. Opiniones morales que pueden estar acorde con lo legislado o no.
Voy a poner un ejemplo rápido para que se me entienda. Yo puedo estar a favor o en contra del aborto. Legalmente es lícito en nuestro país abortar bajo unas determinadas premisas. Yo puedo decirle al alumnado si me preguntan, tanto mi opinión sobre el tema como la legislación que existe actualmente. En ocasiones son temas de los que desconozco el aspecto legal y, por tanto, como mucho puedo buscar información acerca de ese articulado legislativo para mostrárselo o pasárselo. Lo que no puedo hacer es educar en decirles que abortar es bueno o malo. Tampoco puedo educarles en qué religión es la buena u obligarles a creer o tener fe en determinadas cosas. Y repito, es lícito opinar como persona. Como docente, mi obligación es no educarles en ello porque soy docente de Tecnología y a mí me pagan para enseñar Tecnología.
Como profesionales no deberíamos jamás cruzar una línea que no nos toca. No es solo que no debamos hacerlo. Es que no tiene ningún sentido porque, ni somos especialistas en moral, ni nuestra opinión es relevante acerca de determinadas cuestiones. Podemos acudir a los derechos humanos y a la legislación actual pero, en el segundo caso, la situación puede cambiar en función de quién esté o no gobernando. Y ahí poco podemos hacer.
¿Debemos posicionarnos a favor de la encarcelación o la libertad de determinadas personas por defender sus ideas? ¿Debemos hablar de guerras buenas y malas? ¿Debemos posicionarnos a favor o no de unas determinadas siglas políticas? ¿Debemos manifestar nuestro apoyo a determinadas manifestaciones? ¿Debemos entrar en disyuntivas morales como si fuéramos poseedores de la verdad y nuestras ideas fueran las que debemos implantar a toda costa? ¿Debemos educar en nuestras opiniones personales? ¿O eso es una tarea que, tal y como indica La Constitución, corresponde a las familias? Añado y me reitero en lo que he dicho antes… no es malo dar nuestra opinión si nos la preguntan pero, siempre dejando muy claro, que es «nuestra opinión».
Yo puedo hablar de ética de datos y de privacidad en el uso de determinadas herramientas tecnológicas. Puedo explicar qué está sucediendo con la extracción del coltán y los efectos científicos de la extracción masiva de determinados recursos. Puedo hablar de las leyes de la robótica. Incluso puedo hablar de las cuestiones éticas que subyacen tras la clonación. Repito, puedo hablar de la parte científica e incluso puedo dar mi opinión sobre ciertos temas que no tienen que ver con mi asignatura. Lo que no puedo hacer es convertir mi función profesional (que es enseñar Tecnología y que mi alumnado aprenda) en otra para la que no estoy, ni capacitado ni se me ha contratado.
Sé que es un tema complicado porque tratamos con seres humanos. Es inevitable, con el contacto diario, hablar de temas transversales e intentar argumentar nuestros posicionamientos acerca de ciertas cuestiones. Pero, perdonadme que insista, la institución escolar está planteada para enseñar e instruir. Para plantear un modelo de enseñanza-aprendizaje en el que uno dispone de los conocimientos y dota de los mismos, mediante el uso de diferentes herramientas, a los receptores del servicio. Si esta función dejara de ser la función primordial de la escuela, quizás nos deberíamos plantear la contratación de otro tipo de profesionales o, pasar a denominar a los centros educativos, centros de suministro de valores democráticos impuestos por la ideología de los que mandan. Algo que, al menos a mí, no me gusta nada.
Es un tema que seguro da para el debate. Yo solo os he expuesto mi opinión, más o menos fundamentada. Y respondiendo al tuit que he enlazado en el post (uno de los muchos que defienden esta postura con la que no estoy de acuerdo), tan solo decir que, con todos mis respetos, la función principal del sistema educativo es la de dotar de conocimientos, habilidades y estrategias, siempre yendo acorde a criterios de defensa de los derechos humanos y respetando, nos guste más o menos, la legislación vigente. Lo de confundir torticeramente enseñanza o instrucción con una determinada acepción del concepto, tiene mucho de manipulación.
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