Hablamos, pero no nos entendemos. Leemos, pero no comprendemos. Resumimos, pero nos dejamos lo realmente importante. Actuamos, pero sin actuar donde toca. Esto y mucho más es Twitter. Twitter no es nada más que nuestra Torre de Babel, henchida de ganas de llegar al cielo, que por el camino va dejando diferentes arquitectos, capataces, albañiles de primera y peones incapaces de entenderse. Miles de interpretaciones incluso que sea con el mismo idioma. Miles de lecturas imposibles de ser leídas de la misma forma.

A día de hoy Twitter es la red social más inhóspita. La que genera un mayor desasosiego a sus usuarios. La que permite lo mejor y lo peor. La que, en definitiva, sirve para una cosa y para su contraria. Una red donde abocar anhelos y sentimientos. Una red donde abocar todas las frustraciones de uno. Una red de la envidia, el compañerismo y la hipocresía a partes iguales. La red de un pajarito que trina según su irritación de garganta. Rocas que se van desprendiendo conforme se construye algo maravilloso porque, por lo visto, al igual que sucede con la mayoría de torres, lo alto está reservado para aquellos más puros. O más ágiles. O más ladinos. O, por qué no decirlo, alguno de esos que se cuela por hacer bien su trabajo.

El peón suda. El albañil dirige a cientos de ellos. Los capataces a miles. Y los arquitectos obedeciendo las órdenes de los que les contratan. Hay auténticas exquisiteces en la red. Hay auténticas cuestiones poco digestivas y digeribles. Es Twitter, amigos. No hay que buscar nada que no sea. Al final es como la primera excursión al monte. Zapatillas de deporte, pantalón corto y nada de crema solar. Ya no digamos mochilas vacías. Más de uno necesitado de un rescate. Más de uno no llega a la primera cima. Así que ya no intentemos llegar a la segunda.

Lo importante sucede fuera de Twitter. Los abrazos, los besos, la traslación de lo que dicen ciertos papeles,… todo se realiza fuera de Twitter. Sé que también fuera de cualquier otra red social pero, en este caso por desconocimiento de uso de las otras, prefiero centrarme en lo poco que sé.

Se puede intentar sobrevivir disimulando lo que uno es. Se puede jugar a ser lo que uno no es. Se puede, en definitiva, hacer lo que uno quiera porque, al final, esto de las redes sociales no deja de ser algo que distrae, evade y mitiga a partes iguales. Además, como ya os he dicho, en Twitter hay una lengua y miles de interpretaciones. Una Torre de Babel un poco torticera. Una Torre de Babel plagada de gente que dice cosas. Plagada, en definitiva, de personas variopintas con pensamientos variopintos.

Hoy me apetecía empezar el año por este post porque, al final, siempre puedo volverlo a releer. Es, como siempre digo, mi bitácora personal. Nada más y nada menos que eso. Una bitácora que, en un día como hoy, con más sueño de la cuenta, me he conseguido despertar con una sonrisa en la boca porque, como he dicho en mi primer tuit del 2022, lo mejor de las Navidades es poderlas celebrar con la gente que quieres y que te quiere. Lo demás, simples condimentos.


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