Un nuevo Congreso de Hemorroides Docentes… y ya van…

Vuelven con fuerza, después de unos años de barbecho pandémico, los congresos y las jornadas en las que, los mismos de siempre van a decir lo mismo de siempre. Es que es lo de siempre. Los mismos iletrados de praxis real de aula, diciendo cosas que nunca funcionaron si alguna vez estuvieron en ella. Es que es solo cuestión de querer ver el currículum de esos tipos y tipas que participan en ciertos eventos. Lo primero, claro está, sería encontrarlo.

A quién no le apetece después de haber publicado la carátula de su disco, etiquetado a algunos compis de las redes sociales y, jugado al último juego más molón del mundo mundial, participar en un Congreso de Hemorroides Docentes. No es exclusivo para los que ya están en el candelero (para ellos les recomiendo el nuevo Congreso de Onanismo e Indigencia Intelectual, al que va como ponente lo más granado de la profesión y que ayer, como siempre, alguien que me quiere muy poco me envió por Telegram). En este caso, el de las hemorroides se trata de un congreso y, posterior concurso, para aquellos que, todavía no habiendo sido autonominados a ningún premio, puedan mostrar sus maravillosas hemorroides al personal. Y de regalo, más allá de patrocinar un producto homeopático que cure esas molestias, la posibilidad de salir en la portada de alguno de esos medios cuya publicación más interesante en los últimos tiempos es la de aquella que se hizo un retoque en sus tetas o de aquel que, después de un alargamiento de pene, tuvo problemas para encontrar unos calzoncillos a medida. El espectáculo educativo vende. Quién dice que no podéis llegar a la fama con vuestras maravillosas hemorroides. Además podéis tuitearlas, difundirlas en Instagram, hacer un maravilloso vídeo de TikTok recorriéndolas en cámara lenta o darle un me gusta en las publicaciones que van a irse generando. El no va más de la innovación docente. Con la posibilidad de complementar esa imagen con un flotador a juego.

Siento una envidia brutal al no poder ser nominada mi hemorroide como la más interesante por tener un tamaño inapreciable. Por eso y por tener relación directa con el suministrador de vaselina para los asistentes al congreso, creo que, ni tan solo voy a tener la posibilidad de dar la charla inaugural. Seguramente tampoco me dejan hacer la campaña de selección de imágenes para el posterior concurso. Suerte que es un congreso de hemorroides porque, si cuando han venido los asistentes, lo cambian por un concurso de neuronas entre los mismos, se quedan sin reto para el juego, el baile o el posterior vuelo de aviones de papel. Hay también un juego en el cual, mediante dibujos en post-its deberá determinarse a qué concursante pertenece la hemorroide que va a proyectarse. Bueno, eso dice el comité organizador que, por lo que me han filtrado, todavía están dudando de hacerlo mediante post-its o directamente en Kahoot. Esto son algunos flecos que les faltan por cuadrar.

Ya, lo sé. Expongo más las cuestiones del premio que la del propio congreso pero, seamos sinceros… ¿qué vende? ¿Una disertación acerca de las hemorroides o las imágenes suculentas de las mismas? Creo que está bastante claro. El personal no se apunta para ir a escuchar una charla de médicos especialistas en el tema. El personal lo que quiere es ver culetes, granitos y sangrados. The Walking Dead versión ojete. ¿Mola o no mola? Bueno, quién dice médicos… dice algún docente que se autodenomina experto en protuberancias anales. Que ya sabemos que a esto sólo se prestan aquellos todólogos que quieren largarse del aula, dar charlas de (de)formación o, simplemente, creerse mejores que los demás compañeros que, por lo visto, no saben tanto de hemorroides como ellos.

Creo que ya está cuadrado el sitio y buscado un restaurante adecuado para el evento y que no falte la wifi. No sea que alguno de los asistentes se despiste y, en lugar de jugar con su móvil, se ponga a escuchar lo que se dice desde la tarima. Una tarima que, como todos los congresos educativos, estará bien alta para demostrar quiénes son los que saben y quiénes son los pertenecientes a la plebe educativa. No sea que a alguien se le plantee pensar en qué está haciendo ahí. Bueno, algunos ya han agotado todas sus posibilidades de raciocinio. No lo digo yo. Se ve.

Os informo que no os he puesto el programa porque ya sabéis que lo importante de este tipo de eventos no son las charlas. Son los expertos, gurús o influencers que van a ir mostrando palmito y que, seguramente, conoceréis por haberlos visto en el último macrocongreso educativo, patrocinado por una conocida marca de juguetes sexuales, acerca de las posibilidades pedagógicas de las frutas. Muy difundido en YouTube y en las redes, con experiencias imperdibles acerca de sandías, piñas y melocotones. Estas últimas, impresionantes. Y no lo digo yo. Lo dicen la cantidad de likes en las redes sociales.

Dedico este post a aquella que ha corrido mucho para largarse del aula y que, ahora, como es mentora digital y no tiene posibilidades de hacer ciertas charlotadas con su alumnado cara a la galería, se dedica, como no quiere ni sabe trabajar, a ser otra más de las del club de las hemorroides. Con su grupo de palmeros, claro está. Las hemorroides en soledad son menos hemorroides. Y el tiempo que uno tiene “no trabajando” es tiempo que puede invertir para ir a hablar acerca de cosas que aparecen en determinados culos.

Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉

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