Todos los que leemos un poco sobre educación, sabemos del papel de la OCDE y las estrategias internacionales para mercantilizar la educación. Si nos ponemos a pensar acerca de las medidas educativas que están tomando los gobiernos y las modas que, de forma global, se están extendiendo por la mayoría de los países, veremos ciertas similitudes. No, no es solo en nuestras tierras donde están desembarcando modelos que, más allá de carecer de cualquier evidencia científica, se mediatizan e incorporan, con ayuda de la administración, en los centros educativos. La barbarie es a nivel global. Sí, nunca ha habido una visión más global de la educación que ahora.
¿Sabéis cuál es el problema de globalizar la educación? Pues el principal problema es que deja de lado las particularidades de nuestros alumnos, obvia la sociedad y, por qué no decirlo, se diseña desde un único despacho con finalidades muy poco educativas. Si no fuera así, cómo se explica que la OCDE, una organización económica, junto con el Banco Mundial, se hayan autodeclarado Ministerio de Educación del mundo. Algo que sorprende por lo poco cuestionado que está por parte de los gobernantes que dictan las directrices educativas, y se obvia decir, en la mayoría de las propuestas educativas, que se convierten en articulados legislativos en la mayoría de los países del globo. Ya, no interesa, pero ¿queremos aceptar sin rechistar esas medidas impuestas por organizaciones empresariales? Bueno, vamos a ir más lejos… ¿debe aceptar la sociedad que las futuras generaciones vengan diseñadas por el patrón que marquen desde entidades bancarias, fondos de inversión e intereses de determinadas multinacionales -escondidas o no bajo sus fundaciones-?
La verdad es que sorprende que, teniendo sistemas educativos envidiables y altamente integradores e inclusivos, haya países que estén abandonando determinados modelos que permitían lo anterior para sumarse a modas que imponen terceros. Ya no es sólo el ver como algunos se han cargado la Universidad de muchos países escudándose bajo un modelo Bolonia, que al final solo ha servido para encarecer los precios de las carreras universitarias. Es ver como en etapas obligatorias se implantan planes que, curiosamente, los que los implantan, afirman que tanto sirven para Madagascar como para ese pueblecito leonés tan bonito. Más fácil comprar en bruto que diseñar modelos particulares. Más negocio el poder introducir dentro del currículo asignaturas para cubrir el mercado laboral que demandan algunas empresas, que plantear el cambio de modelo productivo desde una visión más humanista. Más fácil pretender que algunos chapurreen mal el idioma extranjero de referencia, que enseñarles a ser competentes en su/s lengua/s materna/s. Muchísimo más fácil porque, para algunos, el lenguaje de comunicación debe adaptarse al lenguaje comercial. El pensamiento, como siempre, alejado de las políticas educativas. El sesgo educativo, al margen del partido que gobierna o su ideología, siempre jugando a estándares que marcan algunos cuyos intereses siempre han sido muy poco educativos.
¿Realmente no os chirría ver que las políticas educativas se han homogeneizado? ¿Realmente no os preocupa que, para personalizar el aprendizaje, deban establecerse unos estándares metodológicos o de evaluación del mismo? ¿Realmente a nadie le preocupa que algo imposible de medir como son las competencias -y más aún las básicas o clave- vengan diseñadas por organizaciones que poco saben de educación y que sean las mismas aquí que en Dinamarca? Claro, un danés es igual que uno de ese pueblecito costero de Valencia. Y, por qué no decirlo, tanto el clima, como la sociedad e, incluso el modelo vital, es el mismo ahí que por estos andurriales. Pues no. Va a ser que no cuela. Al igual que no cuela la extrapolación de metodologías educativas entre centros educativos o, yendo aún más lejos, entre aulas. No hay dos alumnos iguales y, si ya cuesta homogeneizar el aula para que todos lleguen a aprender lo que les estamos contando, imaginemos la globalización de todas las aulas de todos los países mediante doctrinas únicas. Difícil, no. Imposible. Salvo que, como he dicho anteriormente, esa homogeneización sea sólo para modelar futuros clientes en una estructura mercantilista que, lo único que plantea, es crear castas entre los propios clientes y vendedores de productos y/o servicios. Castas que, ya desde pequeños, empiezan a vislumbrarse con cada reforma educativa y con la mediatización de que, amparándose en la libertad de elección de los padres, uno tiene derecho a segregar a sus hijos de otros justificándolo de la forma que se quiera.
Es clave saber qué se pretende y cómo podemos hacer, desde nuestra parcela privilegiada como alumnos, docentes o padres, para luchar contra esta imposición de modelos metodológicos o prácticas pedagógicas cuyo único objetivo es cargarse la educación, manteniéndola solo para la élite. Incluso en el paraíso finlandés han empezado a proliferar las escuelas privadas dirigidas a cambiar la perspectiva de igualdad de oportunidades de los alumnos. Una estrategia muy marcada, con una hoja de ruta que se va siguiendo sin desviarse lo más mínimo que, salvo pequeños contratiempos, pretende conformar una educación al servicio de algunos. Y eso, si uno quiere analizar qué está sucediendo en los últimos tiempos, qué medidas educativas están tomando las administraciones educativas y, que mediatización se está dando a algunas cosas por parte de los medios, no puede menos que tenerlo bastante claro. Los demás, si queréis, podéis seguir viviendo en la inopia porque, por lo visto, ha calado muy hondo el hecho de que quien no ve ni entiende, no padece.
No, no es sólo justificar lo anterior bajo la existencia de mecanismos de comunicación inmediatos que permiten saber qué están haciendo en diferentes partes del globo. Es comprender por qué son determinadas prácticas las que triunfan, qué intereses hay tras ello y ver las similitudes de determinadas fundaciones que, por lo visto, están tras la mayoría de decisiones educativas que se están tomando para “mejorar la educación”.
Como estoy haciendo en los últimos artículos, os recomiendo mi nuevo libro sobre educación para mayores de dieciocho, “Educación 6.9: fábrica de gurús”. Lo podéis adquirir aquí (en versión digital o papel) o en ese pop-up tan molesto que os sale. Y sí, me haría mucha ilusión que fuera uno de los diez libros más vendidos sobre educación este curso. 😉
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